Capítulo 32: Ayúdanos

Como pudo, Dantes se arrastró hasta Lirio. Gruñó de dolor al sentarse y la llevó a su regazo. Ella seguía respirando, pero cada vez le costaba más. Lirio lo miró a los ojos, esperando que su rostro borroso fuera lo último que vería.

—Cariño, no te duermas —susurró el príncipe en medio de un sollozo, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas y caían tibias, como si fueran una lluvia, sobre el rostro pálido de Lirio.

—Estoy… muy… cansada —la sangre seguía brotando en abundancia de sus heridas.

—Saldremos de esta —murmuró, mordiéndose el labio inferior para contener un nuevo sollozo—. Por favor, por favor… Naiko, no la dejes morir —rogó, con la voz quebrada.

—Te dije que algún día vendrías a buscarme —respondió el lobo con frialdad y arrogancia.

—Ayúdala, por favor —suplicó Dantes.

—¿No sería mucho mejor dejarla morir? —replicó Naiko con desdén. Después de todo, era lo que siempre había deseado.

—Maldita sea, Naiko… es nuestro cachorro, y ella es nuestra luna —las palabras re
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