—No entiendo por qué Adam me ocultaría algo tan importante —comentó Evie, un leve mareo la empezaba a consumir.
—Pues sus razones tendrá Adam, es evidente que no quiere hacerte enojar —dijo Raquel—. Lo único que te aconsejo es que tengas cuidado… Roberta te ve ahora como su mayor obstáculo para poder quedarse con Adam y es de las que le gusta jugar sucio. Ese cuentecito de la compañera de natación es un simple pretexto para estar cerca de él.
Ese día, cuando Evie iba en el auto rumbo a la casa, acompañada de Adam, sentía que el cúmulo de emociones quería reventar en su interior, cuestionándose el por qué su esposo le ocultaría el que se veía todas las semanas con una exnovia. Le enojaba mucho más el que se hubiera enojado con ella porque le ocultó que en el pasado tuvo una aventura con Jairo, cu
A Francisco le encantó la idea de poder hacer la firma de autógrafos y habló con el departamento de márketing para programar la fecha del evento. Evie no estaba tan preocupada por ello, realmente toda su atención estaba enfocada en la cena que se daría ese viernes. Si iba a conocer a Roberta, lo haría completamente preparada.Se preparó desde mucho antes para la ocasión, arreglándose el cabello y comprando un vestido. Además, quería hacerle un regalo especial a Adam y así encender el amor entre ellos, esperaba el poder darle el detalle esa noche.Sin embargo, nada le avisó que el momento sería tan devastador. Roberta era más joven que ella, con una figura esbelta, de cabello rojo y ojos verdes. Y lo peor de todo, al lado de Adam se veía bastante bien, sonreía y lo observaba como si fuera el hombre más perfecto del mundo.Estaban los tres conversando en aquel gigante salón de eventos y parecía que nada más existían ellos dos, tenían bromas que nada más Adam y Roberta entendían, reían a
—Claro que te elijo a ti, eres mi esposa, Evie. —Adam la tomó de las manos y la apretó con fuerza—. Yo a ti te amo, no puedo verme viviendo otra vida si no estás a mi lado. Te amo, Evie, siempre te voy a elegir, en esta vida o en otra. No permitiré que una persona dañe nuestro matrimonio, tuvimos que pasar por tantos problemas para estar juntos que no voy a permitir que venga una persona externa a dañarlo todo.Adam abrazó a Evie, pero aún sentía que ella no podía creer del todo sus palabras.Volvieron a la mansión aún con esa distancia separándolos. Evie subió directo a la habitación, Adam la siguió, quería preguntarle si iban a cenar, pero todo de ella le informaba que lo menos que quería era seguir a su lado.Vio que ella se acostó en la cama y abrazó una cajita roja, presentía que ella quer&iacut
Los labios de Evie temblaban mientras el nudo crecía en su garganta. Sentada en la silla de madera, su espalda permanecía rígida ante la situación. Era inevitable, la situación estaba planteada y el desenlace había comenzado.—Bien… si esa es la decisión que se ha tomado, bien… —esbozó.Sus palabras salieron de su boca y se escurrieron con poca fuerza por la amplia sala de estar.Un divorcio. Finalmente, su historia al lado de Adam Sanders finalizaría en un inevitable divorcio. La idea comenzaba a marearla, obligándola a parpadear tres veces, creando la inevitable situación en la que una lágrima rebelde se deslizó por su mejilla izquierda.Y, mientras, Adam permanecía imperturbable a su lado. Se había preparado mentalmente para dar la noticia.Un divorcio venía en camino, creando paso ante Evie, dejándola acorralada y vulnerable.—Es lo mejor para los dos, un tiempo para pensar y estar alejados de todo —informó Adam, arrugó el entrecejo y se sorprendió al ver a su mujer llorar—. ¿Po
Todas las mañanas, cuando el reloj marca las ocho y media tomo el elevador que me lleva al piso veintiuno. Siempre quedo sola en el ascensor, soy la única que va a ese piso, pues es allí donde queda la oficina del CEO. Llevo trabajando en la compañía Sanders por cinco años como secretaria, me siento afortunada porque hasta el momento mi jefa Margara me ha tratado bien. Como cualquier trabajo he tenido mis problemas, sobre todo porque la presión que se vive en una compañía tan grande es inmensa. Por debajo del vidrio de mis lentes me froto el ojo izquierdo. No he podido dormir bien, con esto de la jubilación de mi jefa y las especulaciones del nuevo CEO no he podido dormir. Las puertas del ascensor se abren y entro seguida de todo un grupo de personas que me arrastran hasta el fondo (el diario vivir). Las puertas del ascensor están a punto de cerrarse, pero se escucha al fondo la voz de un hombre y no entiendo cómo permiten que entre, si ya no cabe un alma más. Afortunadamente en e
