Todas las mañanas, cuando el reloj marca las ocho y media tomo el elevador que me lleva al piso veintiuno. Siempre quedo sola en el ascensor, soy la única que va a ese piso, pues es allí donde queda la oficina del CEO.
Llevo trabajando en la compañía Sanders por cinco años como secretaria, me siento afortunada porque hasta el momento mi jefa Margara me ha tratado bien. Como cualquier trabajo he tenido mis problemas, sobre todo porque la presión que se vive en una compañía tan grande es inmensa.
Por debajo del vidrio de mis lentes me froto el ojo izquierdo. No he podido dormir bien, con esto de la jubilación de mi jefa y las especulaciones del nuevo CEO no he podido dormir.
Las puertas del ascensor se abren y entro seguida de todo un grupo de personas que me arrastran hasta el fondo (el diario vivir).
Las puertas del ascensor están a punto de cerrarse, pero se escucha al fondo la voz de un hombre y no entiendo cómo permiten que entre, si ya no cabe un alma más. Afortunadamente en el segundo piso se bajan tres mujeres y así las personas se acomodan en el pequeño cubículo y me permiten respirar.
Hace calor, me echo aire con la mano izquierda y después acomodo mi largo cabello castaño detrás de mi espalda.
Las personas siguen bajando y ya nos encontramos los pocos que suben a los últimos niveles. Nos conocemos, con el pasar de los años hasta ya nos sabemos nuestros nombres.
—¿Ya te enteraste? —me pregunta Raúl, del área de marketing—. Hoy viene el nuevo jefe, aún no le conocemos la cara, pero ya pidió la renuncia de tres en el área de cartera. —Hago un gesto de impresión—. Venga, Evie, suéltalo ya, serás su secretaria, ¿cómo es que dices que no sabes absolutamente nada de él?
—No es que no lo sepa —explico—, es el sobrino de Margara, como ella no tuvo hijos, bueno, debe darle el mando a su sobrino. Hijo único de los Sanders. Único heredero. Ya sabes cómo funciona esto. No lo conozco en persona, pero ya antes he socializado con personas de esa familia y déjame decirte que la única amable es Margara, no conozco a ningún otro integrante que sea buena persona. Válgame, Dios, ¿cómo me pudieron quitar a tan buena jefa? —Suelto un suspiro de tristeza.
Raúl, que lleva un vaso de papel repleto de café, le da un largo trago y después niega ligeramente con la cabeza.
—Estos jovencitos de hoy en día, ¿cómo pueden entregarle la compañía Sanders a un aparecido que no tiene experiencia de nada? —suelta con amargura—. No ha llegado a la empresa, pero ya está despidiendo gente, lo peor es que son los más antiguos. Seguro y quiere renovar el personal con gente de su edad. —Me repara por el rabillo del ojo—. Bueno, tú te libras, eres bastante joven.
—Pues aún no canto victoria —le digo mientras acomodo el gafete que cuelga de mi cuello—, tal vez y sea de esos jefes que prefieren secretarias rubias y sexys.
Noto el hombre alto y rubio que permanece imperito delante nuestro. Somos los últimos tres que quedan en el ascensor.
Normalmente siempre somos Raúl y yo los que a estas primeras horas de las mañanas nos quedamos solos en el ascensor, él se baja dos pisos antes del mío.
—¿Y este quién será? —le susurro a Raúl.
Él toma otro largo trago de su café.
—Ni idea, seguro algún nuevo que se ha perdido —suelta una risita—. Dejemos que siga perdido, a ver a dónde terminará.
—Pues a este paso se bajará en el último piso —digo y barro de pies a cabeza al hombre frente a mí, es muy alto, con una espalda ancha y lleva puesto un traje oscuro a la medida, se ve costosísimo.
Las puertas del ascensor se abren y Raúl se dispone a salir.
—Ten buen día, guapa —se despide.
Antes de salir le echa una mirada rápida al hombre delante de mí, debe alzar un poco la mirada porque el desconocido lo sobrepasa en altura.
La duda comienza a invadirme, ¿realmente es un nuevo que se le ha olvidado a qué piso va? Avanzo un paso adelante para verle el rostro y disponerme a preguntarle a dónde va.
—Disculpa… —suelto, pero me detengo de golpe.
Es Adam Sanders.
