De pronto, Adalia empezó a recordar nublosamente, pero poniendo mucho empeño, hasta que un vago recuerdo palpó los filos de su memoria: él tenía bajo su poder, una copia de las llaves de la puerta de esa recamara en donde ella lo había encerrado para huir, de hecho, recordándolo con una flama más clara, Derek tenía bajo su poder una copia de las llaves de todas las puertas de la casa, en ese mismo instante, ella empezó a recordar aquello.
Él incluso, una vez se lo había comentado, justo aquel día en el que su padre la abandonó, más tarde, casi en la noche, él le había mostrado aquel llavero que poseía, y le había anunciado que con aquel simple llavero, tenía control a cada cerradura de la vivienda, aquel anuncio, había sido expuesto a ella con un toque amenazador que él ni siquiera se había molestado en censurar de ninguna manera, en pocas palabras, él le había querido decir que tenía completo acceso a cada entrada y salida de la casa, así que intentar escapar era una operación pEmpezó a parpadear con suma rapidez, de manera reiterada, intentando así, esclarecer sus azules faroles nublados, a causa del agua y la debilidad que permanecía en su sistema, que le conducía a marearse. En vista de que no conseguiría pararse de allí en aquel instante, al menos, no sin mucho esfuerzo y sin llamar la atención de su perseguidor, lo único razonable que a su famélica mente se le ocurrió llevar a cabo fue, permanecer en un completo estado de silencio, en completo silencio sin realizar tampoco movimiento alguno que delatase la posición en la que se encontraba, esperando así, a que él o se fuese de allí o la encontrase y la matase… o la terminase de matar, estaba en lugar para decir, pues ya se sentía media muerta, tanto por fuera como por dentro, el frio entraba a sus pulmones y succionaba su energía vital como lo haría un obsesivo fumador con el humo de su cigarro favorito.—¡¿Dónde demonios estás, estúpida perra?! ¡Cuando te ponga las manos encima! ¡Oh, cuando
La agitación y ganas de huir se adueñaron celosamente de cada extremidad de su cuerpo, pero de manera paradójica, el miedo congeló cada uno de sus movimientos, obstaculizándole alzar su cuello o mover siquiera sus parpados, solo había escuchado aquellas palabras arrojadas con una violencia enloquecida al atroz clima y luego había perdido la percepción de todo aquello que la rodeaba, solo permaneció arrojada allí, rendida, esperando a ver como el destino actuaba contra ella de nuevo, cerró sus ojos, profundamente y se dejó sometida allí, esperando a que él fuese a donde ella y la arrastrase fuera de aquel bosque; al menos lo había intentado, «al menos lo he intentado, si no se debiese a la caída, lo hubiese logrado», se motivaba, pero ayuda alguna no daban aquellas palabras tan vacías como su vida. Seguía con sus ojos cerrados, esperando a que Derek llegase a donde ella estaba.Pero aquello no ocurrió.Transcurrieron unos cuantos minutos y no sucedió nada de lo que en los pasad
Estaba abstraída en una profunda oscuridad, perdida como un alma en pena deambulando sin rumbo ninguno en el mundo de los vivos.No tenía idea alguna de en donde se encontraba, no sabía cómo moverse, como actuar, no sabía ni siquiera que era lo que ocurría en aquellos instantes.Sentía sus ojos magullados, como si estuviesen aglutinados entre sí, como si estuviesen zurcidos a su piel; era imposible para ella abrirlos y ver que era lo que estaba sucediendo a su alrededor.Su respiración era débil e imprecisa, sentía algo meneándose por su cuerpo de un lado a otro, intentaba conjeturar en su mente que ocurría, pero estaba vacía, era por completo ignorante de que era lo que estaba sucediendo.Solo entendía que su cuerpo no reaccionaba de buena manera ante aquellos roces, pero ella no sentía dolor alguno ante estos, más bien parecían livianas caricias, lo que indicaba que no eran violentos ni maldadosos; sin embargo, su cuerpo quería rechazarlos y ni siquie
