—Está muy maltrecha, a duras penas vive.
—Sobrevivirá.
Reconozco esa voz suave que oculta un poderío inmenso. Es como si fuera un violín, el cual te arrancará con sus notas la poca dignidad que tengas.
Dejo que mi rostro se gire y miro con dificultad hacia ellos; esa gabardina negra la conozco muy bien, pero no sé con exactitud cómo.
—Tienes que cuidarla. —Ella bufa—. Sigue el camino que te marqué en el mapa.
—¿Qué? Es alejarnos mucho. Mi caravana no soportará…
—Es para cuidarte y… —me señala— para cuidarla a ella.
—No pongas muertos sobre mis hombros que no me competen, Cassius.
¿Cassius? Me tenso.
—Es una orden, Brunilda.
—Maldito seas. —Se aparta con brusquedad y acomoda en su maleta los objetos que utilizó conmigo—. Alejarnos de los límites es llevarnos a la desgracia, maldito chupasangre. Ya tu hermano no custodia más allá del bosque muerto, y lo sabes. No sabemos qué nos deparará el futuro.
¡Holis!No he podido actualizar porque estoy enferma. Estar así me impide escribir y también trabajar. Asimismo, con la novela estoy pasando algunas dificultades; he perdido la inspiración completa y sobreesforzarme para escribirla me hará perderla del todo. Es frustrante, ya que la empecé con todos los ánimos y la felicidad posible, pero pasa esto y zaz, adiós ganas de crear más su mundo. Me tomaré un descanso para escribirla como se debe cuando tengo un pelín de inspiración. Realmente espero que no sea muchísimo tiempo. ¡En serio! Por favor, ténganme paciencia y denme amorsh, ¡lo necesito! ¡Espero volver dentro de poco!
En el eterno resplandor de su umbral ella se posará. Temerosos estarán cuando alce el brillo mortal de su espada. Quien ose moverse será rebanado con su sutil hoja. Quien ose maldecirle no tendrá lengua jamás. ✹✹✹ Aves de rapiña vuelan sobre mi cabeza. Un esperpento con sombrero y traje de tres piezas me acosa con su mirada. Un cuervo a mi derecha yace en una rama quebradiza. Un lobo a mi izquierda está en medio de cadáveres pestilentes. Y frente a mí hay un gran muro nebuloso que a duras penas alcanzo a tocar. No comprendo nada, ni siquiera por qué estoy en este espacio vidrioso, alejado y silencioso. Intento moverme, pero no puedo, es como si algo retuviera mis piernas. Lo que me rodea se mantiene estático, como una pintura colgada en una pared carente de grietas. —Las grietas son importantes, ya que forjan caminos y personalidad
Me ensimismo en la pared. Es como si mi reflejo estuviera en ella, como si representara con exactitud la niebla en mi memoria. A este paso, sin duda alguna, sí me volveré loca del todo. Dejo caer mis pies en el suelo gélido por fin y me incorporo con dificultad. La puerta se ve tan lejana, pero en realidad está tan cerca. No me pongo alerta cuando el pomo se mueve y del umbral irrumpe el chupasangre de levita negra. Su cabello está echado hacia atrás con un gel o algo similar para mantenerlo quieto. Su barba cuidada y recortada enmarca su barbilla perfecta, haciendo contraste con sus labios. Esos ojos tan negros devoran los míos cuando los encuentra. Una sonrisa aparece en su rostro. —Me alegra verte de pie, Eli… —Corta tu falsa cordialidad y dime por qué estás aquí. Arquea sus cejas. —Es una cordialidad sincera. Entrecierro la mirada y me vuelvo para sentarme. Un leve dolor aparece en mi abdomen y se ex
—Te ves mal. ¿Has bebido por lo menos un poco de sangre? Aguzo mi oído y no me muevo. —No, no lo he hecho. —Cassius, debes beber lo más pronto posible. —Le sisea algo que no alcanzo a oír—. Bien, haz lo que desees. Me inclino un poco para apoyarme en el armazón de la cama cuando él entra en la habitación. Se afloja la bufanda, desabrocha los botones de su levita y sacude su cabello con un suspiro. En ningún momento aparto mi interés de él. —¿Cómo te sientes, Eli? —Mejor que tú. Sus orbes se oscurecen. —Vaya oído tienes. —Deberías alimentarte. Se sienta en la silla de siempre y flexiona sus piernas. —No. Sonrío. —¿Y si es mi sangre? No tarda en observarme asombrado. —¿Por qué me la ofreces? Escruto la vena latente de mi muñeca. —Es un pago por haber protegido a Oliver. —Ese pago es más de lo que deberías darme. Sus pupilas se alimenta
