Dormir con Alex

Estaba tranquilamente en mi lugar de trabajo cuando Gabriel se acercó. Él había anticipado que yo rechazaría su invitación a almorzar, entonces trajo el almuerzo para nosotros.

En ese momento, Alexis se acercó a nosotras fulminándonos con la mirada. No entiendo por qué está tan enfadado. La última vez que charlamos estaba bien. Me está fallando la memoria; en realidad, durante la semana ha estado súper enojado conmigo. Todavía no entiendo por qué apenas me dirige la palabra.

—¿Ocurre algo? —pregunté.

—No deberías estar aquí, Gabriel. Tienes responsabilidades que atender antes que coquetear con la recepcionista.

—Tío...

—Deja la novela, Gabriel. Quiero saber quién le firmó la autorización a Vera. —Deja el papel en el escritorio.

La señora Ruiz, quien llega detrás de Alexis, lo observa. —No tengo idea, señor Santillán. Ella estuvo esperando en recepción; yo no firmé nada.

Alexis ríe molesto. —Para firmar ese papel, falsificaron mi firma y solo pudo ser usted.

No podía dejar que culparan y posiblemente corrieran a la señora Ruiz por un error que yo cometí. Cuando ella comenzó a contener las lágrimas debido a los gritos de Alexis, supe que era el momento de confesar.

—Fui yo, licenciado. Vera me suplicó que la ayudara; ella quería ir a esa excursión y me dijo que usted no llegaría a tiempo para firmarla.

Él se acercó a mí lentamente. Debo admitir que en ese momento sentía terror. Alexis es un hombre intimidante cuando quiere.

—Eres una ingenua. Esa excursión no existió. Al menos sabes lo que firmaste.

—¿Qué? —pregunté confusa.

—Una niña de dieciséis años te vio la cara, Rubí. Es una autorización para viajar —me acusó Alexis.

—Ahora mi hija sabe dónde está, por tu irresponsabilidad. ¿Sabes que es un delito?

En verdad, es el menor de mis delitos. Estoy usurpando la identidad de la verdadera Rubí Sánchez. Planeo vengarme, no legalmente.

—Yo lo arreglaré —afirmé.

—Claro que lo arreglará —Alexis toma mi brazo—. Señora Ruiz, cancele todas mis citas.

Alex jala mi brazo sacándome de la oficina. En verdad me sorprende su actitud. No entiendo si me está corriendo de la empresa, en verdad me está apretando muy fuerte el brazo. Apenas me dio tiempo de tomar mi cartera. No paró hasta llevarme al estacionamiento.

—¿A dónde la llevas? —pregunta Gabriel, quien nos estaba siguiendo.

Alexis lo ignora abriendo la puerta de su carro e indicándome que suba—. ¿Qué esperas, una invitación?

—¿A dónde la llevas? Te pregunté —esta vez se veía enfadado.

—A dónde crees, niño. A buscar a Vera.

—Entonces yo voy con ustedes.

Él ríe—. Tú no irás a ningún lado. Tú te encargarás de la empresa y llamarás a la casa para que estén pendientes por si Vera regresa.

Me solté de su agarre.

—Está bien, Gabriel. Yo lo arruiné, yo lo arreglo —volteé a ver a Alex—. No hay tiempo que perder, licenciado.

—Tienes razón.

[...]

Agradezco tener mis papeles falsos en la cartera. Alexis conducía a toda velocidad, en verdad se veía muy enojado. Creo que si no me mata antes, nos mataremos en un choque.

—Licenciado, ¿quiere que conduzca? —pregunté.

—Quiero que te alejes de Gabriel.— Responde con frialdad

—No tenemos nada que ver. — Intente defenderme.

—. Entonces, ¿por qué se siente con derechos sobre ti? — Cuestiona Alex.

—No lo sé, señor. ¿Tiene el número de celular de Vera? Así la rastreamos. — Propuse

Él me entregó el número y yo se lo envié a Saúl, mi mejor amigo y quien también es hacker, por texto para que la rastree con la computadora. Él es un experto en tecnología y no será difícil hacerlo.