Seguía sin poder abrir sus ojos, siendo corroída por una angustia nerviosa, seguía sin poder abrir sus faroles tan azules como lo era la definición del color mismo; aún era por completo ignorante de en donde se hallaba, en presencia de quienes se encontraba y que era lo que le destinaba.No quería ser una persona prejuiciosa, pues bastante que le desagradaban las personas de aquel tipo, no quería creer que quien la había recogido del bosque, cuando desmayada había caído, se trataba de un depravado, pues escuchando sus palabras, bajo un análisis algo crítico, no parecían las palabras de un depravado, parecían las palabras de un hombre común, que había encontrado a una muchacha en el bosque, y no queriendo dejarla a su suerte, con caridad, la había recogido y llevado a su vivienda, pero justo ahí radicaba aquella incertidumbre que Adalia tenía sembrada en su mente, incertidumbre que florecía al pasar de cada segundo: ¿por qué aquel hombre, que la había recogido, no había llamado
Había sentido como si sus desventurados pulmones jamás habían tenido la simple dicha de conocer presencia alguna de aire. Le había costado de una manera garrafal la básica necesidad de respirar, lo que estaba intentando hacer, le impedía respirar con la normalidad que buscaba, pero era en aquel momento o nunca que tenía que lograrlo.Tenía que abrir sus ojos y conseguir mover su cuerpo, debía de hacerlo, se obligaba a sí misma, debía de salir de ahí lo más rápido que sus extremidades se lo permitiesen; sentía como si sus ojos estuviesen grapados entre sí, era una sensación bastante brusca e incómoda, no podía siquiera describirla, pero era, echando a un lado el incomparable dolor de golpizas y profanaciones, una de las sensaciones más incomodas que había experimentado, pero no podía de ninguna forma siquiera pensar en darse por vencido; en aquel momento era en la única oportunidad que tenía, sería un pecado derrochar aquello, él la había dejado sola en la habitación, ella n
Sentía tanta impaciencia perturbándole la paz que, dicho sentimiento parecía haberse fusionado con su sangre, haciéndole por completo imposible la tarea de deshacerse de aquella tan horrenda sensación. El cielo, acicalado con foscas y enormes nubes, el clima garrafal y gélido, el sonido de tal vez encolerizados grillos, el ligero, pero no desapercibido, vaivén del viento que traía consigo gotas de agua que permanecían aglutinadas a su largo rostro… todo aquello lo hacía perder más y más la paciencia, que de por sí se esfumaba muy rápido, como los pétalos de una flor enferma que moría con premura.Todo parecía tramarse en su contra para enloquecerlo. Sus pensamientos iban de un extremo a otro, colisionando con las paredes de su mente, quebrándola; corrían desesperados como lo harían un par de desquiciados al verse libres del manicomio en el que por años estuvieron encarcelados, justo así de rápido corrían sus pensamientos, justo así de enloquecido él creía que se volvería si
Había música pegadiza puesta, cuerpos empapados de sudor colisionaban con rapidez entre sí, sensaciones violentamente eufóricas corrían por allí y por allá, las personas consumían descomunales cantidades de droga y bebidas alcohólicas, el desordenado cabello se aglutinaba a las pieles sudadas, labios rojos tumefactos a causa de pasionales y calientes besos, ojos apenas abiertos a causa de sobredosis o excesivo consumo de barato licor, pequeñas cinturas descubiertas, pechos femeninos desnudos, mostrados al famélico público sin censura alguna, piernas gruesas moviéndose al compás en el que más música se oía sonar… había de todo en aquel extravagante burdel.Derek sujetó a la prostituta con fuerza del cabello arrancándole unos buenos mechones en el acto, la muchacha tomó una gran bocanada de aire, pues sabía que tendría pocas oportunidades más para poder respirar adecuadamente.De nuevo, él bajó la cabeza de la prostituta, quien le realizaba una felación bastante profunda.
"Nunca, repito, nunca pintaré el crimen bajo otros colores que los del infierno; quiero que se lo vea al desnudo, que se le tema, que se le deteste, y no conozco otra forma de lograrlo que mostrarlo con todo el horror que lo caracteriza". -Marques de Sade.Jugueteó mansamente con la cuchilla entre sus enormes manos, moviendo el objeto desde un dedo hacia el otro dedo, a un ritmo pausado, pero que resultaba bastante inquietante si uno se detenía con esmero a observar. Cualquiera que admirase desde la distancia aquel juego que él mantenía con la cuchilla, ignorando, claro, el incisivo objeto que conformaba la acción, no vería en la escena nada diferente a un niño, admirando con ternura su dispendioso y esplendoroso juguete nuevo. El objeto, como hace un rato, traía bailoteando entre su filo, un particular e hipnotizante brillo, que le incitaba, de una manera que él no comprendía, a cometer sangrientos actos que sabía no eran bien vistos por nadie. Era como si,