La taberna está más llena de lo habitual. Esta vez todos los campesinos se aglomeran en la barra y piden casi a gritos que les sirvan cerveza. Sí, el alcohol diluye cualquier preocupación. «Pobre Augusto, debe estar muy estresado». Alina me hace un gesto para que me acerque a su mesa, la cual está rebosante de copas vacías. —Como mañana tendremos la visita de la sanguijuela mayor, todos de algún modo quieren tragarse el temor a través de la bebida —argumenta con un mohín antes de beberse todo el contenido de una copa—. Incluso yo hago lo mismo. De solo pensar en él mis vellos desean salirse de sus poros. Maldita sea, odio este sentimiento. —Deja la copa en el filo de sus labios con una expresión de desconcierto al verme—. Oh, hoy es su aniversario, ¿verdad? Golpeo la mesa y asiento. —Estoy aquí para beber la jarra de cerveza que le prometí antes de que muriera. —Eso es más desalentador que el hecho de que Aloysius mañana nos hostigará
Enfrento el castillo donde vive Aloysius rebosante de criadas y nobles, los cuales se desviven por mimarlo y darle todo en bandeja de plata. En un momento dado me pusieron unos grilletes en las muñecas; la cadena corroída sisea cada vez que me muevo. Volver a este maldito lugar me da ganas de vomitar.El vampiro egocéntrico me empuja.—Muévete, alimaña —gruñe cuando vuelve a empujarme.Presiono los labios y camino.La alta alcurnia nos observa desde los andenes, sus lujosas carrozas o desde detrás de las vitrinas de los establecimientos populares. Me encantaría verlos con odio. Por el rabillo del ojo alcanzo a divisar uno que otro esclavo o bolsa de sangre, lo sé por los collares que aprietan sus gargantas, que varían en colores y texturas para demostrar qué tan apetecibles son. Sí, los dividen por el sabor de su sangre. Estos malnacidos tienen una jerarqu&iacu
Sin querer, rasguño mi brazo no vendado con una rama al pasar debajo de un árbol viejo. Cassius ignora el aroma de mi sangre y sigue caminando sumido en las estrategias que hilvana desde que nos alejamos de la ciudad destruida.Inspiro hondo y lo sigo con rapidez.Sé que Brunilda nos observaba cuando decidimos marcharnos. Asimismo, sé que le irá bien en el bosque muerto. Me encantaría conocerlo, pero ahora no es una prioridad.«Uhm, el invierno es más caótico aquí», pienso mientras restriego mis brazos.Aún tengo unos huesos rotos, pero no los siento ni el dolor. No me asombra, no después de conocer hasta qué límite llega mi cuerpo. Sin embargo, puedo sentirme un poco agobiada por desconocer el porqué de esta habilidad.Decido observar mi entorno para distraerme y no rebanarme más los sesos.El bosque es extenso, lo percibo po
Suelto un sonido de alivio al ver que amanece y que el bosque ya está dejándonos llegar a su final. No dormí, seguimos de largo. Aunque Cassius me sugirió que durmiera, que él velaría mi sueño, me negué. Sería valioso tiempo perdido. No dijo nada más, solo continuó con la caminata a paso apresurado.Sus largas piernas me dejan tirada con facilidad. Pese a que mis piernas también son largas, no lo son tanto como las suyas. Da zancadas de varios centímetros mientras yo me limito a dar unas que son la mitad de las suyas.Me pesa la cabeza y me arden los ojos por la falta de sueño, pero no es nada que me haga desfallecer, no todavía. La ansiedad me ayuda a seguir de pie.—¿Cuánto falta? —le pregunto por fin a su lado.Me echa una rápida ojeada antes de posar su mirada al frente.—Tal vez unos diez kilóme