La marca de la soga abarcaba gran parte de su cuerpo en tonos rojizos que, seguramente, en horas pasarían a ser morados; al día siguiente, no estarían allí. Lirio descansaba de su orgasmo sobre el torso de Dantes, que dejaba caricias en círculos en toda su espalda desnuda y, de vez en cuando, sus labios besaban su cabeza, extasiados por el placer y envueltos en su propia burbuja. —Vamos a tomar una ducha para ir a cenar a un restaurante —habló de la nada el príncipe; no tenía ganas de comer en casa. —Mmm… —Nada de ese sonido, nena —regañó, sacándola de arriba sin esfuerzo. Lirio se recostó a su lado y se cubrió la cara con la mano—. Vamos, Lirio —la miró, pero ella ni siquiera se movió. Dantes gruñó bajo antes de fijarse en el pequeño vientre abultado de la loba—. Se ve hermoso —balbuceó. Ella se destapó la cara para verlo llevar sus labios a su abdomen. La barba un poco larga de Dantes le cosquilleaba; ella acarició su corto cabello, que siempre llevaba perfectamente cortado, mien
Como pudo, Dantes se arrastró hasta Lirio. Gruñó de dolor al sentarse y la llevó a su regazo. Ella seguía respirando, pero cada vez le costaba más. Lirio lo miró a los ojos, esperando que su rostro borroso fuera lo último que vería. —Cariño, no te duermas —susurró el príncipe en medio de un sollozo, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas y caían tibias, como si fueran una lluvia, sobre el rostro pálido de Lirio. —Estoy… muy… cansada —la sangre seguía brotando en abundancia de sus heridas. —Saldremos de esta —murmuró, mordiéndose el labio inferior para contener un nuevo sollozo—. Por favor, por favor… Naiko, no la dejes morir —rogó, con la voz quebrada. —Te dije que algún día vendrías a buscarme —respondió el lobo con frialdad y arrogancia. —Ayúdala, por favor —suplicó Dantes. —¿No sería mucho mejor dejarla morir? —replicó Naiko con desdén. Después de todo, era lo que siempre había deseado. —Maldita sea, Naiko… es nuestro cachorro, y ella es nuestra luna —las palabras re
Dos semanas más tarde, Lirio despertó en un ambiente que olía a sus flores favoritas: jazmín. Las hermosas flores se acumulaban en una pequeña mesa e incluso en las esquinas de la habitación del hospital. Sus ojos se adaptaban poco a poco a la luz que se filtraba por el ventanal, donde se encontraba Dantes, mirando la ciudad como si fuera el rey de ella.En un intento de moverse, deja escapar un gemido por el dolor en su costado, resultado de una herida que todavía sigue sanando. Dantes, al escucharla, se gira con un rostro inexpresivo, aunque en el fondo se preocupa por ella. Lirio permanece en silencio mientras él se acerca a una jarra para servirle un poco de agua que le ofrece con un sorbete.Al tomar suficiente agua, su garganta agradece ese gesto.—El bebé… —se le llenan los ojos de lágrimas al no poder sentirlo dentro de ella. Lirio llora como una niña bajo la mirada aún inexpresiva de Dantes.—No lograron salvar al cachorro… demasiados daños —murmuró con calma, mientras el dol
La semana transcurrió rápido. Dantes hacía todo el trabajo desde casa para vigilar a Lirio y asegurarse de que se recuperara. Ya se veía mucho mejor, y no quedaba rastro de las heridas en su piel. La señora Marcela también se ocupaba de ella con todo el cariño del mundo. —El avión estará listo en cuatro horas —murmuró el príncipe, saliendo del baño envuelto en una toalla mientras se secaba el cabello con otra—. Al llegar a Italia, mis hermanas te estarán esperando. Están muy emocionadas por tu llegada y… ¿me estás prestando atención? —preguntó, notando que ella estaba distraída, perdida en cualquier cosa menos en lo que él le decía—. No, no lo haces —su voz se tornó ronca al percibir el aroma de su excitación. —Lo siento —murmuró ella, sonrojada y tímida. Ese gesto solo lo provocaba más, y Dantes lo sabía a la perfección. —No me hagas esto, Lirio —pidió él, con una mueca de frustración. —¿Por qué? Te necesito —dijo en un susurro, lo suficientemente bajo como para que solo él la
