Capítulo 25: Oscuro deseo

En la habitación, Dantes se encargó de deshacerse de toda la ropa de Lirio, dejándola completamente desnuda ante sus ojos. Ya no había ninguna marca en la piel blanca de la loba, excepto por la mordida en su cuello, señal de que estaba marcada.

—Quédate aquí —ordenó, mientras entraba al vestidor. Como en la mansión en Sicilia, Dantes tenía una sección completa de objetos para dar placer detrás del espejo. De todo lo que había, tomó un vibrador, pinzas para pezones, esposas de cuero, aceite y un antifaz. Guardó todo en sus bolsillos, excepto el antifaz.

Al salir, la loba seguía en el mismo lugar donde la había dejado. Le entregó el antifaz, que ella se colocó enseguida mientras retorcía los dedos, ansiosa. Dantes, por su parte, se deshizo de su camiseta, dejando su torso desnudo, y soltó el moño de Lirio, haciendo que su cabello castaño cayera como una cascada hasta su trasero.

Le encantaba verla de ese modo; ante sus ojos, ella parecía una ninfa del bosque, como esas que describen los
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