Samantha subió las escaleras con pasos apresurados, casi arrastrando los pies de la rabia que la devoraba por dentro. Cerró la puerta de su habitación con un portazo seco que retumbó en las paredes del pasillo. Su respiración era agitada, su pecho subía y bajaba con fuerza mientras se abrazaba a sí misma con los brazos cruzados.—¡Maldita sea! —espetó en voz baja, caminando de un lado a otro, completamente alterada.Apretó los labios, conteniendo un grito. Sentía que ardía por dentro. José Manuel la había rechazado, otra vez. No solo la había esquivado, la había mirado como si fuera una extraña. Como si fuera insignificante.Se sentó en el borde de la cama y hundió el rostro entre las manos, pero no por tristeza, sino por pura frustración.—¿Hasta cuándo? —susurró entre dientes, furiosa—. ¿Hasta cuándo va a seguir metiéndose entre nosotros?Se refería a Eliana, por supuesto. Aunque estuviera postrada en una cama de hospital, inconsciente durante semanas, su simple existencia bastaba p
La llave giró lentamente en la cerradura.Isaac respiró hondo antes de empujar la puerta. No sabía con exactitud qué lo esperaba dentro. La última conversación con María José había sido fría, seca. Y aunque no era un hombre que temiera enfrentamientos, sentía una incomodidad extraña, casi como si el calor del hogar que tanto había idealizado ya no le perteneciera.Entró y cerró la puerta con suavidad. El apartamento estaba silencioso, como si alguien hubiera ordenado al mundo que se congelara.Desde el pasillo, percibió el tenue olor a lavanda, el mismo que solía calmarlo en las noches largas de trabajo. Pero hoy no le trajo paz. Hoy le recordó que llevaba años sin compartir un verdadero momento con su familia.—Hola... —dijo, apenas audible.María José salió de la cocina con un vaso de agua en la mano. Llevaba un conjunto de algodón cómodo, y su rostro estaba limpio, sin maquillaje. Se veía hermosa. Y lejana.—Isaac —dijo sin emoción—. No te esperábamos.—Pasé por el hospital tempran
La mañana se presentó tranquila, con un cielo despejado y una brisa suave que entraba por la ventana del hospital. Eliana abrió los ojos lentamente, aún con algo de cansancio en la mirada, pero una sonrisa pequeña se dibujó en su rostro al ver a Isaac sentado en la silla, como cada mañana, acompañándola en silencio.—Buenos días —murmuró con voz ronca.—Buenos días, guerrera —respondió él con una sonrisa cálida—. ¿Lista para recibir una buena noticia?Eliana lo miró, con los ojos brillando de expectativa.—¿Cuál?—Hoy te dan el alta.La expresión de ella cambió por completo. Abrió los ojos de par en par y se sentó en la cama de golpe, como si aquello la hubiera despertado del todo.—¿En serio? ¿Hoy?Isaac asintió con entusiasmo.—Sí, ya hablé con los médicos. Dijeron que tu recuperación ha sido admirable y, si sigues así, solo necesitarás reposo, fisioterapia y cuidado en casa. Y yo me voy a encargar de que no te falte nada.Eliana estiró la mano y tomó la de él con fuerza, emocionada
La mañana era tibia y tranquila, con el sol asomándose entre las cortinas del salón. Eliana estaba recostada en el sofá de su nueva casa, observando las hojas danzar con el viento. Aún se sentía débil, pero dentro de sí algo le decía que ese día sería distinto. Su cuerpo lo presentía, aunque su memoria aún navegaba entre brumas.Tocaron la puerta.Isaac se levantó y fue a abrir. José Manuel apareció con Samuel de la mano. El niño, como siempre, iba inquieto, con sus grandes ojos saltando de un lado a otro, como si el mundo fuera un juego que debía descubrir.—Hola —saludó José Manuel con voz fría.Isaac asintió y se hizo a un lado. Eliana, al ver al pequeño entrar, frunció el ceño con una mezcla de confusión y curiosidad. Había algo en ese niño... algo que no podía explicar.Samuel soltó la mano de su padre y caminó hasta ella.—Hola —dijo con una sonrisa desbordante—. ¿Te acuerdas de mí? Soy yo… tu ninja.Eliana abrió los ojos con sorpresa.—¿Mi qué…?—Mi ninja —repitió Samuel con co