El vuelo hasta Sicilia duró 15 horas, con una escala para repostar el combustible del jet. Lirio arribó al aeropuerto aproximadamente a la 1:00 AM. Las trillizas la recibieron con mucho entusiasmo, aunque odiaron a su hermano por hacerlas esperar a esa hora. Comentaban que bien podría haberla enviado para llegar de día.—Cariño, benvenuto (bienvenida) —la saludaron todas con besos y abrazos.—¿Cómo estuvo el viaje? —preguntó Kusi.—È stato buono (fue bueno) —respondió Lirio. Las chicas se rieron por su intento de hablar italiano.—¿Lo hice mal? —cuestionó, sonrojada.—Estuvo fantástico, cielo. Ya aprenderás más con nosotras —le guiñó Kazuma, y Lirio sonrió. —Vamos —dijo mientras subían todas a un jeep. El chofer se puso en marcha, seguido por una caravana de dos autos que acompañaban el vehículo de las princesas.El trayecto fue silencioso, algo inusual considerando lo parlanchinas que eran las trillizas. Lirio supuso que era por la hora. Sin embargo, Kusi rompió el silencio.—Quiero
Maquillajes, vestidos, accesorios y sobre todo tacones se acumulaban en la habitación de una de las trillizas mientras todas se arreglaban juntas. Lirio recibía mayor atención y se limitaba a decir que sí en cada momento, ya que ellas habían elegido la ropa y todo lo que usarían esa noche.—Es muy corto —masculló la loba al ver el vestido de lentejuelas que le habían dado. Las trillizas la miraron con el ceño fruncido y los labios apretados, ya que todas llevaban uno del mismo largo.—No exageres como nuestro padre —pidió Kusi, poniendo los ojos en blanco.—Olvídate de eso, cielo, eres hermosa y sexy. No debemos preocuparnos por nada esta noche, además, el club al que vamos pertenece a la familia —avisó Kazuma mientras se aplicaba más brillo labial.Todas estaban listas, así que tomaron sus bolsas y sujetaron a
—No hay nada interesante en esta maldita fiesta —comentó el príncipe con mal humor a su lobo mientras Lorena conversaba animadamente con unos vampiros a su lado.—Igual esperaba que tuviéramos noticias, pero ha sido un fracaso total —respondió el lobo, coincidiendo con su frustración. No se hablaba nada de lo que ellos esperaban.—Lorena, ya debo irme —susurró Dantes al oído de la vampiresa.—Te acompaño. Seguimos la conversación después —dijo ella, despidiéndose de los vampiros con los que hablaban. Asintieron de inmediato, y Lorena, colgada del brazo de Dantes, lo acompañó hasta la salida de la mansión—. Estoy muy agradecida de que hayas venido por mí —susurró con una sonrisa tierna, mirándolo directamente a los ojos.—No ten&iac
Con un gruñido, Dantes palpa su mesa de noche, donde su móvil suena sin parar. Al encontrarlo, responde la llamada sin siquiera fijarse en el nombre de quien lo ha estado marcando a estas altas horas de la madrugada.—¿Qué? —gruñó, molesto.—Es Lirio —la voz preocupada de Enzo hizo que todo el sueño desapareciera de su cuerpo, y el miedo se sintiera como un cuchillo afilado—. Está desaparecida, no tenemos rastro de ella desde temprano —informó el rey, sin dar por hecho lo que estaba sucediendo bajo sus propias narices.—¡¿Qué mierda dices?! —un rugido salió desde el pecho de Dantes, olvidando por completo que su hermano es el rey y que nunca debería hablarle en ese tono. Dantes jamás había sentido tanto miedo como el que corría rápidamente por sus venas mientras se pon&iacut