Había sentido como si sus desventurados pulmones jamás habían tenido la simple dicha de conocer presencia alguna de aire. Le había costado de una manera garrafal la básica necesidad de respirar, lo que estaba intentando hacer, le impedía respirar con la normalidad que buscaba, pero era en aquel momento o nunca que tenía que lograrlo.
Tenía que abrir sus ojos y conseguir mover su cuerpo, debía de hacerlo, se obligaba a sí misma, debía de salir de ahí lo más rápido que sus extremidades se lo permitiesen; sentía como si sus ojos estuviesen grapados entre sí, era una sensación bastante brusca e incómoda, no podía siquiera describirla, pero era, echando a un lado el incomparable dolor de golpizas y profanaciones, una de las sensaciones más incomodas que había experimentado, pero no podía de ninguna forma siquiera pensar en darse por vencido; en aquel momento era en la única oportunidad que tenía, sería un pecado derrochar aquello, él la había dejado sola en la habitación, ella nSentía tanta impaciencia perturbándole la paz que, dicho sentimiento parecía haberse fusionado con su sangre, haciéndole por completo imposible la tarea de deshacerse de aquella tan horrenda sensación. El cielo, acicalado con foscas y enormes nubes, el clima garrafal y gélido, el sonido de tal vez encolerizados grillos, el ligero, pero no desapercibido, vaivén del viento que traía consigo gotas de agua que permanecían aglutinadas a su largo rostro… todo aquello lo hacía perder más y más la paciencia, que de por sí se esfumaba muy rápido, como los pétalos de una flor enferma que moría con premura.Todo parecía tramarse en su contra para enloquecerlo. Sus pensamientos iban de un extremo a otro, colisionando con las paredes de su mente, quebrándola; corrían desesperados como lo harían un par de desquiciados al verse libres del manicomio en el que por años estuvieron encarcelados, justo así de rápido corrían sus pensamientos, justo así de enloquecido él creía que se volvería si
Había música pegadiza puesta, cuerpos empapados de sudor colisionaban con rapidez entre sí, sensaciones violentamente eufóricas corrían por allí y por allá, las personas consumían descomunales cantidades de droga y bebidas alcohólicas, el desordenado cabello se aglutinaba a las pieles sudadas, labios rojos tumefactos a causa de pasionales y calientes besos, ojos apenas abiertos a causa de sobredosis o excesivo consumo de barato licor, pequeñas cinturas descubiertas, pechos femeninos desnudos, mostrados al famélico público sin censura alguna, piernas gruesas moviéndose al compás en el que más música se oía sonar… había de todo en aquel extravagante burdel.Derek sujetó a la prostituta con fuerza del cabello arrancándole unos buenos mechones en el acto, la muchacha tomó una gran bocanada de aire, pues sabía que tendría pocas oportunidades más para poder respirar adecuadamente.De nuevo, él bajó la cabeza de la prostituta, quien le realizaba una felación bastante profunda.
