María sacó ansiosamente el envoltorio que aún no había tirado: —Oficial, déjenos explicarle, no es lo que parece. Solo comimos un chocolate con licor. ¡Mire!El policía la miró con recelo y pidió a su compañero que le hiciera la prueba de alcoholemia a Andrés.María observó cómo Andrés soplaba y luego... apareció el nivel de alcohol. Se quedó paralizada.Miró a Andrés con culpabilidad, retorciendo sus manos nerviosamente.Andrés bajó del coche, tomó la mano de María para tranquilizarla y explicó pacientemente al policía: —Lo siento, olvidamos que los chocolates con licor contienen alcohol.María asintió enérgicamente.De repente, recordó algo, soltó la mano de Andrés y fue al maletero. Lo abrió y sacó dos cajas de regalo que entregó al policía: —Nos casamos ayer, estos son nuestros regalos de boda. Solo sentí curiosidad y comí un chocolate con licor, y entonces... Lo siento mucho, oficial, prometemos no volver a comer chocolates con licor mientras conducimos.El policía, algo escéptico
Esa voz era demasiado familiar.María tensó las manos mientras miraba a Daniel. Ahora sentía náuseas al verlo. Cada vez que cerraba los ojos recordaba sus gritos y golpes. El incidente en el centro comercial la había traumatizado profundamente.Siempre pensó que Daniel simplemente era frío y no la quería, pero que en el fondo era buena persona. Los eventos recientes le mostraron que estaba podrido por dentro - su amor por él le había puesto un filtro que lo hacía parecer excepcional.Sin ese filtro, María lo veía terriblemente ordinario. No era tan alto como el señor Vargas, ni tenía su físico o su atractivo rostro. Y lo más valioso: el señor Vargas era mucho más estable emocionalmente, ¡y no tenía ex novias!—¿Qué pasa? ¿Ahora que estás casada ya no quieres compartir los regalos conmigo? —preguntó Daniel con voz profunda, su nuez de Adán moviéndose mientras miraba fijamente su cabello, deseando acariciarlo como nunca se había atrevido a hacer cuando tenía el derecho.María guardó el r
Daniel apretaba tanto los dientes que casi se los rompe. Sus manos temblaban visiblemente, haciendo que María instintivamente retrocediera un paso mientras sujetaba la mano de Andrés. Mejor alejarse, pensó, por si este perro rabioso decidía morder y no pudieran defenderse.Andrés mantenía una sonrisa burlona, su mirada desafiante clavada en Daniel, quien estaba al borde de la furia. Sin embargo, al recordar la paliza que Carlos le había dado el día anterior, poco a poco aflojó sus puños y la ira en sus ojos disminuyó.¿Eh? ¿Ya no estaba enojado?María se sorprendió por este cambio, pero al ver sus heridas lo comprendió todo. Conociendo el carácter vengativo de Carlos, seguramente ya lo había golpeado... aunque el domingo le esperaba su hermana, esperaba que Daniel pudiera soportarlo.Daniel miró fijamente el regalo en su mano y lo abrió frente a ellos. Ver los chocolates y los rellenos de licor le provocó un dolor punzante en el corazón.María lo ignoró y cruzó la calle hacia Encuentro
Aquellas personas que no quieres amar, siempre habrá alguien que las ame profundamente; y aquellas que no valoras, siempre habrá quien las aprecie en tu lugar.En ese momento, Daniel solo pasó la página con expresión indiferente, sin darle mayor importancia a esas palabras.Ahora que lo pensaba, no había frase más apropiada para describir su situación actual.Observó a María entrar al bar, apartó la mirada y se bebió todo el contenido de su copa de un solo trago.Isabel, la recepcionista, tomó del brazo a María y le susurró en un rincón:—María, ¿segura que el señor Martínez está bien?—Desde que te fuiste ha estado pidiendo tragos sin parar.—¿No se irá a intoxicar?—Si algo le pasa en nuestro local, nos pueden culpar.Los ojos de María brillaron mientras fruncía levemente los labios, su expresión tornándose severa.Conocía perfectamente las intenciones de Daniel.Era su vieja táctica de manipulación.Cuando estaban juntos y él bebía de más por las noches, siempre la llamaba para que