La lluvia golpeaba con fuerza las ventanas de cristal del lujoso rascacielos donde se encontraba Eliana Álvarez, la mujer más influyente en el mundo de la tecnología y la innovación. Dueña de un imperio que ella misma construyó desde las cenizas, una mujer que aprendió que la única forma de sobrevivir era con una sonrisa afilada y un corazón blindado.Estaba en su oficina, observando la ciudad desde lo alto, con una expresión serena pero calculadora. Su teléfono vibró y su asistente entró sin anunciarse.—Señorita Álvarez, la junta con los inversores de Singapur comienza en cinco minutos.—Diles que esperen —respondió sin apartar la vista de la lluvia.Eliana sabía que podía hacerlos esperar. Era la reina de su propio tablero de ajedrez, y nadie movía una pieza sin su permiso.A lo largo de los años, había perfeccionado el arte de la indiferencia. Después de todo, la vida le enseñó que el amor y la confianza solo servían para ser destruidos.Pero lo que no sabía era que, en cuestión d
La respiración de Eliana era irregular, sus manos temblaban de pura rabia. Samuel sollozaba, forcejeando contra el agarre cruel de Samantha.No lo pensó. No dudó.Su puño voló directo al rostro de Samantha.El sonido del golpe resonó en el aire.Samantha soltó un grito ahogado y, en el impacto, aflojó el agarre sobre el niño. Eliana aprovechó el momento y lo jaló hacia ella, abrazándolo con fuerza.—Tranquilo, pequeño —susurró, acariciándole el cabello—. Ya estás a salvo.Pero antes de que pudiera reaccionar, una voz grave y gélida la detuvo.—¿Qué rayos está pasando aquí?Eliana sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies.José Manuel.El solo sonido de su voz le revolvió el estómago.Cuando levantó la mirada, lo encontró allí, a solo unos metros. Alto, imponente, con esos ojos oscuros que alguna vez la miraron con amor… y que ahora solo reflejaban frialdad.Por un segundo, sintió que no podía respirar.Años. Años sin verlo, sin escuchar su voz, sin recordar el pasado que había tra
Eliana cerró la puerta de su departamento y apoyó la espalda contra la madera, sintiendo cómo la respiración se le entrecortaba. Su pecho subía y bajaba con fuerza, pero no por el cansancio… sino por la furia contenida.Ver a José Manuel después de tantos años había sido un golpe que no esperaba. Creyó que el tiempo la había fortalecido, que el éxito borraría las cicatrices del pasado. Pero ahí estaba, con el corazón latiéndole en los oídos y el alma revuelta por los recuerdos.Porque su traición todavía dolía.Se dejó caer en el sofá y cerró los ojos, permitiendo que su mente la arrastrara a ese día… el día en que todo se derrumbó.Seis años atrásLas risas resonaban en el pequeño laboratorio improvisado de la universidad. Ella y José Manuel trabajaban hasta altas horas de la madrugada, rodeados de planos, fórmulas y notas garabateadas con ideas que podían cambiarlo todo.—Esto es increíble, Eli —le había dicho él, con esa mirada llena de admiración y emoción que la hacía sentir inve
La luz del sol se filtraba a través de los ventanales de la imponente mansión de José Manuel. Todo en su hogar hablaba de éxito: los muebles de diseño, las alfombras importadas, la mesa del comedor larga y pulida con precisión. Sin embargo, dentro de aquellas paredes, el ambiente estaba lejos de ser cálido.El desayuno estaba servido con la misma perfección de siempre: jugos recién exprimidos, pan crujiente y café aromático. Pero la tensión en el aire hacía que todo supiera amargo.En el extremo de la mesa, Samuel removía su cereal con la cuchara, sin entusiasmo. Su cuerpo inquieto balanceaba las piernas bajo la silla, pero a diferencia de otros días, no hacía ruidos, no reía ni corría de un lado a otro.José Manuel lo observó con atención.Normalmente, su hijo era un torbellino de energía, un pequeño huracán que hablaba sin parar y hacía travesuras a cada instante. Pero ahora, bajo la mirada de Samantha, estaba apagado.—Samuel, come —ordenó con voz firme.El niño dejó la cuchara y l