"Nunca, repito, nunca pintaré el crimen bajo otros colores que los del infierno; quiero que se lo vea al desnudo, que se le tema, que se le deteste, y no conozco otra forma de lograrlo que mostrarlo con todo el horror que lo caracteriza". -Marques de Sade.Jugueteó mansamente con la cuchilla entre sus enormes manos, moviendo el objeto desde un dedo hacia el otro dedo, a un ritmo pausado, pero que resultaba bastante inquietante si uno se detenía con esmero a observar. Cualquiera que admirase desde la distancia aquel juego que él mantenía con la cuchilla, ignorando, claro, el incisivo objeto que conformaba la acción, no vería en la escena nada diferente a un niño, admirando con ternura su dispendioso y esplendoroso juguete nuevo. El objeto, como hace un rato, traía bailoteando entre su filo, un particular e hipnotizante brillo, que le incitaba, de una manera que él no comprendía, a cometer sangrientos actos que sabía no eran bien vistos por nadie. Era como si,
La maldad no necesita razones, le basta con un pretexto. (Johann W. Goethe)Respiró profundo, no recordaba la última vez que había permitido que tanto aire entrase a sus pulmones, bailotease dentro de su interior y finalmente saliera, quedó estático, observando hacia una pared, como si aquella pared sucia y vacía tuviese la capacidad de solventar todo la precipitada y violenta maraña de pensamientos que en su mente crecía sin control ningún, sentía como si el frio del lugar corría por las paredes de su cerebro, burlándose de él, y de la infamia que había perpetrado hace pocos segundos. Dirigió sus rápidos ojos hacia la muchacha que acababa de asesinar de manera brutal; el cuerpo de ella, se encontraba sobre la cama con las piernas muy abiertas, también, dejando a deducir que, incluso, en sus últimos momentos de vida
Nota de la autora: lo que van a leer sucedió antes de que Vero abriese la puerta y encontrase a Derek en la escena de asesinato. Aclaro para evitar confusiones. Disfruten el capítulo. Pronto "Harper y Keylan: el amor entre dos asesinos" estará a la venta en esta plataforma.❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋La crueldad, como cualquier otro vicio, no requiere ningún motivo para ser practicada, apenas oportunidad. (George Eliot).Aquel hombre de exuberante estatura y muy buen lucir, le había pedido a Vero entrar por la puerta de atrás. Aquella particular petición, posó sobre un solo foco, la atención de la atractiva mujer, quien mordió la punta de su lengua, en respuesta a un impulso que no podía evitar hacer cuando se sentía nerviosa, indecisa, o curiosa: se preguntaba cual razón tendría aquel hombre para querer entrar por la puerta de atrás. Usual
La crueldad lejos de ser un vicio es el primer sentimiento que imprime en nosotros la naturaleza. "La filosofía en el tocador" (1795), Marqués De Sade.No podía gritar, la voz parecía encarcelada en su garganta y temerosa de algún día conocer la libertad. La enorme mano de él, sujetada, apresando el ancho cuello de la pelirroja, obstruía cualquier paso de aire, las lágrimas, se derrumbaban como desenfrenadas cataratas de los paniqueados ojos de la mujer, las saladas gotas se deslizaban por la piel de Derek sin cesar, tal vez buscando así generar en él la piedad que no existía. La apretó más del cuello, haciéndola retorcer con mucho vigor, él mordía sus labios y seguía comprimiendo, sin destello ninguno de misericordia que sus ojos estuviesen dispuestos a expresar, como si desease rompérselo de un sol
Su mente le decía que era el momento preciso de usar su cuchilla contra aquel sujeto, pero por alguna razón, decidió dejar aquel ataque para después. Vero continuaba arrojada en el suelo, una nueva patada se le enterró en la espalda, haciéndola gimotear por clemencia. El Wood pisó la mano izquierda de la mujer con crueldad, mientras la veía llorar del dolor. Algo en ver la miseria de los demás, conseguía darle una extraña satisfacción. La dejó arrojada allí, lanzando chillidos angustiosos en los que buscaba desahogar el dolor que la fragmentaba, mientras eso sucedía, él daba vueltas de un lado al otro, pensando en que sería lo más conveniente para hacer allí, en aquella situación. Si creía que tenía embrollos suficientes con aquel cadáver arrojado sobre la cama, ahora también debía de buscar l
Derek no lo vio venir. Todo lo tomó por sorpresa, todo ocurrió con tanta rapidez que no le permitió siquiera reaccionar adecuadamente; en el sencillo y fugaz transcurso de un segundo ya se encontraba tumbado en el suelo, con un diluvio de oscuridad cubriendo su campo de visión. Algo desconcertado por el golpe, todo parecía balancearse con violencia a su alrededor. Con sangre deslizándosele por su nariz a causa de los impactos que había sufrido ésta contra el suelo y un gran dolor de cabeza casi seduciéndola para que se dejase derrumbar en el desmayo, Vero sostenía una gruesa lampara entre sus largas manos, lampara que usó para embestir la cabeza de Derek, quien por milagro cayó, derrumbado por el fuerte golpe. El sudor cubría las manos de la mujer, logrando así que fuese para ella todavía más complicada la tarea de sostener la lampara, pues esta amenazaba constantemente con resbalársele. Viéndolo arrojado allí, algo desorientado, y relativamente indefenso, ella enloqueció de