No debí hablar mal de la familia Sanders en el elevador. No debí fingir no conocer a la familia Sanders y mostrarme despreocupada. Ya me he asegurado mi despido de la compañía Sanders. Salgo del ascensor fingiendo que no ha pasado nada, intentando poner mi mejor cara. Soy la única que daña el primer encuentro con un exnovio, dando su peor versión. Por mi gran bocota y lengua larga he firmado mi renuncia en la compañía en la que por años he trabajado. Veo que Margara ya se encuentra en la oficina, se acerca a nosotros sosteniendo una enorme sonrisa, aunque es evidente que no es por mí, sino por su sobrino. Se saludan con cariño, dándose un abrazo. Intento retirarme sutilmente, pero Margara me busca con la mirada. —¿Ya conoces a Evie? —pregunta a Adam—. Ha sido mi secretaria por cinco años, conoce tan bien el funcionamiento de la empresa que será tu mano derecha. Finjo una sonrisa mientras siento que Margara me agarra del brazo y sutilmente me arrastra hasta ella. —Sí, la conozc
Adam volvió a sonreír, pero esta vez su mirada me estaba seduciendo, recordándome a esas noches cuando me abrazaba en la cama y me susurraba palabras lindas. Parpadeo dos veces para volver en sí, necesito que su belleza deje de cautivarme. Veo que toma un papel del escritorio, le echa una mirada rápida y después me lo ofrece. —Necesito que leas esto. —¿Qué es esto? —pregunto. Intento mantenerme lo más seria posible y no dejarme cautivar por sus encantos naturales que desbordaba al hacer un simple movimiento. —Quiero hacer un negocio contigo —me informa—, uno donde los dos saldremos beneficiados. Suelto un suspiro para calmar mis nervios, ¿está intentando sobornarme para dejar la empresa? —Adam… —Me detengo en seco y recuerdo que ahora es mi jefe—. Señor Sanders, esto no es necesario, si lo que desea es que yo renuncie, lo haré sin ningún problema. Entiendo que para ambos será incómodo trabajar juntos debido a nuestro pasado. Intento entregarle el papel, pero no lo acepta, así
—Necesito pensarlo —confieso mientras inclino la mirada a la hoja que reposan en mis piernas. —Tienes el resto de la semana para pensarlo, el sábado por la mañana espero tu respuesta. Me levanto del sillón de cuero y por un momento nos observamos fijamente. Siento un impulso de abalanzarme a Adam y comerlo a besos. —Debo volver al trabajo, señor Sanders —susurro, calmando mis impulsos carnales. Siento su respiración golpear en mi rostro y hacerme cosquillas. Estamos tan cerca… —La llamaré cuando la necesite, señorita Flores —susurra y vuelve a mostrarme aquella sonrisita ladina y coqueta. Salgo de la oficina de Adam acalorada, con las mejillas encendidas de rubor y un cosquilleo de emoción en el pecho. Al sentarme en mi escritorio vuelvo a observar el gran ventanal, pero las persianas están corridas, así que no puedo verlo. *** En el restaurante apenas había una pareja de ancianos que tomaban
La habitación había tomado el ambiente necesario para lo que debía proceder. Hacía más de dos años que no tenía sexo con algún hombre, ni siquiera intenté en todo este tiempo estimularme. Llegué a creer que nunca más volvería a sentir excitación… aunque volver a estar cerca de Adam despertó en mí cada fibra de mi cuerpo, recordándome lo que era desear con todas las fuerzas que un hombre me poseyera. El recordar todas las veces que lo deseé a la distancia y saber que ahora lo tenía detrás de mí, estrechándome y besándome el cuello, hombro y que poco a poco bajara las mangas de mi vestido, hasta desnudar mi espalda… me llenaba de una excitación que solamente él en el pasado logró hacerme sentir. Me volteé y lo observé fijamente, acercando mi nariz hasta rozar con la suya. —Adam… hazme tuya otra vez, por favor —susurré. Tomó mi barbilla con una mano suavemente, hasta hacer que nuestros labios se encontraran. Su suave tacto; el sabor del vino en nuestros paladares; nuestras lenguas