Adam volvió a sonreír, pero esta vez su mirada me estaba seduciendo, recordándome a esas noches cuando me abrazaba en la cama y me susurraba palabras lindas.
Parpadeo dos veces para volver en sí, necesito que su belleza deje de cautivarme.
Veo que toma un papel del escritorio, le echa una mirada rápida y después me lo ofrece.
—Necesito que leas esto.
—¿Qué es esto? —pregunto. Intento mantenerme lo más seria posible y no dejarme cautivar por sus encantos naturales que desbordaba al hacer un simple movimiento.
—Quiero hacer un negocio contigo —me informa—, uno donde los dos saldremos beneficiados.
Suelto un suspiro para calmar mis nervios, ¿está intentando sobornarme para dejar la empresa?
—Adam… —Me detengo en seco y recuerdo que ahora es mi jefe—. Señor Sanders, esto no es necesario, si lo que desea es que yo renuncie, lo haré sin ningún problema. Entiendo que para ambos será incómodo trabajar juntos debido a nuestro pasado.
Intento entregarle el papel, pero no lo acepta, así que quedo con la mano alzada en el aire. Vuelvo a soltar otro suspiro, intentando mantener la compostura.
Adam sigue observándome con su sonrisa seductora.
—No voy a despedirte —informa.
Ahora ya no entiendo nada.
—Quiero que hagamos un negocio, Evie —propone—, uno donde los dos recibiremos muchos beneficios.
Mis orejas se vuelven grandes al escuchar las palabras “beneficio” y “negocio”.
Mi pulso palpita tanto que hace que me hormigueen las manos y pies. Aunque me ha aclarado que no tiene intenciones de despedirme, aún estoy alerta, sé que podría intentar vengarse de mí.
Bajo la mirada al papel que sostienen mis manos temblorosas y empiezo a leer tan deprisa que no puedo entender lo que dicen las palabras. Además, el silencio que hace Adam no me ayuda en lo absoluto para calmar mi ansiedad.
—Quiero que seas la madre de mi hijo —suelta a bocajarro.
Alzo muy deprisa mi rostro hasta él.
—¿Qué? —pregunto sin lograr salir del estupor.
Creo que he escuchado mal. Pero su rostro, que ahora es sumamente serio, me informa que no, no he escuchado mal, es todo lo contrario.
—Si aceptas quedar embarazada de mí, ganarás cien millones de dólares al momento de nacer el bebé —explica—. Tendremos el plazo de un año para concebirlo. —Hace una pausa para que logre procesar la información—. ¿Aceptas?
Espero unos segundos, esperando a que soltara la risotada y me dijera que era una broma, algo por el estilo.
De hecho, volteo a ver a mi alrededor, intentando encontrar alguna cámara que me informara que se trata de esas bromas que suben en redes sociales. Sin embargo, al volver a mirarle entiendo que Adam habla muy en serio, de hecho, él siempre lo hace, su personalidad se caracteriza por esto; claramente se trata de un hombre de negocios que no tiene tiempo para malgastarlo en cosas inútiles (incluyendo también personas).
Trago en seco y muerdo mi labio inferior, bajo el papel que tengo en mis manos y entonces en mi lectura encuentro mi nombre, también la cifra que él acababa de mencionar y por último la palabra “heredero”.
Era real. Adem Sanders me está pidiendo que me convirtiera en la madre de su hijo. No piensa despedirme, para él sirvo más embarazada que despedida.
Dejo el documento sobre mis piernas y analizo a mi exnovio con la mirada.
—¿Quieres que te sirva como vientre de alquiler? —inquiero.
Despliega una sonrisa de esas seductoras que me aún siguen fascinándome.
—No —responde calmadamente.
—¿Entonces qué es lo que quieres exactamente? —cuestiono—. ¿Lo que quieres son mis genes?
—Quiero que seas la madre de mi futuro hijo —explica—, así de simple.
—¿Harás eso de implantar tu esperma en mi ovario? ¿Harás ese tipo de cosas? —seguí preguntando.
Aunque me parece un tanto estúpida la idea, porque ya los dos nos conocíamos hasta el alma.
Por temas de cómo procrearíamos a dicho heredero no encontraba ningún problema en hacerlo de forma natural, pues sería todo un placer recordar viejos tiempos con Adam.
Sin embargo, no sabía nada de él desde hacía un tiempo, tal vez se casó y su esposa era estéril, por lo cual buscaban otras formas de concebir un bebé.
Adam seguía mostrando aquella calmada sonrisa que tanta paz me transmitía.
—No, Evie —responde—. Lo que quiero es que quedes embarazada de mí, pero no por esos medios, me gusta más la forma natural.
