Capítulo 28
—Eh... —María respiró profundo, retorciendo nerviosamente sus dedos—. ¿Has estado... eh... íntimamente... con otras mujeres? —las palabras salieron entrecortadas y casi en un susurro.

Andrés entendió la pregunta a medio formular. Con naturalidad, tomó su mano y la guió fuera del vestidor.

—No, solo te tengo a ti ahora —respondió con franqueza—. Y por supuesto, así será siempre.

María sintió una oleada de alegría secreta.

—Yo también —asintió tímidamente.

Andrés ya lo había intuido durante su beso. Aunque él tampoco tenía experiencia, los movimientos de María habían sido aún más inexpertos, mordisqueando sus labios casi hasta adormecer su boca, como si estuviera probando un trozo de carne.

Entre su diversión y alegría, pensó en lo especial que era que ambos fueran el primero del otro. Al fin y al cabo, en un matrimonio entre adultos, la intimidad física era una parte natural e importante. Si buscaran una relación puramente platónica, mejor haberse hecho religiosos.

María recorrió el dor
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