—En verdad, lo siento. Fui una torpe y entiendo si me quiere despedir. Sentí pena por Vera. Yo sé lo que es sufrir la ausencia de los padres, yo sé lo que es crecer sola. — Expliqué.

—.No sé cómo fue tu vida, pero Vera es una experta manipulando. No le prestes atención a lo que dice y no te despediré, pero tendrás tu castigo. — Afirma sin siquiera mirarme.

—Muchas gracias, señor. Si quiere, hágame trabajar horas extras o descuénteme el sueldo. No me quejaré, en verdad necesito este trabajo. — Expresé

—. Hermosa, no soy un explotador.

Mi celular comenzó a vibrar. Observé la pantalla y vi un mensaje de Saúl con la ubicación de Vera.

—Mi amigo ya me envió la ubicación. — Informe.

—¿Qué amigo? —preguntó en un tono molesto.

—Saúl Lewis —le dije mientras conectaba mi celular al GPS para guiarnos respecto a la ubicación de Vera—. Él cursa la carrera conmigo y su sobrino, Gabriel.

—Solo tienes amigos hombres: Saúl y mi sobrino —parece enfadado al decirlo.

—Sí, ¿por qué? — Indagué.

—Nada, descanse, señorita Sánchez. Será un viaje largo.

Hace varias horas estamos en el carro. Ya cruzamos el peaje. Según el GPS, Vera está a ocho horas de distancia. Llevamos seis, por lo cual solo faltan dos horas para llegar.

—Señorita Sánchez.— Pronuncia Alex antes de que yo cierre los ojos por milésima vez.

—Sí, estaba despierta.

Él ríe a carcajadas—. Ya es tarde y estoy cansado.

—Si quiere, yo conduzco.

—. Se está cayendo de dormida. Descansamos y seguimos mañana. Es una orden.

Asentí.

Nos aproximamos a un motel de aspecto desgastado, con luces parpadeantes y un cartel descolorido. Alexis estacionó el carro en el descuidado estacionamiento y nos dirigimos hacia la recepción. Noté que había varias parejas, algunas con miradas furtivas y sonrisas nerviosas. De repente, me sentí avergonzada por estar en ese lugar.

El ambiente del hotel era sombrío y desalentador, pero dada la lejanía de la zona, era lo mejor que pudimos conseguir. Alexis pagó en la recepción y le entregaron las llaves de la habitación. Luego, se acercó a mí con una expresión seria en su rostro.

—Tienen un solo cuarto disponible. — Informa él.

Era evidente que no tendrían habitaciones, casi estaba repleto de personas. Parece que a la gente le gusta venir a moteles lejanos para hacer sus cosas.

—No se preocupe, licenciado. Yo duermo en el carro.— Afirmé

Él niega con la cabeza—. Claro que no la dejaré en el carro sola, expuesta a todos los peligros y vestida así.

Es verdad, estoy vestida con una camisa escotada y una falda corta. De hecho, algunos señores no dejan de mirarme con cara de babosos.

Me dirigí a la habitación, la cual no se veía mejor que el resto del motel. Noté en la expresión del rostro de Alexis que piensa lo mismo que yo. Para empeorar la situación, se escuchan gemidos en la habitación de al lado.

Me quité la ropa, dejándola en la cama, y me dirigí a la ducha para tomar un baño largo. En verdad lo necesitaba, después de horas en el carro. De todas formas, tendré que ponerme la misma ropa porque salí de improviso.

En cuanto terminé de ducharme, me coloqué una bata y me dirigí al cuarto. Casi salto del susto cuando vi a Alexis allí. Creí que dormiría en el carro, pero parece que no.

Siento que mis mejillas se encienden cuando noto que mi ropa interior está expuesta en la cama.

—Eres muy hermosa sonrojada.— Expresa.

Ese comentario solo me hizo sonrojar más. Rápidamente, tomé mi ropa y me volteé. Noté que él reía a carcajadas.

—Lo siento, licenciado.— Me disculpé.

—Me parece una tontería que nos hablemos con formalidades fuera de la oficina, Rubí.

—Lo siento.— Repliqué.

Él vuelve a reír—. ¿Por qué te pongo tan nerviosa?