Se me escapa una sonrisa al escuchar sus palabras y mis muslos se tensan. Noto que su mirada baja hasta mis piernas.
—Disculpa, pero no lo entiendo, ¿por qué harías tal cosa? —insisto y trato de recuperar la seriedad.
—Me parece que eres la mujer ideal para hacerlo —confiesa por fin—. Te conozco bastante bien, sé que eres la indicada para darme el hijo que quiero.
Me siento halagada, al igual como consternada.
¿Cómo puede pensar eso de mí después de haberle rechazado su propuesta de matrimonio? Debería odiarme, gritarme muy enojado, no estar pidiéndome ser la madre de su hijo. ¿O es que aún me ama? ¿Será que no ha podido superarme?
Cómo me encantaría decirle que yo tampoco lo he superado, que lo amo con locura y estos años han sido una tortura… Cómo desearía pedirle que me perdone…
—No será una relación marital —aclara de inmediato—. Esto es un trato: me das un hijo y yo a cambio te daré una cantidad de dinero para que puedas hacer con ello lo que desees.
Veo que confesarle mis sentimientos ya no es una opción. Debo retirar mi corazón agonizante del campo de batalla y guardarlo en mi pecho.
—Entonces, ¿al momento de nacer el bebé… te lo debo entregar? —pregunto.
Esta pregunta lo hace pensar, era casi como si le costara responderla. En su mirada noto un aire de tristeza que me confunde.
Conozco a Adem como la palma de mi mano, aunque hayan pasado tantos años, aún logro leer en su interior. Está escondiendo algo importante.
—Serás su madre, no te quitaré el derecho de verlo crecer —explica—, podremos llegar a acuerdos para que puedas pasar tiempo con él, sin embargo, la conversación la tendremos una vez aceptes mi propuesta.
Aceptar la propuesta de mi exnovio es una llave para volver a su vida, pero esto me dejará a merced de cualquier decisión que él tome.
Si desea romperme el corazón y cobrar venganza, esta es la mejor oportunidad.
—Necesito pensarlo —confieso mientras inclino la mirada a la hoja que reposan en mis piernas. —Tienes el resto de la semana para pensarlo, el sábado por la mañana espero tu respuesta. Me levanto del sillón de cuero y por un momento nos observamos fijamente. Siento un impulso de abalanzarme a Adam y comerlo a besos. —Debo volver al trabajo, señor Sanders —susurro, calmando mis impulsos carnales. Siento su respiración golpear en mi rostro y hacerme cosquillas. Estamos tan cerca… —La llamaré cuando la necesite, señorita Flores —susurra y vuelve a mostrarme aquella sonrisita ladina y coqueta. Salgo de la oficina de Adam acalorada, con las mejillas encendidas de rubor y un cosquilleo de emoción en el pecho. Al sentarme en mi escritorio vuelvo a observar el gran ventanal, pero las persianas están corridas, así que no puedo verlo. *** En el restaurante apenas había una pareja de ancianos que tomaban
La habitación había tomado el ambiente necesario para lo que debía proceder. Hacía más de dos años que no tenía sexo con algún hombre, ni siquiera intenté en todo este tiempo estimularme. Llegué a creer que nunca más volvería a sentir excitación… aunque volver a estar cerca de Adam despertó en mí cada fibra de mi cuerpo, recordándome lo que era desear con todas las fuerzas que un hombre me poseyera. El recordar todas las veces que lo deseé a la distancia y saber que ahora lo tenía detrás de mí, estrechándome y besándome el cuello, hombro y que poco a poco bajara las mangas de mi vestido, hasta desnudar mi espalda… me llenaba de una excitación que solamente él en el pasado logró hacerme sentir. Me volteé y lo observé fijamente, acercando mi nariz hasta rozar con la suya. —Adam… hazme tuya otra vez, por favor —susurré. Tomó mi barbilla con una mano suavemente, hasta hacer que nuestros labios se encontraran. Su suave tacto; el sabor del vino en nuestros paladares; nuestras lenguas
—Debiste informarme, Hugo, ¡es la casa que me heredó mi madre, ¿cómo pudiste hacerme esto?! —exclamé con impotencia.—¡Cállate de una puta vez! —restalló Hugo y me dio un bofetón, haciendo que cayera al suelo.Con vista borrosa, vislumbré su silueta abalanzarse a mí. Intenté defenderme, gritar y pedir auxilio.El filo del cuchillo perforó mi abdomen y todo cesó. Hugo salió corriendo, dejándome tendida en la cocina, desangrándome.Pobre chica tonta. Pobre mujer que se deja engañar de un hombre. Pobre Evie… que va a morir a manos de un vil estafador. ***Me desperté abruptamente, jadeando y con mi cuerpo cubierto por una capa de sudor. Las lágrimas corrían por mis mejillas y la herida en mi vientre ardía, recordándome mi triste y penoso pasado.Un día más en que las pesadillas me hacen cargar unas terribles ojeras.Después de bañarme y cambiarme, me siento frente al tocador, observándome el rostro. Me pregunto c
