―¿Quieres emborracharte?―¿Sabes cuántos años tengo sin tomar alcohol? Nunca fui muy bebedora. Pero estuve privada de siquiera probarlo por varios años debido a mi régimen para quedar embarazada.―Permíteme. Sacó un cuchillo de cocina del carrito.―No será necesario. Lo despojé del cuchillo de cocina con mucho cuidado. ―Aprendí hacer esto en la universidad ―añadí. Posicioné el cuchillo contra el cuello de la botella, apuntando al corcho. Y de un solo golpe, hice volar el corcho. La espuma salió como una cascada, manchando el piso. Serví dos copas. Brindamos.―Por tu divorcio. Sé que lo decía con fines románticos, de esperanza al quitar la traba de mi matrimonio de sus planes por conquistarme. Pero no me importaba. Algo dentro de mí se removía de alegría por liberarme de aquel papel que me mantenía atada a Williams. No solo era por su engaño, ni por su encierro, ni por su participación en mi escasez de recuerdo. Era más por mí, como mujer, como esposa; no me sentía satisfech
Dejé el plato limpio. Austin no se había terminado su comida, su mente había pasado a procesar la información. ―Bien. Lo haré. Necesito la información de tu cuenta de banco. O, ¿lo quieres en efectivo?―No hemos discutido el precio. ―Tranquila ―Sonrió―. Yo no te haré regatear como el viejo de la casa de cambio. Te pagaré el doble de su valor. Las mejillas se me encendieron. ―No quiero el doble. Quiero que me pagues el precio justo. Su verdadero valor. Austin iba a seguir comiendo, pero se detuvo al escuchar mis palabras.―Acepta el bendito dinero. Es lo que vas a usar para tu futuro ―procesó mis palabras unos segundos―. Aunque tienes razón, despilfarra todo lo que quieras, igual te terminarás casando conmigo y mi dinero será tuyo.―Austin ―dije su nombre como una advertencia. Se encogió de hombros, dándole poca importancia. Comió con tranquilidad. En algún punto de la tarde, había abandonado la copa y me encontraba bebiendo directo de la botella.―Dame la botella ―exigió
―Marta, la mesa de postre irá en aquella esquina, junto a la mesa de aperitivos ―informé a la sirvienta, paseé mi vista por la pulcra y espaciosa habitación. Mi atención sé dirigió al centro del salón, decorado con una fuente escultural de cristal; dos hombres vestidos de traje y estrechando sus manos como si se tratara de un trato de negocios. Justo del tema que se trataba la reunión de mañana. En el piso rodeando la escultura, se encontraba plasmado un sol pintado en tonos dorados. ―Siento que le falta algo… ―Señora Karina, necesito que escoja las flores que usaremos mañana. Una sirvienta me entregó dos ramos distintos de flores. ―Lirios ―respondí al instante. No tenía que pensarlo dos veces, era mi flor favorita. Todo debía quedar perfecto. Mañana, mi esposo, Williams, buscaría nuevos inversionista para un proyecto. Vendrán muchos amigos de negocios de mi esposo… y otros no tanto. Williams no se llevaba bien con algunos de los inversionista. Pero son negocios, no se ten
Me tragué las palabras ante el rostro inexpresivo de Austin. Sus cejas pobladas estaban fruncidas. ―¿Por qué no miras por dónde vas? ―Me gritó con su mandíbula apretada. Sus ojos bajaron por mi cuerpo, no de forma lujuriosa. Terminó viendo mis pies descalzo cubiertos de tierra. ―¿Por qué te encuentras en ese estado? ¿Y tus zapatos?― ¡No es de tu incumbencia! ―dije, exaltada―. Una disculpa por meterme en tu camino. Me retiré con el mentón elevado, pasando frente al coche. Ya me disculpé, no tenía razones para quedarme a sociabilizar. Y si ya no iba a ser la esposa de Williams White no tenia que fingir ser amable con sus colegas de profesión. ―¡Oye! ―Me gritó y lo ignoré. Crucé la calle, siguiendo mi camino, aunque no sé a qué camino me dirigía. Necesitaba idear un plan para conseguir un lugar donde dormir. ―¿No me escuchas? Mi primer movimiento: vender las joyas que traía encima. Salí sin mi bolso, mi billetera, mis tarjetas, ni siquiera traía mi celular. Y ni habla