La respiración se me congela. M****a, m****a, m****a…
Vuelvo la mirada al frente, pero siento que sus ojos están puestos en mí. Los segundos pasan muy… lentamente…
Siento una gota de sudor que resbala por mi frente. Mis sentimientos se revuelven, agolpándose en mi pecho, la nostalgia y la culpa hacen que mis pupilas se inunden de lágrimas.
Cabello rubio, ojos azules intensos, piel blanca y un tanto pálida… Qué recuerdos me trae, me llevan a esa tarde de lluvia.
El elevador de detiene, abre sus puertas en el último piso. Adam se dispone a salir y todos mis miedos se hacen realidad.
Da media vuelta cuando se encuentra afuera del ascensor y por primera vez en seis años nuestras miradas vuelven a cruzarse.
—¿No piensas salir, Evie? —pregunta.
Nuestros mundos giraban sumamente cerca en el universo, pero no hacían colisión. Por seis años ha sido así.
Ahora nuestros planetas se han chocado, creando un gran desastre a su paso.
Siento que tengo mi corazón en las manos, palpitando, agonizando. Lo he visto una vez más, lo que tanto añoré, por fin se ha dado.
Adam Sanders, el joven al que le rompí el corazón hace seis años cuando rechacé su propuesta de matrimonio, será mi nuevo jefe.
No debí hablar mal de la familia Sanders en el elevador. No debí fingir no conocer a la familia Sanders y mostrarme despreocupada. Ya me he asegurado mi despido de la compañía Sanders. Salgo del ascensor fingiendo que no ha pasado nada, intentando poner mi mejor cara. Soy la única que daña el primer encuentro con un exnovio, dando su peor versión. Por mi gran bocota y lengua larga he firmado mi renuncia en la compañía en la que por años he trabajado. Veo que Margara ya se encuentra en la oficina, se acerca a nosotros sosteniendo una enorme sonrisa, aunque es evidente que no es por mí, sino por su sobrino. Se saludan con cariño, dándose un abrazo. Intento retirarme sutilmente, pero Margara me busca con la mirada. —¿Ya conoces a Evie? —pregunta a Adam—. Ha sido mi secretaria por cinco años, conoce tan bien el funcionamiento de la empresa que será tu mano derecha. Finjo una sonrisa mientras siento que Margara me agarra del brazo y sutilmente me arrastra hasta ella. —Sí, la conozc
Adam volvió a sonreír, pero esta vez su mirada me estaba seduciendo, recordándome a esas noches cuando me abrazaba en la cama y me susurraba palabras lindas. Parpadeo dos veces para volver en sí, necesito que su belleza deje de cautivarme. Veo que toma un papel del escritorio, le echa una mirada rápida y después me lo ofrece. —Necesito que leas esto. —¿Qué es esto? —pregunto. Intento mantenerme lo más seria posible y no dejarme cautivar por sus encantos naturales que desbordaba al hacer un simple movimiento. —Quiero hacer un negocio contigo —me informa—, uno donde los dos saldremos beneficiados. Suelto un suspiro para calmar mis nervios, ¿está intentando sobornarme para dejar la empresa? —Adam… —Me detengo en seco y recuerdo que ahora es mi jefe—. Señor Sanders, esto no es necesario, si lo que desea es que yo renuncie, lo haré sin ningún problema. Entiendo que para ambos será incómodo trabajar juntos debido a nuestro pasado. Intento entregarle el papel, pero no lo acepta, así
—Necesito pensarlo —confieso mientras inclino la mirada a la hoja que reposan en mis piernas. —Tienes el resto de la semana para pensarlo, el sábado por la mañana espero tu respuesta. Me levanto del sillón de cuero y por un momento nos observamos fijamente. Siento un impulso de abalanzarme a Adam y comerlo a besos. —Debo volver al trabajo, señor Sanders —susurro, calmando mis impulsos carnales. Siento su respiración golpear en mi rostro y hacerme cosquillas. Estamos tan cerca… —La llamaré cuando la necesite, señorita Flores —susurra y vuelve a mostrarme aquella sonrisita ladina y coqueta. Salgo de la oficina de Adam acalorada, con las mejillas encendidas de rubor y un cosquilleo de emoción en el pecho. Al sentarme en mi escritorio vuelvo a observar el gran ventanal, pero las persianas están corridas, así que no puedo verlo. *** En el restaurante apenas había una pareja de ancianos que tomaban
