Capítulo XXV

En el eterno resplandor de su umbral ella se posará.

Temerosos estarán cuando alce el brillo mortal de su espada.

Quien ose moverse será rebanado con su sutil hoja.

Quien ose maldecirle no tendrá lengua jamás.

✹✹✹

Aves de rapiña vuelan sobre mi cabeza.

Un esperpento con sombrero y traje de tres piezas me acosa con su mirada.

Un cuervo a mi derecha yace en una rama quebradiza.

Un lobo a mi izquierda está en medio de cadáveres pestilentes.

Y frente a mí hay un gran muro nebuloso que a duras penas alcanzo a tocar.

No comprendo nada, ni siquiera por qué estoy en este espacio vidrioso, alejado y silencioso. Intento moverme, pero no puedo, es como si algo retuviera mis piernas. Lo que me rodea se mantiene estático, como una pintura colgada en una pared carente de grietas.

—Las grietas son importantes, ya que forjan caminos y personalidad

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