A primera hora del día me llegó un pedido, me extrañé en gran manera, porque yo no estaba esperando ningún encargo. Le intenté explicar al joven que tal vez era un error, pero él constató en su planilla y sí, efectivamente era yo.Con curiosidad, abrí la caja y mi sorpresa fue tan grande que solté un grito de emoción. Era un vestido rojo, elegantísimo de la marca Chanel y unos tacones dorados Gucci.En la caja también estaba una nota con un mensaje inscrito: “Una hermosa dama necesita las mejores prendas para lucir su bella figura. Úsalos este sábado. Tuyo, Adam”.Solté un enorme suspiro después de leer la nota y las lágrimas de emoción inundaron mis pupilas.Natalie tiene razón, Adam me sigue amando, me lo está demostrando.Decidí agradecerle su regalo dándole u
Natalie dejó salir un suspiro. Apretó los labios mientras me veía de forma lastimera.—No lo entiendo, ¿por qué es tan malvado contigo? —soltó.—Se venga de mí, es evidente —tomé un trago de la botella de cerveza—. Vio la oportunidad de hacerme sufrir y es lo que hace.—Pero ¿y el embarazo? ¿Y el pago de la hipoteca? —cuestionó—. Evie, no tiene lógica, ¿por qué gastar tanto dinero para ayudarte? Y los regalos, las constantes salidas a restaurantes lujosos… Alguien que detesta a una persona no se toma tantas molestias.—Me parece que sí quiere tener un hijo, se esmera mucho en ello —confesé—, pero también tiene resentimiento hacia mí.—Tal vez su novia no puede tener hijos y acordaron tener un hijo por otros medios. —Natalie tomó
La conducta de Adam me confundía. Me estaba volviendo loca. ¿Por qué quería estar conmigo y tener un hijo si seguía sin perdonarme? ¿Cuáles eran sus verdaderas intenciones?Mi celular suena y lo reviso con cansancio, en todo el día he tenido mucho trabajo y lo único que quiero es una ducha y acostarme a dormir temprano.“Las zorras como tú deben morir” leo.Un malestar invade mi pecho, subiendo hasta mi garganta y dándome un mal sabor. Hugo.No se sintió satisfecho con intentar asesinarme y dejarme con una enorme deuda en el banco. Ahora me amenaza con matarme y enviarme constantes mensajes de amenaza.Bloqueo el número y borro el mensaje. Estoy acostumbrada a esto, hace dos años lo hace, a este paso ya no me atemorizan, pero sí que duelen, porque no me dejan superar ese oscuro pasado.Alzo la mirada y observo por la ventana d
En la velada de ese sábado estaban reunidos los más importantes empresarios del país, todos llevando finísimos trajes hechos a la medida.Adam hablaba con una mujer llamada Raquel, esa noche me enteré de que fue su última novia, estuvo con ella por cuatro años, aunque al verlos notaba que seguía habiendo una química palpable. Ella le sonreía y acomodaba su melena oscura con coquetería.Quería irme de ahí, estaba sentada a la mesa, tomando champán, tan solitaria que era evidente que yo no podría encajar nunca en esa sociedad. Me limité a comer y beber champán.A Adam lo conocía todo el mundo, se acercaban a la mesa y hablaban de negocios, aunque él me presentó con todos, era evidente que al escuchar mis apellidos proletariados, perdían el interés y me ignoraban sin ningún atisbo de educación.<
Me encontraba en el patio de mi casa, observando el árbol de mango, estaba repleto de frutas maduras. No me decidía por si hacerlas dulces o una mermelada.—Evie, ¿me estás escuchando? —preguntó Natalie.Volteé a verla y solté un suspiro.—Lo digo muy en serio, Marco está sospechando y sabes lo que va a pasar si se entera de que estás teniendo una relación con Adam. El odio que él le tiene es tan grande que me da mucho miedo… —Abrazó su panza—. Me da miedo cuando habla del odio que le tiene a la familia Sanders. Sé que es injusto que los culpe de la muerte de tu madre, ellos no le hicieron daño y que tú también eres una víctima más, pero… él no lo acepta, aún no acepta haberla perdido.—Tendrá que aceptarlo, en algún momento deberá hacerlo —l