Sofía. "—Sofía Castel, tal vez no me recuerdes, pero soy...—Abraham Myers— mi voz se escucha más ronca debido a mi boca seca. —Nadie se olvida de las ratas.—Ratas que van a ser tu salvación— se sienta frente a mí. —Esto es un 50/50. Tu libertad a cambio de lo que que sabes. —No sé nada. —No nos hagamos los inocentes, Ronald obtuvo lo que obtuvo porque tú hablaste— me lanza en la cara, tengo sed, pero ya no lucho. No tengo vida, no ganas de recuperarla. —Puedes salir de aquí, vivir fuera de este sitio y tener tu ansiada libertad—, Abraham lo plantea todo bonito, pero hay un trasfondo, lo sé. —A cambio de que haga exactamente lo mismo, hablar.—No me interesa. —Te va a interesar cuando sepas que Ronald está acabando con todo lo que aprecias— me dice, observando mis manos llenas de heridas. —También irá por el par de primos que no dejan de buscarte y sabes que pronto estarán aquí. A pesar de que respiro, no se siente así. No tengo nada más que un vacío que anhela acabar conmigo y
DonovanVolver a verla me demuestra lo que no quería aceptar. La redujeron a sólo un ser que no analiza ni usa la cabeza para pensar en las posibilidades. Acepta las cosas tan fácil que me odio por haberla dejado sola. La Sofía que conocí habría comprendido todo sin ningún esfuerzo. La que vi al regresar, lo hubiese deducido tan fácil como me encontró la primera vez. El gris de sus ojos me recorre. Incrédula porque esté de pie luego de que sus balas me atravesaron. Pero mal por ella si no entiende que hizo más de lo que quise, hizo que en lugar de sentirme furioso por casi matarme, la muy maldit@ me guste más. Esa es la que quiero ver. Esa Sofía que no se medía, ni se detuviera ante ante nadie. —¿Sorprendida? —me pasa llevando con el hombro y pese a querer que lo haga, no la sigo. No soy así. No voy detrás de nadie, porque mi orgullo da para saber que no necesito buscarla, porque sé que allí hay más que sólo un decaimiento autodestructivo. Ella no tiene tatuado el "mío" en la piel,
Donovan.—Bien, ahora suéltame— Sofía estira sus brazos en mi dirección. De reojo observo sus muñecas y salgo del vehículo dejándola adentro. —Donovan.Sigo ignorando su escándalo. No puede mantener la calma un segundo si no controla todo.—¡Donovan, te estoy hablando! —me alcanza —su golpe en la espalda me hace girar para tomarla de sus esposas. —Suéltame. Animal.—Y en esa versión te gusta tenerme— tiro de la cadena. Estampa su mano a mi mejilla y la vuelvo a tomar. —¿Quieres la verdad? Pelea con más determinación. —Tú me lo quitaste —no capta nada en su ataque de histeria. Ni siquiera me escucha cuando digo su nombre, golpeando cada vez más fuerte. —¡Me quitaste a mi hijo! —No te lo quité. No pude— quiero intentar decirle la verdad, pero no me escucha y continúa arremetiendo en mi contra. No tengo paciencia para sus arranques. No piensa. No deduce y parece que el cerebro se le fundió todo este tiempo. Fui quién recibió dos balazos. A ella la tuvieron que sedar para que dejara
Donovan.Estoy agotado, pero mi trabajo del día está incompleto. Sofía sigue durmiendo y yo no puedo hacer lo mismo al tener pendientes. Aún no puedo decir que está preparado lo que quiero enviar, por lo cuál, después de dejar a alguien vigilando el sueño de la mujer en mi habitación, me aboco a la planta baja, en donde Gull me espera con las especificaciones de todo lo que trajeron. Leo la hoja a medida que camino hasta la bodega con mi lugarteniente siguiendo mis pasos. Hay mucha más movilidad, las cajas son abiertas y las armas sacadas. Cada una con una letalidad única, creada para la eliminación del contrincante a diferentes distancias.La que más me llama la atención es la del cañón que parece haber sido bañado en oro. Eso deja rastros, los rastro conllevan búsquedas y a aquellos que hacen bien su trabajo los tendré detrás de mí todo el tiempo, si me descuido. No quiero algo como eso en mis manos. La otra es un arma de empuñadura con un sistema de sensor táctil, esa sí puede
