Reviso mi vendaje con un ceño profundo. Está intacto, sin sangre o cualquier otro líquido que despide el cuerpo para sanarse. Titubeante, desenrollo la tela y dejo a la intemperie la herida. Las puntadas caen a mis pies. Ingiero saliva. No hay cicatriz ni rastro de que allí fui apuñalada. Trastabillo hasta llegar a mi sofá habitual y entierro mis dedos en mi cabello, abrumada.
Esta sanación no es perteneciente de un humano.
Nada tiene sentido.
Trémula, me pongo bien el vestido y suspiro. Le echo una ojeada a las prendas que Joanne me tejió, cosió y creó; una camisa con botones, un pantalón de cuero y unos botines, además de las prendas interiores. Una sonrisa se desliza por mis labios al sostener la ropa sobre mis muslos. Ella siempre supo que nunca me han gustado los vestidos y se esforzó por hacerme esto. Abrazo contra mi pecho los tejidos e inhalo su olor.
Me incorporo y las guardo con mimo en mi bolsa de lona. Toqueteo por última vez el sofá antes
¡Hola! Muchísimas gracias a todos los que están leyendo esta aventura. Espero que en su camino no se cansen y sigan. Me alegra mucho que recién empezando ya tenga una buena audiencia. En serio, se los agradezco. A su vez, ¡espero leer sus comentarios!
¡Buenos días!Me disculpo porque los dos primeros capítulos están confusos. En realidad, el segundo es la continuación del primero, pero las demás divisiones no aparecen y se salta al tercer capítulo original, que es el completo. Antes los dos primeros capítulos estaban completos y me percaté de que ahora no. Les pido paciencia para resolver esto. Estoy muerta de la frustración porque mágicamente no puedo acceder a estos dos capítulos para adjuntar los originales y para que así no se sienta confusa la lectura, ya que al llegar al tercer capítulo se saltan hechos muy relevantes de la trama. Mil disculpas. PROBLEMA ARREGLADO. SIGUE LEYENDO. :3
Me despierto de un salto, jadeante. Aprieto mis muslos e intento rememorar qué soñé. Estoy segura de que fue un recuerdo. Me limpio el sudor de la frente y parpadeo para observar mejor mi entorno. Como afirmó Remi, con tan solo dormir el tiempo se reduciría a nada y ya estaríamos en su casa.Desenredo mis piernas de las mantas y me incorporo. Sin duda alguna, este hogar es más espacioso que el de Joanne y Marcus y tiene un diseño más rústico. Todo está hecho de madera, menos el horno. En las paredes cuelgan algunas cabezas de venados y uno que otro depredador. Mi cama, o eso supongo, está empotrado al lado contrario de la suya adornada por una cobija de piel. La sala es grande y está decorada con dos sofás, una mesita ratonera y un estante lleno de libros. Unas escaleras conducen al ático, el cual quizás esté lleno de heno para dar calor en temporadas fr&iacu
Vuelvo en sí al oír un trueno lejano. Como puedo, me levanto y echo a correr hacia la cabaña con el corazón en la boca. Mi mente se revoluciona y taladra mi cráneo para salir de él. Solo dejo que mis piernas se muevan y mis brazos aleteen para hallar más velocidad. El sentimiento de terror se apodera de mi pecho hasta el punto de contraerlo más si es posible. Cuando mis pulmones piden un descanso, me detengo frente a un abeto viejo y me apoyo en él. Inspiro y expiro hasta que los latidos de mi corazón se desvanecen de mis tímpanos. Miro sobre mi hombro; centenares de ojos me observan desde la penumbra. Me trago el gemido que quiere lastimar mis cuerdas vocales y me recompongo. Corro con más rapidez y me dejo caer de rodillas frente a la cabaña, jadeante. Echo mi cabeza hacia atrás y recibo las gotas de lluvia con agrado, pues ya estoy a salvo. Sin embargo, la preocupación vuelve como una estampida de elefantes. Salí para buscar a Remi. Me incorporo y
Busco entre los libros de Oliver para hallar una respuesta coherente a lo que hice ayer. Me agobio por quinta al poner la enciclopedia de hierbas en la mesita. La reviso con un ojo crítico y paso las páginas con premura. La frustración esta vez retuerce mis entrañas al no encontrar nada que me dé una contestación que me deje complacida. Vuelvo al librero y saco un pequeño libro de anatomía, lo abro en la página del sistema respiratorio y hojeo la información. Resoplo y lo vuelvo a dejar en su lugar. Nada, no hallo nada relevante. Si aquí estuviera Joanne, quizá me asesoraría mejor gracias a sus conocimientos de medicina. No obstante, seguro no tendría un argumento fehaciente que darme para sentirme tranquila. Paseo el dedo índice entre los lomos. Me detengo en uno que tiene en letras doradas y en una caligrafía cursiva Diccionario de latín. Mi garganta se aprieta. Lo saco y me encamino al sofá, lo dejo en mi regazo y paso los dedos por sus hojas amarillentas
