La luz de la luna cortaba las olas con la gracia de un depredador en su elemento natural. Todos estaban reunidos en la cubierta principal, un amplio salón al aire libre. Sofás de cuero blanco formaban un semicírculo alrededor de mesas de cristal, permitiendo una vista panorámica del horizonte sin obstáculos. A pocos pasos, una piscina infinita se extendía a lo largo de la popa, su borde casi imperceptible, dando la ilusión de que el agua se derramaba directamente en el mar. Lirio llevaba un traje de baño de dos piezas, blanco como los sofás, mientras que Mylo lucía uno rojo intenso que resaltaba su hermosa piel morena. Estaba recostada en una tumbona de playa. Cuando el yate se detuvo en medio del mar, el capitán dio luz verde para usar las motos de agua. Dantes se levantó de inmediato y llevó a Lirio al garaje del yate, donde estaban las motos de agua. El interior del garaje contrastaba de manera intrigante con el resto del yate. Aquí, en lugar de mármol y ébano, predominaban los m
Un mes pasó como si nada. Dantes se iba temprano a la empresa y regresaba para la cena. Lirio estaba feliz con eso, ya que solía dormir hasta tarde después de ser casi obligada por la señora Marcela a desayunar. Para cuando despertaba en la tarde, ella recibía a su maestra de italiano, la señorita Petrucci.La loba aún no había decidido qué estudiar en la universidad, y Dantes tampoco le había mencionado el tema, ya que su deseo era que Lirio estuviera tranquila y en espera de la llegada de su cachorro, que crecía saludablemente en su vientre. A un mes y semanas de embarazo, ya se notaba un ligero abultamiento, lo que indicaba que su embarazo sería de seis meses.Una suave brisa atravesaba las ventanas abiertas, llevando consigo el aroma a jazmín, pino y lavanda de los jardines de la mansión. La luz de la tarde se filtraba a través de las cortinas de seda italiana, creando un ambiente cálido y acogedor en la sala de estudio.En el centro de la habitación, había una mesa con libros en
Le entregó el tarro de helado y luego la cargó en brazos, estilo princesa. Dantes caminó a pasos lentos hacia su aposento, mientras Lirio sentía su corazón querer salirse de su pecho. Al llegar a la habitación, Dantes la dejó en el suelo para quitarle el tarro de helado de la mano y acariciar su mejilla con una sonrisa. —Desnúdate para mí —ordenó, sentándose en el sofá desde donde tenía una vista perfecta de ella. Dantes cruzó las piernas y colocó un dedo debajo de su barbilla, esperando. —¿No querías jugar? —cuestionó, mirándola con sus ojos grises ardiendo en deseo. —Sí —susurró. —Bien, toma el vestido desde abajo y sácalo por tu cabeza —su orden la puso en automático. Lirio tomó el ruedo del vestido para subirlo y su cabellera se soltó del flojo moño, cayendo como una cascada por sus hombros y espalda—. Eres una obra de arte, mi obra de arte —las palabras salieron de sus labios con un tono ronco y lento. —Dame la braga —extendió su mano en espera de ella. Lirio se las quitó, con
La marca de la soga abarcaba gran parte de su cuerpo en tonos rojizos que, seguramente, en horas pasarían a ser morados; al día siguiente, no estarían allí. Lirio descansaba de su orgasmo sobre el torso de Dantes, que dejaba caricias en círculos en toda su espalda desnuda y, de vez en cuando, sus labios besaban su cabeza, extasiados por el placer y envueltos en su propia burbuja. —Vamos a tomar una ducha para ir a cenar a un restaurante —habló de la nada el príncipe; no tenía ganas de comer en casa. —Mmm… —Nada de ese sonido, nena —regañó, sacándola de arriba sin esfuerzo. Lirio se recostó a su lado y se cubrió la cara con la mano—. Vamos, Lirio —la miró, pero ella ni siquiera se movió. Dantes gruñó bajo antes de fijarse en el pequeño vientre abultado de la loba—. Se ve hermoso —balbuceó. Ella se destapó la cara para verlo llevar sus labios a su abdomen. La barba un poco larga de Dantes le cosquilleaba; ella acarició su corto cabello, que siempre llevaba perfectamente cortado, mien
