La agitación y ganas de huir se adueñaron celosamente de cada extremidad de su cuerpo, pero de manera paradójica, el miedo congeló cada uno de sus movimientos, obstaculizándole alzar su cuello o mover siquiera sus parpados, solo había escuchado aquellas palabras arrojadas con una violencia enloquecida al atroz clima y luego había perdido la percepción de todo aquello que la rodeaba, solo permaneció arrojada allí, rendida, esperando a ver como el destino actuaba contra ella de nuevo, cerró sus ojos, profundamente y se dejó sometida allí, esperando a que él fuese a donde ella y la arrastrase fuera de aquel bosque; al menos lo había intentado, «al menos lo he intentado, si no se debiese a la caída, lo hubiese logrado», se motivaba, pero ayuda alguna no daban aquellas palabras tan vacías como su vida. Seguía con sus ojos cerrados, esperando a que Derek llegase a donde ella estaba.
Pero aquello no ocurrió.Transcurrieron unos cuantos minutos y no sucedió nada de lo que en los pasadEstaba abstraída en una profunda oscuridad, perdida como un alma en pena deambulando sin rumbo ninguno en el mundo de los vivos.No tenía idea alguna de en donde se encontraba, no sabía cómo moverse, como actuar, no sabía ni siquiera que era lo que ocurría en aquellos instantes.Sentía sus ojos magullados, como si estuviesen aglutinados entre sí, como si estuviesen zurcidos a su piel; era imposible para ella abrirlos y ver que era lo que estaba sucediendo a su alrededor.Su respiración era débil e imprecisa, sentía algo meneándose por su cuerpo de un lado a otro, intentaba conjeturar en su mente que ocurría, pero estaba vacía, era por completo ignorante de que era lo que estaba sucediendo.Solo entendía que su cuerpo no reaccionaba de buena manera ante aquellos roces, pero ella no sentía dolor alguno ante estos, más bien parecían livianas caricias, lo que indicaba que no eran violentos ni maldadosos; sin embargo, su cuerpo quería rechazarlos y ni siquie
Seguía sin poder abrir sus ojos, siendo corroída por una angustia nerviosa, seguía sin poder abrir sus faroles tan azules como lo era la definición del color mismo; aún era por completo ignorante de en donde se hallaba, en presencia de quienes se encontraba y que era lo que le destinaba.No quería ser una persona prejuiciosa, pues bastante que le desagradaban las personas de aquel tipo, no quería creer que quien la había recogido del bosque, cuando desmayada había caído, se trataba de un depravado, pues escuchando sus palabras, bajo un análisis algo crítico, no parecían las palabras de un depravado, parecían las palabras de un hombre común, que había encontrado a una muchacha en el bosque, y no queriendo dejarla a su suerte, con caridad, la había recogido y llevado a su vivienda, pero justo ahí radicaba aquella incertidumbre que Adalia tenía sembrada en su mente, incertidumbre que florecía al pasar de cada segundo: ¿por qué aquel hombre, que la había recogido, no había llamado
Había sentido como si sus desventurados pulmones jamás habían tenido la simple dicha de conocer presencia alguna de aire. Le había costado de una manera garrafal la básica necesidad de respirar, lo que estaba intentando hacer, le impedía respirar con la normalidad que buscaba, pero era en aquel momento o nunca que tenía que lograrlo.Tenía que abrir sus ojos y conseguir mover su cuerpo, debía de hacerlo, se obligaba a sí misma, debía de salir de ahí lo más rápido que sus extremidades se lo permitiesen; sentía como si sus ojos estuviesen grapados entre sí, era una sensación bastante brusca e incómoda, no podía siquiera describirla, pero era, echando a un lado el incomparable dolor de golpizas y profanaciones, una de las sensaciones más incomodas que había experimentado, pero no podía de ninguna forma siquiera pensar en darse por vencido; en aquel momento era en la única oportunidad que tenía, sería un pecado derrochar aquello, él la había dejado sola en la habitación, ella n