Isabel le dio un codazo a María.Pero ella seguía distraída mirando su anillo.Mmm... seguro pensando en su nuevo jefe.—María.Daniel golpeó suavemente la barra con los nudillos frente a ella.María alzó la vista:—¿Necesitas algo?Llevaba una blusa blanca de seda con el cuello ligeramente abierto. Al estar inclinada sobre la barra, se podían ver las marcas en su clavícula.Las pupilas de Daniel se contrajeron al notarlas y los celos volvieron a consumirlo.Al ver que no respondía, María se incorporó y acomodó su ropa, ocultando las marcas.Daniel la miró impasible:—Hablemos.María pensó que estaba loco:—No tenemos nada de qué hablar.Pero él insistió:—María, terminaste conmigo sin considerar mis sentimientos.—Sí, rompí tu planta y admito que empujarte estuvo mal, ¿pero tú no tuviste la culpa?—Pudimos resolver estos problemas en privado, pero tuviste que contarles a nuestros padres, hacer que intervinieran y que cancelaran el compromiso.—María, ¿pensaste en mí cuando hiciste tod
Isabel, quien había observado toda la escena de María, aplaudió emocionada:—¡María, eres mi ídola!—¡Estuviste brillante! Lo dejaste sin palabras en segundos.—¡Deberías haber visto su cara cuando se fue! Parecía repollo podrido de mi abuela, ¡apestaba!María soltó una carcajada. Vaya comparación tan acertada.El bar abría a mediodía, y para la una ya comenzaba a llenarse.María estaba revisando el inventario de licores y contactando proveedores desde la barra para pedir un nuevo suministro cuando Isabel gritó mirando su celular:—¡María! ¡Nos volvimos virales! ¡El bar se va a hacer famoso!María levantó la vista confundida:—¿Eh?Isabel le mostró un video viral:—El señor Vargas puso un anuncio digital en su restaurante celebrando su boda y ofreciendo 50% de descuento por tres días en Encuentro. Como es un lugar popular en redes sociales, la gente grabó el anuncio, lo subió y te encontraron. Ya vienen para acá.En ese momento, una oleada de gente entró al bar exclamando:—¡Felicidade
Andrés miró su teléfono inundado de mensajes y sonrió resignado, frotándose la frente.Pero pacientemente respondió: [Ya está bien.][No es cortés tanto beso.]María: [¡¿Por qué?!]Andrés: [Si gastas toda tu energía ahora, ¿qué harás esta noche?]María optó por hacerse la muerta.Bebió agua nerviosamente, fingiendo no haber visto su último mensaje.María cenó en el restaurante de Andrés, quien para mostrar su sinceridad, invitó a todo el personal del bar como gesto de cortesía.Los más de diez empleados entraron en grupo al Encuentro.No parecía que fueran a cenar a un restaurante, sino más bien a un banquete.María entró saltando alegremente y Andrés la recibió con un abrazo.—¡Ooooh! —corearon todos.María se giró, tomando el brazo de Andrés con expresión seria aunque fingida:—El que siga molestando se queda sin cena. ¡Encima que mi esposo les invita y ustedes burlándose!Los empleados corrieron a sentarse como un vendaval.Andrés, conteniendo la risa, la llevó a su oficina.—¿Estás
¿Otra vez con la planta? ¿No lo va a superar nunca?Una chispa de impaciencia cruzó los ojos de Andrés.Daniel seguía superando sus límites de estupidez una y otra vez.—¿Y qué le respondiste? —preguntó Andrés limpiándose la boca con una servilleta mientras le servía sopa a María.María revolvió la sopa para que se enfriara y poder beberla:—Le dije que me denunciara con un abogado para ver cuántos años me darían de cárcel por su planta.Andrés se sorprendió brevemente antes de que una sonrisa cálida se dibujara en sus labios:—Eres única.María hizo un puchero orgulloso:—Por supuesto, él sigue comportándose como un idiota frente a mí.Andrés bajó la mirada a su plato y de repente preguntó:—¿Todavía te duele hablar de él?María negó con la cabeza:—Ya no.—Porque ya no lo amo.—Es curioso cómo dejar ir a alguien que amaste profundamente puede suceder en un instante.—Quizás me curó una frase que leí por casualidad hace poco.—¿Qué frase? —preguntó Andrés, levantando la mirada hacia e