Capítulo 34: Mi alfa
La semana transcurrió rápido. Dantes hacía todo el trabajo desde casa para vigilar a Lirio y asegurarse de que se recuperara. Ya se veía mucho mejor, y no quedaba rastro de las heridas en su piel. La señora Marcela también se ocupaba de ella con todo el cariño del mundo.

—El avión estará listo en cuatro horas —murmuró el príncipe, saliendo del baño envuelto en una toalla mientras se secaba el cabello con otra—. Al llegar a Italia, mis hermanas te estarán esperando. Están muy emocionadas por tu llegada y… ¿me estás prestando atención? —preguntó, notando que ella estaba distraída, perdida en cualquier cosa menos en lo que él le decía—. No, no lo haces —su voz se tornó ronca al percibir el aroma de su excitación.

—Lo siento —murmuró ella, sonrojada y tímida. Ese gesto solo lo provocaba más, y Dantes lo sabía a la perfección.

—No me hagas esto, Lirio —pidió él, con una mueca de frustración.

—¿Por qué? Te necesito —dijo en un susurro, lo suficientemente bajo como para que solo él la
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