Sentía tanta impaciencia perturbándole la paz que, dicho sentimiento parecía haberse fusionado con su sangre, haciéndole por completo imposible la tarea de deshacerse de aquella tan horrenda sensación. El cielo, acicalado con foscas y enormes nubes, el clima garrafal y gélido, el sonido de tal vez encolerizados grillos, el ligero, pero no desapercibido, vaivén del viento que traía consigo gotas de agua que permanecían aglutinadas a su largo rostro… todo aquello lo hacía perder más y más la paciencia, que de por sí se esfumaba muy rápido, como los pétalos de una flor enferma que moría con premura.Todo parecía tramarse en su contra para enloquecerlo. Sus pensamientos iban de un extremo a otro, colisionando con las paredes de su mente, quebrándola; corrían desesperados como lo harían un par de desquiciados al verse libres del manicomio en el que por años estuvieron encarcelados, justo así de rápido corrían sus pensamientos, justo así de enloquecido él creía que se volvería si
Había música pegadiza puesta, cuerpos empapados de sudor colisionaban con rapidez entre sí, sensaciones violentamente eufóricas corrían por allí y por allá, las personas consumían descomunales cantidades de droga y bebidas alcohólicas, el desordenado cabello se aglutinaba a las pieles sudadas, labios rojos tumefactos a causa de pasionales y calientes besos, ojos apenas abiertos a causa de sobredosis o excesivo consumo de barato licor, pequeñas cinturas descubiertas, pechos femeninos desnudos, mostrados al famélico público sin censura alguna, piernas gruesas moviéndose al compás en el que más música se oía sonar… había de todo en aquel extravagante burdel.Derek sujetó a la prostituta con fuerza del cabello arrancándole unos buenos mechones en el acto, la muchacha tomó una gran bocanada de aire, pues sabía que tendría pocas oportunidades más para poder respirar adecuadamente.De nuevo, él bajó la cabeza de la prostituta, quien le realizaba una felación bastante profunda.
"Nunca, repito, nunca pintaré el crimen bajo otros colores que los del infierno; quiero que se lo vea al desnudo, que se le tema, que se le deteste, y no conozco otra forma de lograrlo que mostrarlo con todo el horror que lo caracteriza". -Marques de Sade.Jugueteó mansamente con la cuchilla entre sus enormes manos, moviendo el objeto desde un dedo hacia el otro dedo, a un ritmo pausado, pero que resultaba bastante inquietante si uno se detenía con esmero a observar. Cualquiera que admirase desde la distancia aquel juego que él mantenía con la cuchilla, ignorando, claro, el incisivo objeto que conformaba la acción, no vería en la escena nada diferente a un niño, admirando con ternura su dispendioso y esplendoroso juguete nuevo. El objeto, como hace un rato, traía bailoteando entre su filo, un particular e hipnotizante brillo, que le incitaba, de una manera que él no comprendía, a cometer sangrientos actos que sabía no eran bien vistos por nadie. Era como si,
La maldad no necesita razones, le basta con un pretexto. (Johann W. Goethe)Respiró profundo, no recordaba la última vez que había permitido que tanto aire entrase a sus pulmones, bailotease dentro de su interior y finalmente saliera, quedó estático, observando hacia una pared, como si aquella pared sucia y vacía tuviese la capacidad de solventar todo la precipitada y violenta maraña de pensamientos que en su mente crecía sin control ningún, sentía como si el frio del lugar corría por las paredes de su cerebro, burlándose de él, y de la infamia que había perpetrado hace pocos segundos. Dirigió sus rápidos ojos hacia la muchacha que acababa de asesinar de manera brutal; el cuerpo de ella, se encontraba sobre la cama con las piernas muy abiertas, también, dejando a deducir que, incluso, en sus últimos momentos de vida
Nota de la autora: lo que van a leer sucedió antes de que Vero abriese la puerta y encontrase a Derek en la escena de asesinato. Aclaro para evitar confusiones. Disfruten el capítulo. Pronto "Harper y Keylan: el amor entre dos asesinos" estará a la venta en esta plataforma.❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋❋La crueldad, como cualquier otro vicio, no requiere ningún motivo para ser practicada, apenas oportunidad. (George Eliot).Aquel hombre de exuberante estatura y muy buen lucir, le había pedido a Vero entrar por la puerta de atrás. Aquella particular petición, posó sobre un solo foco, la atención de la atractiva mujer, quien mordió la punta de su lengua, en respuesta a un impulso que no podía evitar hacer cuando se sentía nerviosa, indecisa, o curiosa: se preguntaba cual razón tendría aquel hombre para querer entrar por la puerta de atrás. Usual