Donovan.Estoy agotado, pero mi trabajo del día está incompleto. Sofía sigue durmiendo y yo no puedo hacer lo mismo al tener pendientes. Aún no puedo decir que está preparado lo que quiero enviar, por lo cuál, después de dejar a alguien vigilando el sueño de la mujer en mi habitación, me aboco a la planta baja, en donde Gull me espera con las especificaciones de todo lo que trajeron. Leo la hoja a medida que camino hasta la bodega con mi lugarteniente siguiendo mis pasos. Hay mucha más movilidad, las cajas son abiertas y las armas sacadas. Cada una con una letalidad única, creada para la eliminación del contrincante a diferentes distancias.La que más me llama la atención es la del cañón que parece haber sido bañado en oro. Eso deja rastros, los rastro conllevan búsquedas y a aquellos que hacen bien su trabajo los tendré detrás de mí todo el tiempo, si me descuido. No quiero algo como eso en mis manos. La otra es un arma de empuñadura con un sistema de sensor táctil, esa sí puede
Donovan.—No puedes hacerlo —determino sosteniendo su mirada. —Y no quieres. —Sí quiero— manifiesta. —Estoy sintiendo lo mismo que tú cuando me lo arrebataste. No lo hace. Jamás lo experimentaría. —Dispara —doy un paso al frente. —Si deseas matarme, hazlo. Nada te detiene. —otro paso—. Estamos en una cabaña en las afueras de la ciudad. Solo los dos. Sin seguridad para mí y nadie que te ayude a tí —sigo avanzando. —Pero asegúrate de que muera, porque es la única manera en la cual no te busque.—No te preocupes, no pienso fallar— me promete con la nariz roja y los ojos inundados. —Haré justo lo que hiciste tú al terminar con mi vida. —Estoy esperando eso— la animo.Tomo el cañón de la pistola, centrandola en mi cabeza. Firme. Viendo esa oscuridad haciéndose presente en sus ojos. Parcialmente se apaga, regresando con mayor intensidad, arrasando con lo que hay entre los dos. —Dices que quieres matarme. Dices que quieres cobrar todo lo que hice, pero ¿sabes que no has dicho? —le quito
Donovan Dos ramas se rompen. Veo sombras moverse entre matorrales y arbustos tener un ligero cambio que me confirma lo que creía. Más movilidad alrededor de la casa se oye a cada segundo, aumenta, volviéndose más perceptible. El ruido nos dice la cantidad aproximada, mientras solo llevo la mano a mi bolsillo mirando a la cama, en donde la mujer sigue acostada, sin mover más que sus ojos. Es buena para trabajar en equipo y por ello, sé que no debo decirle cosas que ya entiende con sólo verme. Con un pestañeo lento cuento, hasta llegar a tres, presionando el botón en el móvil que levanta varias explosiones alrededor, en una secuencia que deja al descubierto a todos los que localizo. Sofía se lanza de la cama, ganando el arma que le lanzo, saliendo primero, a la vez que escucho como la ventana es rota por las balas. Corro escaleras abajo, las puertas siguen cerradas, aunque la ráfaga de disparos la destruyen a medida que cruzamos la sala, fragmentando el material para abrirse
Donovan. La fría mañana me devuelve a la realidad en cuánto pongo un pie en Brooklyn. Llovió en la noche y aún se sienten gotas cayendo con menor frecuencia, causando que la humedad esté presente en todos lados al bajar del avión. —Llegó a Boston en la madrugada —me dicen por el teléfono cuando me comunico para saber su paradero—. Nadie va con ella. Solo compró ropa y se hospedó en un hotel donde sus amigos la acompañan.—No la pierdas de vista —demando cubriendo el maletín cuando subo al auto que me espera. No sé qué busca allí, pero presiento que tiene que ver con Kilian. Si tan solo esperara un poco más o al menos confiara en mis formas de hacer las cosas, nos ahorraríamos muchas cosas. Me movilizo hasta la casa donde todos están esperando por mí. Me absorbe tanto en que pensar, pero he lidiado con mucho más. Nada puede detenerme cuando mi determinación es acabar con cada uno de los traidores que festejaron mi caída y sobre todo quién lo propició.Pero primero debo ir por el di
