Epílogo

El verdadero legado en esta historia fue el amor.

Luego de dos noches de amor en medio del océano, perdidos en un yate y sin que nadie más que nosotros supiera que nos amábamos, Colin trajo un sacerdote y me sentí la mujer más feliz del mundo al aceptar ser su esposa frente al océano, el sol y nosotros con nuestro hijo. Nadie más.

No necesité grandes y pomposos vestidos, no hizo falta una sola persona más allá de nosotros en esa boda y luego hemos sido muy felices así, con poco más que lo imprescindible.

Agradezco que todo lo que vivimos nos obligó a criar a nuestros hijos bajo la norma de la felicidad que no se reduce a tener dinero.

El hambre no empaña la hermosura. Y las cosas bellas de la vida no se sincronizan con dinero o propiedades.

Han pasado cinco años desde que nos casamos y tenemos tres hijos que son la razón de cada sonrisa que esculpimos en nuestros labios.

Boris reclamó a su familia por la adopción y ellos confesaron que antes de tener a Brinna, no creían poder tener h
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