Donovan Dos ramas se rompen. Veo sombras moverse entre matorrales y arbustos tener un ligero cambio que me confirma lo que creía. Más movilidad alrededor de la casa se oye a cada segundo, aumenta, volviéndose más perceptible. El ruido nos dice la cantidad aproximada, mientras solo llevo la mano a mi bolsillo mirando a la cama, en donde la mujer sigue acostada, sin mover más que sus ojos. Es buena para trabajar en equipo y por ello, sé que no debo decirle cosas que ya entiende con sólo verme. Con un pestañeo lento cuento, hasta llegar a tres, presionando el botón en el móvil que levanta varias explosiones alrededor, en una secuencia que deja al descubierto a todos los que localizo. Sofía se lanza de la cama, ganando el arma que le lanzo, saliendo primero, a la vez que escucho como la ventana es rota por las balas. Corro escaleras abajo, las puertas siguen cerradas, aunque la ráfaga de disparos la destruyen a medida que cruzamos la sala, fragmentando el material para abrirse
Donovan. La fría mañana me devuelve a la realidad en cuánto pongo un pie en Brooklyn. Llovió en la noche y aún se sienten gotas cayendo con menor frecuencia, causando que la humedad esté presente en todos lados al bajar del avión. —Llegó a Boston en la madrugada —me dicen por el teléfono cuando me comunico para saber su paradero—. Nadie va con ella. Solo compró ropa y se hospedó en un hotel donde sus amigos la acompañan.—No la pierdas de vista —demando cubriendo el maletín cuando subo al auto que me espera. No sé qué busca allí, pero presiento que tiene que ver con Kilian. Si tan solo esperara un poco más o al menos confiara en mis formas de hacer las cosas, nos ahorraríamos muchas cosas. Me movilizo hasta la casa donde todos están esperando por mí. Me absorbe tanto en que pensar, pero he lidiado con mucho más. Nada puede detenerme cuando mi determinación es acabar con cada uno de los traidores que festejaron mi caída y sobre todo quién lo propició.Pero primero debo ir por el di
Donovan.—Señor, tiene que ver esto— me dice Gull con la cara pálida. Alessio me mira por un segundo, siguiéndome el paso a la vez que atravesamos la puerta a la sala de planeación estratégica. El hombre sentado en la silla extiende la pantalla para mostrar la llegada de alguien entrando al país. Un sujeto de mediana edad custodiado por un ejercito de voiny ada prácticamente. Su caminar demuestra que nadie está por encima de él. Con su gabán ondeandose al caminar, siendo el dueño de la dinastía más grande conocida actualmente. La mujer a su lado tiene una similar actitud. Ambos con la mirada al frente mientras todos los cubren. —¿Qué hace aquí? —pregunta Alessio. —Nada bueno —comento mirando como suben a los vehículos dispuestos para ellos, partiendo del lugar antes que la grabación se termine y sé que fue él. La tecnología está de su lado todo el tiempo. Dónde se encuentra todo es controlado. Deja ver e impide la visibilidad según su conveniencia. —Viene pero ¿por quien? —inda
Sofía Castel. “¿Qué voy a hacer?”La pregunta se repite en mi cabeza una y otra vez mientras conduzco. Con cada palabra del médico, las opciones se multiplican.Pensé que la prueba estaba defectuosa, pero los análisis no mienten. Lo confirman en lugar de descartar.Donovan no quiere hijos. Lo ha dicho muchas veces. Al menos no ahora, por eso nos hemos cuidado… excepto esa vez.¡Por Dios! ¿Qué voy a hacer?Sus palabras calcinan mi mente con cada metro recorrido. A medida que pasan los segundos, lo siento más mío. Descubro ese deseo de conocerlo y, solo de imaginar que tiene sus ojos o los míos, lo quiero ver.Aún recuerdo el día en que lo conocí en aquella cafetería. Nuestro primer encuentro me hizo pensar que siempre odiaría a la arrogancia personificada que tenía frente a mí. Sin embargo, bastaron solo un par de meses para que esas miradas, tan características de él, despertaran en mí el deseo de descubrir qué secretos ocultaba su silencio.Donovan Hunt, conocido como el Dragón. Un
