No se había podido sacar de la cabeza las palabras que Derek le había dicho, la manera en la que él le había descrito como le encantaba tomar su cuerpo, como le encantaba generar dolor en ella. Adalia siempre había tenido la idea de que él se regodeaba de su dolor, aquello solo lo confirmaba, sus palabras, sin una pizca de piedad. Él amaba abusarla, se lo había dicho, ella no terminaba de procesarlo, ella no terminaba de procesar el anhelo que se había dibujado en esos ojos opacos cuando hablaba de violarla, de tomar su cuerpo sin que ella lo quisiera, sabiendo que ella no podía resistir a él, que era un hombre experimentado, violento en la cama, de entre tantas… ella, la había escogido a ella, a la más frágil muchacha, a ella la había escogido, para ser su esclava en la cama, para atarla, para romperle la vida. Adalia sabía que Derek era codiciado por muchas mujeres, se atrevía a decir que incluso, en la fiesta familiar, sentía miradas extrañas hacia él —considerando que estas venían