—¿Los guardias reales ya visitaron a Joanne y Marcus? —No —contesta y revuelve el estofado de conejo. —¿Cuándo se supone que lo harán? —mascullo. —Cuando ellos menos se lo esperen. —¿No se supone que irían al día siguiente después de lo que sucedió? —Eso les hicieron creer. —Deja de mover el cucharón y me observa—. Algo traman. Mi preocupación ha suplantado mi necesidad de investigar cómo demonios pude hablar en una lengua extraña y cómo en el infierno pude sanarlo. —Debemos visitarlos en cuanto antes. —Eso resultaría peligroso, lo sabes muy bien. Mi garganta se estrangula por el movimiento involuntario de sus músculos al apretarse. Me remuevo debajo del tronco y busco el ángulo ideal para recibir mejor el calor que despide la fogata frente a nosotros. Sí, prefirió salir conmigo a cazar. Acampamos cerca de una cueva al sur de la casucha del matrimonio y al norte de su cabaña. Según él, es mejor ver el movimiento
El que me narrara algo tan personal en un momento de tensión me demuestra que ya me tiene bastante confianza. Sé que también lo hizo para distraerme un poco. Sabe que mi mente solo está enfocada en saber cómo están Joanne y Marcus y obtener respuestas sobre ese intento de milagro que hice con él. Ahora, recostada en su hombro, las cavilaciones no cesan. A mi lista ya se unió ayudarlo a liberar a su madre. Entrar a la ciudadela será difícil, mas no imposible. Debe haber una grieta por dónde entrar o un método viable. Hacernos pasar por otros no es posible ni mucho menos ocultarnos entre lo que llevan los campesinos. Como me afirmó Marcus, los guardias revisan incluso las llantas. Maquino algún plan e idea. No conozco su infraestructura, sin embargo, podré saberlo más adelante estudiando a profundidad el mapa que tiene Oliver sobre ella, además de las escrituras de su diario, el cual me deja ojear a mi gusto. Observo la noche que nos envuelve. En la penumbra vislumbro los ojos
Me desmorono cuando llegamos a salvo a la cabaña. El diluvio no tarda en caer cuando deposito la mochila en mi cama. Me vuelvo para dejar el rifle en el armario y acomodo mi ropa por instinto. No quiero allanar de más el espacio de Oliver. Entretanto, él enciende el fuego y le echa leña. —¿Cómo se llama tu madre? —le cuestiono cuando se acuesta en su cama con la cabeza sobre sus manos. —Ava. —Bonito nombre. Me acerco, me descalzo las botas y me acomodo a su lado. Impresionado, deja que envuelva mi brazo en su cintura y acomode mi rostro en su pecho. Oigo los latidos pasivos de su corazón. —¿Eli…? —Déjame dormir contigo, por favor. —Ya no estamos en peligro. Me aprieto contra su cuerpo y esta vez hundo mi cara en su cuello. —El peligro está incluso en el lugar más protegido. Suspira y pasa sus dedos por mi cabello. —¿Así eras con los Connecticut? —Sí, por eso cada noche me
Observo al señor Ándalos con los ojos entrecerrados. Su amargura me insta a quitarle la pipa y guardarla en el bolsillo interior de mi chaqueta. Refunfuña por lo bajo y me ve con un ojo más abierto que el otro. —Es un trabajo difícil lo que pides, anciano. —Muchacha, más respeto. Me jacto. —Más respeto deberías darme porque ni siquiera tienes la decencia de dejar de fumar justo frente a mi cara. Si no te hubiera quitado la pipa, ni dos baños me quitarían el aroma a tabaco. Se cruza de brazos. —Lo lamento. La costumbre a veces no me permite pensar concienzudamente. Entorno los ojos por su sarcasmo. —¿Solo necesitas arar y nada más? Asiente y mete las manos en los bolsillos delanteros de su saco. —Oliver estará ocupado toda esta jornada repartiendo provisiones. Me ubico a su costado y escruto el terreno frente a nosotros. De verdad necesita estar más humedecido y con suficiente sol para que las pla