Donovan.—No puedes hacerlo —determino sosteniendo su mirada. —Y no quieres. —Sí quiero— manifiesta. —Estoy sintiendo lo mismo que tú cuando me lo arrebataste. No lo hace. Jamás lo experimentaría. —Dispara —doy un paso al frente. —Si deseas matarme, hazlo. Nada te detiene. —otro paso—. Estamos en una cabaña en las afueras de la ciudad. Solo los dos. Sin seguridad para mí y nadie que te ayude a tí —sigo avanzando. —Pero asegúrate de que muera, porque es la única manera en la cual no te busque.—No te preocupes, no pienso fallar— me promete con la nariz roja y los ojos inundados. —Haré justo lo que hiciste tú al terminar con mi vida. —Estoy esperando eso— la animo.Tomo el cañón de la pistola, centrandola en mi cabeza. Firme. Viendo esa oscuridad haciéndose presente en sus ojos. Parcialmente se apaga, regresando con mayor intensidad, arrasando con lo que hay entre los dos. —Dices que quieres matarme. Dices que quieres cobrar todo lo que hice, pero ¿sabes que no has dicho? —le quito
Donovan Dos ramas se rompen. Veo sombras moverse entre matorrales y arbustos tener un ligero cambio que me confirma lo que creía. Más movilidad alrededor de la casa se oye a cada segundo, aumenta, volviéndose más perceptible. El ruido nos dice la cantidad aproximada, mientras solo llevo la mano a mi bolsillo mirando a la cama, en donde la mujer sigue acostada, sin mover más que sus ojos. Es buena para trabajar en equipo y por ello, sé que no debo decirle cosas que ya entiende con sólo verme. Con un pestañeo lento cuento, hasta llegar a tres, presionando el botón en el móvil que levanta varias explosiones alrededor, en una secuencia que deja al descubierto a todos los que localizo. Sofía se lanza de la cama, ganando el arma que le lanzo, saliendo primero, a la vez que escucho como la ventana es rota por las balas. Corro escaleras abajo, las puertas siguen cerradas, aunque la ráfaga de disparos la destruyen a medida que cruzamos la sala, fragmentando el material para abrirse
Donovan. La fría mañana me devuelve a la realidad en cuánto pongo un pie en Brooklyn. Llovió en la noche y aún se sienten gotas cayendo con menor frecuencia, causando que la humedad esté presente en todos lados al bajar del avión. —Llegó a Boston en la madrugada —me dicen por el teléfono cuando me comunico para saber su paradero—. Nadie va con ella. Solo compró ropa y se hospedó en un hotel donde sus amigos la acompañan.—No la pierdas de vista —demando cubriendo el maletín cuando subo al auto que me espera. No sé qué busca allí, pero presiento que tiene que ver con Kilian. Si tan solo esperara un poco más o al menos confiara en mis formas de hacer las cosas, nos ahorraríamos muchas cosas. Me movilizo hasta la casa donde todos están esperando por mí. Me absorbe tanto en que pensar, pero he lidiado con mucho más. Nada puede detenerme cuando mi determinación es acabar con cada uno de los traidores que festejaron mi caída y sobre todo quién lo propició.Pero primero debo ir por el di
Donovan.—Señor, tiene que ver esto— me dice Gull con la cara pálida. Alessio me mira por un segundo, siguiéndome el paso a la vez que atravesamos la puerta a la sala de planeación estratégica. El hombre sentado en la silla extiende la pantalla para mostrar la llegada de alguien entrando al país. Un sujeto de mediana edad custodiado por un ejercito de voiny ada prácticamente. Su caminar demuestra que nadie está por encima de él. Con su gabán ondeandose al caminar, siendo el dueño de la dinastía más grande conocida actualmente. La mujer a su lado tiene una similar actitud. Ambos con la mirada al frente mientras todos los cubren. —¿Qué hace aquí? —pregunta Alessio. —Nada bueno —comento mirando como suben a los vehículos dispuestos para ellos, partiendo del lugar antes que la grabación se termine y sé que fue él. La tecnología está de su lado todo el tiempo. Dónde se encuentra todo es controlado. Deja ver e impide la visibilidad según su conveniencia. —Viene pero ¿por quien? —inda