La carreta se detiene y con ella se disipan mis pensamientos. Joanne sujeta mi mano y me i***a a bajarme. Una casucha con vallas de madera recién puestas me saluda a unos cuantos pasos. Amarrados en un pequeño establo, hay unos caballos, fuerte y vigorosos, que pastan. Al otro lado, entre más madera, hay unos cerdos. Nos acercamos a la vivienda; su fachada, decaída y vieja, no amilana mi deseo de ver su interior. Marcus abre la verja y nos invita a pasar. Se pasa los dedos por su barba y se quita el sombrero. Es alto y de complexión fuerte. De joven tuvo que ser un casanova. Se peina las hebras largas y blancas de su cabello antes de fingir no ser vanidoso con un gesto desdeñoso. Joanne me invita a pasar. Lo primero que hago es cuadrar los hombros por si sus hijos los esperan, pero solo veo unos pocos muebles muy cerca de una cocina y una cama en una esquina. Hay una puerta cerrada al lado de esta. Un estante lleno de libros se empotra a unos centímetros de u
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