Me desmorono cuando llegamos a salvo a la cabaña.
El diluvio no tarda en caer cuando deposito la mochila en mi cama.
Me vuelvo para dejar el rifle en el armario y acomodo mi ropa por instinto. No quiero allanar de más el espacio de Oliver. Entretanto, él enciende el fuego y le echa leña.
—¿Cómo se llama tu madre? —le cuestiono cuando se acuesta en su cama con la cabeza sobre sus manos.
—Ava.
—Bonito nombre.
Me acerco, me descalzo las botas y me acomodo a su lado. Impresionado, deja que envuelva mi brazo en su cintura y acomode mi rostro en su pecho. Oigo los latidos pasivos de su corazón.
—¿Eli…?
—Déjame dormir contigo, por favor.
—Ya no estamos en peligro.
Me aprieto contra su cuerpo y esta vez hundo mi cara en su cuello.
—El peligro está incluso en el lugar más protegido.
Suspira y pasa sus dedos por mi cabello.
—¿Así eras con los Connecticut?
—Sí, por eso cada noche me
Observo al señor Ándalos con los ojos entrecerrados. Su amargura me insta a quitarle la pipa y guardarla en el bolsillo interior de mi chaqueta. Refunfuña por lo bajo y me ve con un ojo más abierto que el otro. —Es un trabajo difícil lo que pides, anciano. —Muchacha, más respeto. Me jacto. —Más respeto deberías darme porque ni siquiera tienes la decencia de dejar de fumar justo frente a mi cara. Si no te hubiera quitado la pipa, ni dos baños me quitarían el aroma a tabaco. Se cruza de brazos. —Lo lamento. La costumbre a veces no me permite pensar concienzudamente. Entorno los ojos por su sarcasmo. —¿Solo necesitas arar y nada más? Asiente y mete las manos en los bolsillos delanteros de su saco. —Oliver estará ocupado toda esta jornada repartiendo provisiones. Me ubico a su costado y escruto el terreno frente a nosotros. De verdad necesita estar más humedecido y con suficiente sol para que las pla
Mis brazos se extienden a la vez que mis piernas se mantienen rígidas como mi torso. Las burbujas de agua bailotean sobre mi rostro y suben hasta la superficie con una velocidad vertiginosa. Me permito entreabrir los labios y saborear el líquido que me envuelve. Mi mano busca mi pecho y hace presión en esa zona que arde a medida que me hundo. Pestañeo y dejo fluir las lágrimas, las cuales se mezclan con la oscuridad del agua. Mi cabello empieza a serpentear por mi rostro y crea una cortina frente a mis ojos como si quisiera protegerlos. Junto los párpados del todo y dejo que la sensación de ahogo se acumule en mis pulmones. ¿Cómo llegué hasta aquí? ¿En qué momento pasó esto? «Oliver…». Todo fue tan repentino que a duras penas el hilar mis pensamientos me es permitido. La gelidez corre por mis extremidades cuando mi cuerpo está por posarse en el subsuelo. El agua cristalina se tinta de carmesí y con ella se mezcl
Pego un respingo al contemplar el firmamento. ¿A qué hora los nubarrones azotaron su azulado techo? Me levanto, palmeo mis piernas para quitar el exceso de nieve en ellas y me giro para alcanzar mi mochila. En ella guardo el libro, al igual que el pedazo de queso que dejé. Mi mano queda a mitad de camino cuando oigo un estruendo que proviene de la cabaña. Una corriente eléctrica se desliza desde mis pies hasta mi pecho. Con rapidez, sujeto el rifle, acomodo el morral tras mi espalda y echo a correr hacia los árboles que devoran el panorama sobrecogedor que podré ver cuando llegue. Mis pies se enredan y doy un traspié. La agitación se representó en este desliz mal esperado. Mis palmas extendidas reciben el rasguño de varias piedrecillas y el rifle cae a varios centímetros de mí. Maldigo por lo bajo y me estiro para alcanzarlo, pero un golpe en mi mentón me hace recular. Anonadada, escupo
Y la nueva era empieza ahora. Temed, dioses prepotentes, que las sombras están por saltar para engullir sus almas impías. Temed, alimañas que se alimentan de sangre, que las fauces de los temerosos lobos devorarán sus esperanzas. Tened esperanza, humanidad, que pronto la libertad volverá con cadenas de fuerza. He allí su resplandor y su magnificencia. He allí el halo de la protección y la salvación. He allí aquella que se supuso desaparecida. ✹✹✹ Mi puño impacta contra su mejilla cuando me suelta esas palabras que queman mi alma. No se resiste, deja que lo golpee hasta que el cansancio devora mis deseos de desfigurarle la cara. Empiezo a sollozar; derramo esas lágrimas que quemaban tras mis párpados y exhalo los gemidos de desosiego que ahogaban mi garganta. Me alejo de él y me dejo caer frente a la chimenea, recojo mis piernas