Sofía Castel. Al bajar los escalones, Phoenix sostiene una taza con café entre las manos, cambia el gesto tenso en cuánto me ve. —¿No es tarde para que salgas? —pregunta mirando su reloj.—Elisa quiere que pase la noche con ella. Hace mucho no voy. —miento.—Pues dile a Elisa también puede ingresar a esta casa. No sólo en la suya se pueden quedar—, deja la taza sobre una mesita. —Si tienes unos minutos quiero que hablemos sobre algo.—¿Ahora? —se me está yendo el tiempo.—Puede ser mañana, si tienes prisa. —comprende. Me da un beso en la frente y pasa de largo. Es un manipulador que sabe cómo actuar para crear culpa en alguien y que haga lo que quiere. —¿De qué se trata? —lo alcanzó en la puerta. Mira arriba de las escaleras y sonríe entrando conmigo. —Tengo diez minutos.Se sienta atrás de su escritorio, sacando un folder negro que abre.—Tienes veintidós años. Sabes cómo llegaste a esta casa. —se refiere a mi adopción. —Sin embargo; debes comprender que has sido una Castel desde
Donovan Hunt “Sofía asesinó a su padre, señor. El clan está bajo ataque.” La garganta me arde al leer las mismas palabras una y otra vez. Algo me impulsa a comprobarlo porque odio las maldit@s mentiras. Pero al intentar salir lo que veo me hace empujar la puerta y cubrirme antes de que la ráfaga de balas arrase con ella. Nunca pensé que esto me pasaría. Probablemente fui ingenuo al creer que una traición nunca llegaría a mi vida. Pero cuando veo a Ronald bajar de su auto con varios sujetos rodeando mi casa, sé que es el momento de actuar. Saco las armas y me preparo antes de abrir la puerta que conecta con el pasillo hacia las escaleras. Me muevo hacia la ventana, en donde escucho las sirenas de las patrullas a lo lejos. Hay varios autos y de cada uno descienden al menos cuatro tipos con armas. Estoy rodeado. Sé que si no salgo muerto, lo haré con esposas. —Necesito que guardes algo por mí. —hablo al tipo al otro lado de la línea que acepta, dando a entender que puede intuir lo
Sofia.La repulsión que siento por mí misma me hace pasar grandes tragos de licor, cuidando de que nadie me vea. Los recuerdos me invaden, pero ya no hay lágrimas. Quizá se debe a que vacié mi alma.Soy físicamente igual, puedo verlo en el reflejo frente a mí, pero ya no me reconozco. Cuatro años han pasado desde esa noche. Tres años, dos meses y diecisiete días desde que crucé la salida de esa cueva debido al acuerdo que hice con Abraham Myers para casarme con su hijo. Estoy fuera, pero no soy libre y tal vez, nunca lo sea. —Levanta la cabeza. Mis ojos se clavan en el dueño de esa voz. —Cinco minutos te pedí. —Vierto todo el licor del vaso en mi boca, antes de volver a mi postura. —¿No puedes vivir ese tiempo sin mí? Me cuelgo del brazo de Dylan, adoptando mi cara más enamorada. Dentro del salón nos esperan sus padres y los socios de la familia, entre los que me sumerjo cómo la pieza de colección que soy para ellos. Me repugnan todos; la forma en que se ríen, como hablan, sus
Sofía Castel.Espalda recta, cabeza en alto, cabello perfecto, imagen impecable para que la figura del gobernador Kirchner no quede por el suelo en el minuto que se acerque a mí. La máxima autoridad debe ser perfecta, tanto cómo lo son sus gustos y a saber sobre eso me dedico al atravesar la puerta sin mirar a ningún otro lado que no sea el frente. Mis pies tocan el mármol y todos están pendientes. Mi colonia se dispersa, atrayendo más miradas; me aseguré de que las feromonas fueran efectivas.Me siento en la mesa del centro manteniendo la imagen de chica descuidada hasta que la carta llega a mí. El mesero se planta a mi lado y asiento sutilmente antes de que este llene mi copa para luego retirarse. Me deja sola en lo que preparan mi pedido pasado noventa y siete segundos para que unos pies se planten frente a la mesa. Subo con lentitud hasta toparme con ese rostro conocido para mí, que sonríe pícaramente, dejando en claro que no se irá sin una respuesta afirmativa a lo que desea pr