―¿Ese no es tu nombre? ―preguntó, pasándose las manos por el cabello. ―Mi nombre es Karina, no Kari ―Me señalé a mi misma. ―Pero es un diminutivo de tu nombre. Tus amigos deben llamarte…―No. Nadie nunca me ha llamado así ―Lo interrumpí. No sé por qué, pero me inquietó escucharlo llamarme así. Me provocó un hormigueo en mi espina dorsal. No. Se sintió diferente, como si ya hubiera vivido esto. ¿Es acaso lo que las personas llaman deja vu? La boca de Austin Cooper se abrió y volvió a cerrarse. Un hombre mayor salió de una puerta detrás del mostrador y se aproximó a nosotros. Mi acompañante se relajó ante la interrupción.―¿Qué quieren? ―El frágil y demacrado anciano se dirigió a nosotros de mala gana. Me impresionó tal trato a sus cliente. Carraspeó y escupió en una cubeta. O al menos espero que haya sido en una cubeta y no en el suelo, de nuestro lado del mostrador no se puede apreciar nada que esté en la parte inferior, gracias a Dios. ―¿Y entonces? ―gritó el viejo cascarr
Fijé mi vista en los billetes verdes mientras eran dejados sobre el mostrador. El lugar estaba en silencio. El señor Cooper estaba detrás de mí, su fragancia era fuerte y varonil. Me negué a verlo. Con cada billete que soltaba yo exhalaba, liberando presión y rabia. Ya estaba harta de estar en medio de los hombres poderosos. No resistía más siendo utilizada para su beneficio. No sé preocupaban por mis intereses, solo por los suyos. Solo era un peón en su juego. Una vez que ya no servía me desecharan, como lo hizo mi esposo. Era tan humillante. Maldito Williams, haría que se arrepintiera. Yo sé que se dará cuenta que tomó una decisión apresurada. Solo habló desde el odio. Debía admitir que esperaba que él me pidiera regresar. Y eso me hacía sentir miserable, porque siempre dependí de Williams y mi padre. Resultaba vergonzoso, pero era la vida que escogí al casarme con él. Si se divorcia de mí, no me quedarán más que las sobras y tendría que humillarme a mí misma para que me deje v
Pasos, voces, oscuridad. No sé si era parte de mi sueño o estaba despierta, mas me negaba abrir los ojos. Unas fuertes manos me rodeaban el pecho y los muslos. Solo podía ver oscuridad. Pero había algo que reconocí, un olor… un perfume. Lo sentí tan familiar y al mismo tiempo tan nostálgico, como si tuviera años sin olerlo. Y sabía a quién le pertenece y era por eso que se me hacía tan extraño que me resultara familiar. Era el de Austin. Morfeo me estaba llamando y no me pude resistir a la tentación, volví a caer rendida.…. Unas manos recorrían mis adoloridos pies, los acariciaba. Era relajante, hasta que me comenzó arder y me desperté del susto. Lo primero que vi fueron los ojos de Austin, avellanas. Sí, definitivamente no eran dorados ni cobre, eran avellanas tildando a dorado. Creí que empecé a delirar e imaginar cosas, porque vi un destello, una imagen en mi mente de esos mismos ojos viéndome. ¿En dónde? ¿Cuándo, cómo? El pecho me subía y bajaba a gran velocidad. Él se encont
Austin parpadeó, cayendo en cuenta de sus propias palabras. Dudó, lo vi en sus ojos. ―Lo supuse. ―¿Y por qué supones eso? ¿Qué te llevó a tal conclusión? Las sienes me palpitaban, el dolor se volvió insoportable.―Por como ignorabas las conversaciones cuando se tornaban sobre el trabajo, negocios…―Esa es una respuesta muy vaga y un análisis muy superficial. Puedo ignorar la conversación por muchas razones; aburrimiento, charlas que escucho todas las noches, negocios que no son míos. Enumeré cada una de las opciones. La silla rechinó al levantarse abruptamente. ―No me voy a poner a discutir ridiculeces en estos momentos. Es de madrugada y no estoy de humor.―¡Esto no se va a quedar así! ¿Por qué estás tan interesado en mi matrimonio? Le grité. Se detuvo en la puerta, viéndome. Cuando pensé que iba a decir algo, terminó dándose la vuelta y saliendo. Pero pude escuchar un susurro, o tal vez me lo imaginé. “Esta no es la vida que tú querías”. Me dejó sola con mis dudas. Los