Capítulo XXVII

—Te ves mal. ¿Has bebido por lo menos un poco de sangre?

Aguzo mi oído y no me muevo.

—No, no lo he hecho.

—Cassius, debes beber lo más pronto posible. —Le sisea algo que no alcanzo a oír—. Bien, haz lo que desees.

Me inclino un poco para apoyarme en el armazón de la cama cuando él entra en la habitación. Se afloja la bufanda, desabrocha los botones de su levita y sacude su cabello con un suspiro. En ningún momento aparto mi interés de él.

—¿Cómo te sientes, Eli?

—Mejor que tú.

Sus orbes se oscurecen.

—Vaya oído tienes.

—Deberías alimentarte.

Se sienta en la silla de siempre y flexiona sus piernas.

—No.

Sonrío.

—¿Y si es mi sangre?

No tarda en observarme asombrado.

—¿Por qué me la ofreces?

Escruto la vena latente de mi muñeca.

—Es un pago por haber protegido a Oliver.

—Ese pago es más de lo que deberías darme.

Sus pupilas se alimenta

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