La habitación había tomado el ambiente necesario para lo que debía proceder. Hacía más de dos años que no tenía sexo con algún hombre, ni siquiera intenté en todo este tiempo estimularme. Llegué a creer que nunca más volvería a sentir excitación… aunque volver a estar cerca de Adam despertó en mí cada fibra de mi cuerpo, recordándome lo que era desear con todas las fuerzas que un hombre me poseyera. El recordar todas las veces que lo deseé a la distancia y saber que ahora lo tenía detrás de mí, estrechándome y besándome el cuello, hombro y que poco a poco bajara las mangas de mi vestido, hasta desnudar mi espalda… me llenaba de una excitación que solamente él en el pasado logró hacerme sentir. Me volteé y lo observé fijamente, acercando mi nariz hasta rozar con la suya. —Adam… hazme tuya otra vez, por favor —susurré. Tomó mi barbilla con una mano suavemente, hasta hacer que nuestros labios se encontraran. Su suave tacto; el sabor del vino en nuestros paladares; nuestras lenguas
—Debiste informarme, Hugo, ¡es la casa que me heredó mi madre, ¿cómo pudiste hacerme esto?! —exclamé con impotencia.—¡Cállate de una puta vez! —restalló Hugo y me dio un bofetón, haciendo que cayera al suelo.Con vista borrosa, vislumbré su silueta abalanzarse a mí. Intenté defenderme, gritar y pedir auxilio.El filo del cuchillo perforó mi abdomen y todo cesó. Hugo salió corriendo, dejándome tendida en la cocina, desangrándome.Pobre chica tonta. Pobre mujer que se deja engañar de un hombre. Pobre Evie… que va a morir a manos de un vil estafador. ***Me desperté abruptamente, jadeando y con mi cuerpo cubierto por una capa de sudor. Las lágrimas corrían por mis mejillas y la herida en mi vientre ardía, recordándome mi triste y penoso pasado.Un día más en que las pesadillas me hacen cargar unas terribles ojeras.Después de bañarme y cambiarme, me siento frente al tocador, observándome el rostro. Me pregunto c
A primera hora del día me llegó un pedido, me extrañé en gran manera, porque yo no estaba esperando ningún encargo. Le intenté explicar al joven que tal vez era un error, pero él constató en su planilla y sí, efectivamente era yo.Con curiosidad, abrí la caja y mi sorpresa fue tan grande que solté un grito de emoción. Era un vestido rojo, elegantísimo de la marca Chanel y unos tacones dorados Gucci.En la caja también estaba una nota con un mensaje inscrito: “Una hermosa dama necesita las mejores prendas para lucir su bella figura. Úsalos este sábado. Tuyo, Adam”.Solté un enorme suspiro después de leer la nota y las lágrimas de emoción inundaron mis pupilas.Natalie tiene razón, Adam me sigue amando, me lo está demostrando.Decidí agradecerle su regalo dándole u
Natalie dejó salir un suspiro. Apretó los labios mientras me veía de forma lastimera.—No lo entiendo, ¿por qué es tan malvado contigo? —soltó.—Se venga de mí, es evidente —tomé un trago de la botella de cerveza—. Vio la oportunidad de hacerme sufrir y es lo que hace.—Pero ¿y el embarazo? ¿Y el pago de la hipoteca? —cuestionó—. Evie, no tiene lógica, ¿por qué gastar tanto dinero para ayudarte? Y los regalos, las constantes salidas a restaurantes lujosos… Alguien que detesta a una persona no se toma tantas molestias.—Me parece que sí quiere tener un hijo, se esmera mucho en ello —confesé—, pero también tiene resentimiento hacia mí.—Tal vez su novia no puede tener hijos y acordaron tener un hijo por otros medios. —Natalie tomó
La conducta de Adam me confundía. Me estaba volviendo loca. ¿Por qué quería estar conmigo y tener un hijo si seguía sin perdonarme? ¿Cuáles eran sus verdaderas intenciones?Mi celular suena y lo reviso con cansancio, en todo el día he tenido mucho trabajo y lo único que quiero es una ducha y acostarme a dormir temprano.“Las zorras como tú deben morir” leo.Un malestar invade mi pecho, subiendo hasta mi garganta y dándome un mal sabor. Hugo.No se sintió satisfecho con intentar asesinarme y dejarme con una enorme deuda en el banco. Ahora me amenaza con matarme y enviarme constantes mensajes de amenaza.Bloqueo el número y borro el mensaje. Estoy acostumbrada a esto, hace dos años lo hace, a este paso ya no me atemorizan, pero sí que duelen, porque no me dejan superar ese oscuro pasado.Alzo la mirada y observo por la ventana d