Donovan.—Señor, tiene que ver esto— me dice Gull con la cara pálida. Alessio me mira por un segundo, siguiéndome el paso a la vez que atravesamos la puerta a la sala de planeación estratégica. El hombre sentado en la silla extiende la pantalla para mostrar la llegada de alguien entrando al país. Un sujeto de mediana edad custodiado por un ejercito de voiny ada prácticamente. Su caminar demuestra que nadie está por encima de él. Con su gabán ondeandose al caminar, siendo el dueño de la dinastía más grande conocida actualmente. La mujer a su lado tiene una similar actitud. Ambos con la mirada al frente mientras todos los cubren. —¿Qué hace aquí? —pregunta Alessio. —Nada bueno —comento mirando como suben a los vehículos dispuestos para ellos, partiendo del lugar antes que la grabación se termine y sé que fue él. La tecnología está de su lado todo el tiempo. Dónde se encuentra todo es controlado. Deja ver e impide la visibilidad según su conveniencia. —Viene pero ¿por quien? —inda
SofíaHacer papeles sin margen de error siempre será lo mío y más ahora que tengo en mente traer conmigo a quién más amo en el mundo. Me armo de valor y tomo una exhalación para salir del vehículo. Necesito hacer esto, me repito a medida que avanzo. La tela negra se pega a mis caderas como una segunda piel, la caída de la falda la vuelve sensualmente discreta y con el collar de esmeraldas, es imposible pasar desapercibido, ya que es la joya que nadie en la fiesta debería llevar por un motivo especial. Varios me miran. Finjo que no me doy cuenta. Solo vengo para llamar la atención de uno, el resto no me importa como para detener mis pasos hasta que llego a la agrupación que se ve al fondo. También me observan con curiosidad. Sigo contestando la pregunta sobre mi legitimidad como hija de un gran proveedor de piedras preciosas. No miento cuando me refiero a él como un gran empresario. Phoenix lo fue y ahora más que nunca muestro mi orgullo por ser parte de su linaje. La única sangre q
Sofia—Una mujer interesante, solo combina con algo realmente interesante —lee Bruno con una maceta que trae en las manos. —Disfruta de tu orquídea Drácula. Bajo los papeles para ver la extraña flor. Nunca había tenido una igual, siendo bella y a la vez única.—Nos estamos poniendo creativos ¿eh? —muestra la nota. —El candidato quiere una cita con agarrada de manos contigo. —No molestes— se la quito para ver las iniciales en dorado de Facundo. —Y creí que la flor de la garza blanca era la más extraña que vería. —¿La que? —es un chismoso que quiere saber todo. Llevo la flor hasta el jardín, queriendo un lugar para ubicarla. No soy buena para ello, pero le encuentro uno, en un sitio adecuado. —¿Quién regala algo así? No tiene ni forma. Se acerca con cuidado. —Bueno, si tiene. Parece un mono...un gorila— sigue viéndola—. ¿Te dijo que tienes cara de un gorila? Siempre lo había pensado, pero quién lo dijo fue él. —le doy con mi codo en el costado, suelta a reír. —¿Por qué te regalan u
Sofía.Casi huyendo llego a casa. Corriendo desde que entro, evitando mirar a alguien. Necesito ser la misma que no se deja caer, pero lo que unía mis piezas no lo tengo. Eso impide que pueda con tanto. —Sofía— me hablan y solo muevo la mano para indicar que no es momento. Ellos respetan eso.Me quito toda la ropa antes de entrar a la ducha. El agua fría cae por mi cabeza bajando por mis hombros, mientras lucho, con mi propia cabeza. Las pesadillas quieren regresar, pero no las dejo. No tengo la misma disposición de sobrevivencia que antes y tal vez no podría contra ellas.Las ojeras causadas por noches sin poder conciliar el sueño las distingo perfectamente en mi reflejo. Necesito un descanso, pero también a mi hijo y nada es suficiente para poder recuperarlo aún. Maquillo levemente para cubrirlas. Mi cabello lo dejo suelto, optando por usar color en mis labios al verlo pálidos. Todo está pasándome factura. Al bajar observo a Elisa tener un semblante serio. Mira de reojo a Bruno