Irrumpo en la taberna y me siento en el primer taburete que veo vacío.
El tabernero me echa una larga revisión antes de acercarse mientras limpia con un vaso una jarra de cerveza.
—¿Qué gustas beber? —Se apoya en la barra y se encorva un poco—. Parece que necesitas algo fuerte, Oliver.
—Necesito algo que queme mi temor y ahogue mis penas.
Asiente, se gira para agarrar algo de la estantería y deja caer la botella frente a mí.
—Whisky de hace veinte años, una reserva exquisita.
Sonrío.
—Sírvelo sin hielo, por favor.
—Perfecto.
Sujeta un vaso de cristal, echa el líquido ámbar oscuro en él y lo desliza hasta llegar a mis manos apretadas entre ellas.
—Gracias.
Da un asentimiento y camina hacia un nuevo cliente.
Bebo el contenido de un sorbo. Como buscaba, quema mi garganta y
Despelleja el conejo y mantiene la vista fija en el movimiento de sus manos. —Si Aloysius viene, tendremos que ocultar nuestros planos y armas que les parezcan sospechosas. —En cuanto a las armas, podremos justificar que son para cazar. —Sí, lo sé, pero ¿y nuestro lugar de reunión? —Es un granero, de manera que será fácil llenarlo de cerdos y caballos. Podremos utilizar las mesas de reunión como mesas comunes, en donde se pondrán los cultivos. Los planos los enterraremos en un punto estratégico del bosque, así como nuestros planes escritos en papel. Agarra otro conejo para despellejarlo. —Oliver, su llegada traerá más males de los que podemos acoger. —Lo sé, y es algo que también sabe Cassius. Marcus, por el momento toca ensayar nuestro teatro para que crea cada palabra que le digamos. Tenemos que estudiar tan bien nuestro papel hasta el punto de creer que esa mentira es una verdad. Hay que ser concordantes con la versión de lo
Siento la humedad del agua en mis extremidades, pero a su vez siento la calidez que te sofoca cuando ya estás sin el líquido sobre ti. No solo me abarca esa sensación, también un fiero escozor que se instala en cada centímetro de mi piel. Resuello y me muevo. Nada, todo sigue sumido en la oscuridad. Agito la cabeza de un lado a otro e intento separar los párpados. Nada, parecen pegados con algún pegamento potente. Como puedo, nivelo mi frecuencia cardíaca y me enfoco en mi entorno. Nada, solo la calma. M****a, ¿dónde estoy? Una fría capa de sudor me cubre para luego darle la bienvenida al calor de la fiebre. Ahora no me arde, me duele como si me apuñalaran y quebraran mis huesos con un mazo. Mis músculos están agarrotados, lo sé porque a duras penas puedo darles órdenes para que se muevan. Un resplandor se refleja a través de mis ojos cerrados e ilumina mis pupilas cansadas; parece un fuego en la lejanía, uno que se acrecienta y consume todo a su paso. Mi garganta se aprieta
—Está muy maltrecha, a duras penas vive. —Sobrevivirá. Reconozco esa voz suave que oculta un poderío inmenso. Es como si fuera un violín, el cual te arrancará con sus notas la poca dignidad que tengas. Dejo que mi rostro se gire y miro con dificultad hacia ellos; esa gabardina negra la conozco muy bien, pero no sé con exactitud cómo. —Tienes que cuidarla. —Ella bufa—. Sigue el camino que te marqué en el mapa. —¿Qué? Es alejarnos mucho. Mi caravana no soportará… —Es para cuidarte y… —me señala— para cuidarla a ella. —No pongas muertos sobre mis hombros que no me competen, Cassius. ¿Cassius? Me tenso. —Es una orden, Brunilda. —Maldito seas. —Se aparta con brusquedad y acomoda en su maleta los objetos que utilizó conmigo—. Alejarnos de los límites es llevarnos a la desgracia, maldito chupasangre. Ya tu hermano no custodia más allá del bosque muerto, y lo sabes. No sabemos qué nos deparará el futuro.