Enciendo la pira y retrocedo un par de pasos para verla mejor. Si esta es la mejor manera para traer de vuelta a Eli, no me cansaré de encender piras hasta obtener las respuestas que deseo. Recojo las plumas de cuervo, parte de un pelaje de un lobo y unos objetos personales de Eli, como su ropa. Aprieto todo esto contra mi pecho, cierro los ojos y digo una plegaria en voz baja. Cuando sé que mis pedidos están hechos y reflejados en las cosas agrupadas entre mis brazos, las echo al fuego, el cual crepita con vehemencia y devora con hambre la madera. La tela se consume con tanta rapidez que en nada se vuelve humo, al igual que las plumas. Ante mis ojos las llamas se vuelven azules. Espero unos largos minutos, pero nada llega. Trago saliva y aprieto los puños. He de aguardar, valdrá la pena. El manto de la nieve cubre los lados de la pira mientras la madera chamuscada se extingue. La desazón azota mi pecho y lo calienta. «Puedo esperar ho
Irrumpo en la taberna y me siento en el primer taburete que veo vacío.El tabernero me echa una larga revisión antes de acercarse mientras limpia con un vaso una jarra de cerveza.—¿Qué gustas beber? —Se apoya en la barra y se encorva un poco—. Parece que necesitas algo fuerte, Oliver.—Necesito algo que queme mi temor y ahogue mis penas.Asiente, se gira para agarrar algo de la estantería y deja caer la botella frente a mí.—Whisky de hace veinte años, una reserva exquisita.Sonrío.—Sírvelo sin hielo, por favor.—Perfecto.Sujeta un vaso de cristal, echa el líquido ámbar oscuro en él y lo desliza hasta llegar a mis manos apretadas entre ellas.—Gracias.Da un asentimiento y camina hacia un nuevo cliente.Bebo el contenido de un sorbo. Como buscaba, quema mi garganta y
Despelleja el conejo y mantiene la vista fija en el movimiento de sus manos. —Si Aloysius viene, tendremos que ocultar nuestros planos y armas que les parezcan sospechosas. —En cuanto a las armas, podremos justificar que son para cazar. —Sí, lo sé, pero ¿y nuestro lugar de reunión? —Es un granero, de manera que será fácil llenarlo de cerdos y caballos. Podremos utilizar las mesas de reunión como mesas comunes, en donde se pondrán los cultivos. Los planos los enterraremos en un punto estratégico del bosque, así como nuestros planes escritos en papel. Agarra otro conejo para despellejarlo. —Oliver, su llegada traerá más males de los que podemos acoger. —Lo sé, y es algo que también sabe Cassius. Marcus, por el momento toca ensayar nuestro teatro para que crea cada palabra que le digamos. Tenemos que estudiar tan bien nuestro papel hasta el punto de creer que esa mentira es una verdad. Hay que ser concordantes con la versión de lo
Siento la humedad del agua en mis extremidades, pero a su vez siento la calidez que te sofoca cuando ya estás sin el líquido sobre ti. No solo me abarca esa sensación, también un fiero escozor que se instala en cada centímetro de mi piel. Resuello y me muevo. Nada, todo sigue sumido en la oscuridad. Agito la cabeza de un lado a otro e intento separar los párpados. Nada, parecen pegados con algún pegamento potente. Como puedo, nivelo mi frecuencia cardíaca y me enfoco en mi entorno. Nada, solo la calma. M****a, ¿dónde estoy? Una fría capa de sudor me cubre para luego darle la bienvenida al calor de la fiebre. Ahora no me arde, me duele como si me apuñalaran y quebraran mis huesos con un mazo. Mis músculos están agarrotados, lo sé porque a duras penas puedo darles órdenes para que se muevan. Un resplandor se refleja a través de mis ojos cerrados e ilumina mis pupilas cansadas; parece un fuego en la lejanía, uno que se acrecienta y consume todo a su paso. Mi garganta se aprieta