Porque tengo miedo a que me recuerdes, porque eres un hombre intimidante, porque eres el posible asesino de mis padres, y porque eres tú.

—Soy así.— Me límite a decir.

—Te he observado y no eres para nada tímida ni nerviosa. —Él toma mi brazo, obligándome a voltear—. Me gusta ser el único que te provoca esas emociones.

—Me iré a cambiar —intento cambiar de tema.

—No tengo problema en que te desnudes frente a mí. —Carcajea al ver mi rostro—. Ve mientras preparo los sándwich y usa esto de pijama.

—¿Cómo tiene ropa?— Indagué.

Es raro que tenga sus prendas aquí, como si lo hubiera planeado con anticipación.

—Tenía ropa extra en el carro —me explica.

Me entrega una camisa. Prefiero dormir con una camisa en lugar de con mi ajustada falda y mi apretada blusa. Regresé al baño, me coloqué la ropa interior y la camisa de Alexis.

Cuando regresé, los sándwich ya estaban listos. Lo acompañé a cenar sin decir ninguna palabra. Prefiero que piense que soy tímida antes de decir alguna tontería que revele mi identidad o me ponga en peligro.

—Insisto en que puedo dormir en el carro.

Él niega con la cabeza—. Pensaré que en verdad me tienes miedo.

—Podría culparme, licenciado.

—Alex.— Corrige.

Río—. Alex —siento raro al llamarlo por su nombre. Nunca antes lo he visto como una persona, solo lo he visto como alguien a quien debo destruir.

—Así está mucho mejor.

—Es raro para mí, sin ofender, pero eres muy especial. Un día podemos hablar normalmente y otro no sé si me matará —literal.

—. Simplemente no me hagas enfadar, hermosa.— Sugiere con frialdad.

—¿Cuándo lo hice? Solo cumplo con mi trabajo.

—Observo cada uno de tus movimientos. Tu trabajo no se llama Gabriel Santillán, ¿entendido? Quiero que te alejes de él y lo estoy diciendo muy en serio.

Asentí.

Creo que le debe molestar que estoy cerca de su sobrino porque somos de posiciones sociales diferentes. Él es el heredero de los Santillán y yo soy una empleada.

Bueno, en verdad no lo soy, pero él piensa que sí. Eso explicaría su actitud hacia mí. Sinceramente, no encuentro otra explicación.

—Bien, Rubí. Con tus excelentes calificaciones, ¿por qué aceptaste un puesto de recepcionista cuando te faltan seis meses para terminar la carrera?

En verdad me sorprendió. ¿Cómo es posible que esté enterado de mi desempeño en la facultad?

—Bueno, necesito encontrar una forma de mantenerme hasta acabar la carrera. Además, quiero mudarme del lugar donde vivo y no quiero esperar.— Expliqué

Es verdad, a veces no soporto a mi madrina. No puedo invitar a Saúl ni a nadie a visitarme, y con la llegada del controlador Brad, todo se complica.

—¿Estás ahí, Rubí?— Pregunta al notar que estaba perdida en mis pensamientos.

Río—. Lo siento.

—La próxima vez que te disculpes, consideraré despedirte —bromea.

Negué con la cabeza.

Después de terminar de cenar, él recogió su ropa y se dirigió a la ducha. Yo me encargué de ordenar todo, recogiendo los platos y los restos de comida. Tomé una manta que había en la cama, dejándole la otra a él, y me recosté en el sofá. No tardé en quedarme dormida.

Me desperté sintiendo unos brazos alrededor de mis piernas y mi cuello, alzándome. Esos brazos eran de Alexis. Fingí que dormía, pero tenía una maravillosa vista de su pecho. Debo admitir que tiene un buen cuerpo, con el abdomen marcado y los brazos fuertes. No he visto a muchos hombres sin camisa, bueno, solo a Saúl. En verdad, es evidente que Alex invierte horas en el gimnasio.

Él me acomodó en la cama, para luego arroparme como si fuera una niña pequeña. Pegó su cuerpo al mío, abrazándome de la cintura. Estaba tan agotada que no lo aparté.

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