¡Holis!No he podido actualizar porque estoy enferma. Estar así me impide escribir y también trabajar. Asimismo, con la novela estoy pasando algunas dificultades; he perdido la inspiración completa y sobreesforzarme para escribirla me hará perderla del todo. Es frustrante, ya que la empecé con todos los ánimos y la felicidad posible, pero pasa esto y zaz, adiós ganas de crear más su mundo. Me tomaré un descanso para escribirla como se debe cuando tengo un pelín de inspiración. Realmente espero que no sea muchísimo tiempo. ¡En serio! Por favor, ténganme paciencia y denme amorsh, ¡lo necesito! ¡Espero volver dentro de poco!
En el eterno resplandor de su umbral ella se posará. Temerosos estarán cuando alce el brillo mortal de su espada. Quien ose moverse será rebanado con su sutil hoja. Quien ose maldecirle no tendrá lengua jamás. ✹✹✹ Aves de rapiña vuelan sobre mi cabeza. Un esperpento con sombrero y traje de tres piezas me acosa con su mirada. Un cuervo a mi derecha yace en una rama quebradiza. Un lobo a mi izquierda está en medio de cadáveres pestilentes. Y frente a mí hay un gran muro nebuloso que a duras penas alcanzo a tocar. No comprendo nada, ni siquiera por qué estoy en este espacio vidrioso, alejado y silencioso. Intento moverme, pero no puedo, es como si algo retuviera mis piernas. Lo que me rodea se mantiene estático, como una pintura colgada en una pared carente de grietas. —Las grietas son importantes, ya que forjan caminos y personalidad
Me ensimismo en la pared. Es como si mi reflejo estuviera en ella, como si representara con exactitud la niebla en mi memoria. A este paso, sin duda alguna, sí me volveré loca del todo. Dejo caer mis pies en el suelo gélido por fin y me incorporo con dificultad. La puerta se ve tan lejana, pero en realidad está tan cerca. No me pongo alerta cuando el pomo se mueve y del umbral irrumpe el chupasangre de levita negra. Su cabello está echado hacia atrás con un gel o algo similar para mantenerlo quieto. Su barba cuidada y recortada enmarca su barbilla perfecta, haciendo contraste con sus labios. Esos ojos tan negros devoran los míos cuando los encuentra. Una sonrisa aparece en su rostro. —Me alegra verte de pie, Eli… —Corta tu falsa cordialidad y dime por qué estás aquí. Arquea sus cejas. —Es una cordialidad sincera. Entrecierro la mirada y me vuelvo para sentarme. Un leve dolor aparece en mi abdomen y se ex
—Te ves mal. ¿Has bebido por lo menos un poco de sangre? Aguzo mi oído y no me muevo. —No, no lo he hecho. —Cassius, debes beber lo más pronto posible. —Le sisea algo que no alcanzo a oír—. Bien, haz lo que desees. Me inclino un poco para apoyarme en el armazón de la cama cuando él entra en la habitación. Se afloja la bufanda, desabrocha los botones de su levita y sacude su cabello con un suspiro. En ningún momento aparto mi interés de él. —¿Cómo te sientes, Eli? —Mejor que tú. Sus orbes se oscurecen. —Vaya oído tienes. —Deberías alimentarte. Se sienta en la silla de siempre y flexiona sus piernas. —No. Sonrío. —¿Y si es mi sangre? No tarda en observarme asombrado. —¿Por qué me la ofreces? Escruto la vena latente de mi muñeca. —Es un pago por haber protegido a Oliver. —Ese pago es más de lo que deberías darme. Sus pupilas se alimenta
La taberna está más llena de lo habitual. Esta vez todos los campesinos se aglomeran en la barra y piden casi a gritos que les sirvan cerveza. Sí, el alcohol diluye cualquier preocupación. «Pobre Augusto, debe estar muy estresado». Alina me hace un gesto para que me acerque a su mesa, la cual está rebosante de copas vacías. —Como mañana tendremos la visita de la sanguijuela mayor, todos de algún modo quieren tragarse el temor a través de la bebida —argumenta con un mohín antes de beberse todo el contenido de una copa—. Incluso yo hago lo mismo. De solo pensar en él mis vellos desean salirse de sus poros. Maldita sea, odio este sentimiento. —Deja la copa en el filo de sus labios con una expresión de desconcierto al verme—. Oh, hoy es su aniversario, ¿verdad? Golpeo la mesa y asiento. —Estoy aquí para beber la jarra de cerveza que le prometí antes de que muriera. —Eso es más desalentador que el hecho de que Aloysius mañana nos hostigará