Como pudo, Dantes se arrastró hasta Lirio. Gruñó de dolor al sentarse y la llevó a su regazo. Ella seguía respirando, pero cada vez le costaba más. Lirio lo miró a los ojos, esperando que su rostro borroso fuera lo último que vería. —Cariño, no te duermas —susurró el príncipe en medio de un sollozo, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas y caían tibias, como si fueran una lluvia, sobre el rostro pálido de Lirio. —Estoy… muy… cansada —la sangre seguía brotando en abundancia de sus heridas. —Saldremos de esta —murmuró, mordiéndose el labio inferior para contener un nuevo sollozo—. Por favor, por favor… Naiko, no la dejes morir —rogó, con la voz quebrada. —Te dije que algún día vendrías a buscarme —respondió el lobo con frialdad y arrogancia. —Ayúdala, por favor —suplicó Dantes. —¿No sería mucho mejor dejarla morir? —replicó Naiko con desdén. Después de todo, era lo que siempre había deseado. —Maldita sea, Naiko… es nuestro cachorro, y ella es nuestra luna —las palabras re
Dos semanas más tarde, Lirio despertó en un ambiente que olía a sus flores favoritas: jazmín. Las hermosas flores se acumulaban en una pequeña mesa e incluso en las esquinas de la habitación del hospital. Sus ojos se adaptaban poco a poco a la luz que se filtraba por el ventanal, donde se encontraba Dantes, mirando la ciudad como si fuera el rey de ella.En un intento de moverse, deja escapar un gemido por el dolor en su costado, resultado de una herida que todavía sigue sanando. Dantes, al escucharla, se gira con un rostro inexpresivo, aunque en el fondo se preocupa por ella. Lirio permanece en silencio mientras él se acerca a una jarra para servirle un poco de agua que le ofrece con un sorbete.Al tomar suficiente agua, su garganta agradece ese gesto.—El bebé… —se le llenan los ojos de lágrimas al no poder sentirlo dentro de ella. Lirio llora como una niña bajo la mirada aún inexpresiva de Dantes.—No lograron salvar al cachorro… demasiados daños —murmuró con calma, mientras el dol
La semana transcurrió rápido. Dantes hacía todo el trabajo desde casa para vigilar a Lirio y asegurarse de que se recuperara. Ya se veía mucho mejor, y no quedaba rastro de las heridas en su piel. La señora Marcela también se ocupaba de ella con todo el cariño del mundo. —El avión estará listo en cuatro horas —murmuró el príncipe, saliendo del baño envuelto en una toalla mientras se secaba el cabello con otra—. Al llegar a Italia, mis hermanas te estarán esperando. Están muy emocionadas por tu llegada y… ¿me estás prestando atención? —preguntó, notando que ella estaba distraída, perdida en cualquier cosa menos en lo que él le decía—. No, no lo haces —su voz se tornó ronca al percibir el aroma de su excitación. —Lo siento —murmuró ella, sonrojada y tímida. Ese gesto solo lo provocaba más, y Dantes lo sabía a la perfección. —No me hagas esto, Lirio —pidió él, con una mueca de frustración. —¿Por qué? Te necesito —dijo en un susurro, lo suficientemente bajo como para que solo él la
El vuelo hasta Sicilia duró 15 horas, con una escala para repostar el combustible del jet. Lirio arribó al aeropuerto aproximadamente a la 1:00 AM. Las trillizas la recibieron con mucho entusiasmo, aunque odiaron a su hermano por hacerlas esperar a esa hora. Comentaban que bien podría haberla enviado para llegar de día.—Cariño, benvenuto (bienvenida) —la saludaron todas con besos y abrazos.—¿Cómo estuvo el viaje? —preguntó Kusi.—È stato buono (fue bueno) —respondió Lirio. Las chicas se rieron por su intento de hablar italiano.—¿Lo hice mal? —cuestionó, sonrojada.—Estuvo fantástico, cielo. Ya aprenderás más con nosotras —le guiñó Kazuma, y Lirio sonrió. —Vamos —dijo mientras subían todas a un jeep. El chofer se puso en marcha, seguido por una caravana de dos autos que acompañaban el vehículo de las princesas.El trayecto fue silencioso, algo inusual considerando lo parlanchinas que eran las trillizas. Lirio supuso que era por la hora. Sin embargo, Kusi rompió el silencio.—Quiero