El tiempo pasaba con una velocidad, sorprendente e incluso brusca, áspera.
Desde que había ido a visitar a Adalia habían transcurrido nueve días ya. Chad en ocasiones simplemente perdía la noción del tiempo, pues todavía no procesaba que nueve días hubiesen pasado desde la última vez que había visto a aquella bella muchacha, las sensaciones todavía no sucumbían en sus recuerdos, estaban frescos como si recién a su cuerpo hubiesen llegado.
Chad estaba arrojado sobre su sofá, con su espalda curvada en una mala posición que sabía que más tarde le causaría dolor, la televisión estaba encendida, pero él tenía su mirada y su mente bastante ajenas a todo.
Acarició el puente de su nariz con suavidad y desacopló un suspiro bastante hondo, ahora caía en cuenta de que entre sus piernas tenía su computador encendido, ni siquiera recordaba para que lo había llevado allí.
Permaneció unos cuantos instantes escarbando en su m
Sun hee, era una muchacha realmente esbelta, dotada de un gran altura, ella era incluso más alta que Chad. Bastante hermosa, la muchacha era de pelo lacio muy oscuro que le tocaba a sus finas caderas, ella siempre solía llevarlo atado en una coleta muy apretada y pulcra, la piel de la muchacha era hermosa, digna de acariciar suavemente durante horas, tenía su propia luz, al igual que sus ojos, que, paradójicamente a lo antes dicho, era oscuros como la noche más despoblada. Sus gestos eran gráciles, una jovencita muy hermosa, pese a eso, con solo mirar a los ojos de Chad se podía percibir el desinterés, en el sentido más allá de la amistad, que este sentía por ella. A Sun únicamente podía verla como una amistad, y a veces se cuestionaba si incluso era eso, a veces solo la veía como la hija de la mujer que le había dado un techo cuando su habitación de hotel se quemó, y no quería ser malinterpretado como ingrato, pero es que Sun hee era solo eso: la hija de su jefa, la muchacha que le
Sus famélicos y veloces labios viajaron al abdomen de ella, en donde succionaron con entusiasmo, marcando aquella zona como suya. Luego ascendieron a los labios de la muchacha, empezando a besarlos con salvajismo, con la desesperación que siempre lo caracterizaba a Derek.Probaba sus apacibles labios, pero de inmediato siempre se enfadaba, él siempre la besaba, pero ella nunca correspondía al acto. Dejó libre los labios de la muchacha por unos instantes, y la sostuvo del cuello, para luego decirle:—Correspóndeme, correspóndeme cuando te beso, quiero que desde hoy lo hagas siempre.Ella no quiso objetar de ninguna manera, empezó a mover sus labios lentamente, no buscando ir al compás de aquel beso tan agresivo al que era sometida. Para él era cómico verla de aquella manera, realmente gracioso, pues a pesar de todo, ella ni siquiera sabía mantener un beso, temblaba al hacerlo, a duras penas sabía mover sus labios, era gracioso, al menos para él, para ella, no. Aquello
Debían de ser alrededor de la media noche, o el reloj estaba cerca de marcar esa hora. Un gélido clima cobijaba recelosamente el lugar, aturdía sus sentidos de tan fuerte que soplaba, lo curioso era que por la mañana había hecho un calor invivible; el clima era sumamente inestable, y en una incauta comparación a ella le recordaba mucho a Derek, alguien por completo inestable, incoherente, un día te congelaba con sus palabras y otro día te quemaba con sus acciones, no sabías que esperar de él.Pero era mejor no esperar nada bueno.El Wood la abrazaba dormido, el menudo cuerpo de la muchacha parecía desvanecerse al ser comparado con el de Derek, se sentía nada cuando se quería comparar con él.La respiración de Derek, era tenue, su cabello, que por una razón que Adalia desconocía él lo había dejado crecer más de lo normal, estaba casi cubriendo el rostro de la rubia muchacha, pues él no la soltaba, le estaba sacando el aire, sofocando, la abrazaba de una man
Derek se sentía por completo asfixiado, acerbamente agarrotado del cuello, sentía lagrimas corriendo a todo dar por el largo de sus mejillas las cuales estaban teñidas de un intenso matiz encarnado.A penas aire entraba por sus fosas nasales, las sentía del todo obstruidas, también sentía un frio agresivo, muy, muy furioso que hacía que sus dientes se embistieran de manera rápida; no sabía si estaba desnudo o algo vestía a su cuerpo, pero el frio que profanaba sus extremidades lo ponía en lugar para deducir que no traía ropa alguna.Un velo gris cubría su campo de visión y le imposibilitaba ver con la suficiente claridad que él, en parte, deseaba en esos instantes.Aunque aquello en lo que sus ojos ponían atención era tan descorazonador que, por otro lado, prefería estar ciego, prefería que sus ojos fuesen brutalmente sacados de su concavidades a seguir viendo aquello, que, para su desgracia, de cierta forma no podía dejar de observar. Era atrayente aquella imagen, pe
Derek continuaba soñando, las cosas se tornaban todavía más intricadas, si era que aquello era acaso posible.Aquella pesadilla no parecería tener fin alguno, y las cosas lo enloquecían más y más al andar de los segundos, lo estaba atormentando de la manera más desalmada, aquello estaba torturando de la peor forma su mente. Profanándola todavía más, era como una sádica tortura, pero no a su cuerpo, a su mente. En lugar de sentir cortes o quemaduras profanando su piel, sentía como era embestido por garrafales recuerdos dolorosos.No lo soportaba. En ocasiones creía perfectamente saber que se trataba de tan solo un sueño, pero en otras no sabía deshacer la línea del sueño de la línea lo real, y cuando creía que avanzaba lo suficiente como para salir de aquella pesadilla, el camino se desvanecía como cenizas entre sus manos.La imagen de su madre paralizada le generaba escalofríos, le hacia sudar frio y no precisamente del miedo, era a causa de la desesperación, qu
Solo conseguía escuchar el muy desesperante tic-tac que desprendía el reloj colgado en la pared, desde su posición no lograba verlo, pues la cabeza de Derek tenía gran parte de su campo de visión bloqueada, así que, con exactitud no podía decir cuanto tiempo tenía él abrazándola, solo sabía que era mucho, algunos veinte minutos completos.Ella sentía el calor de Derek posándose en su nuca, en su pecho, en su oído, a donde sea que a él le diese el placer de poner su rostro; él todavía se notaba algo inquieto, pero menos que hace un par de minutos, aquella era la primera vez que Adalia había visto relucir aquel tsunami de emociones en la mirada de Derek, emociones que no fuesen rabia ni frenesí; cuando se había despertado de la pesadilla, pese a la condición en la que ella se encontraba, pudo, a penas, notar que él despertó bastante abrumado por lo que sea que vio en sus sueños; ella no se atrevía a preguntarle nada al respecto de aquel sueño, y nunca lo haría, así era mucho
Un estruendoso gruñido se desprendió de los labios de Derek, el tosco sonido sacudió con violencia cada margen del angosto sitio, causando un espantoso eco que retumbó de manera estridente en los oídos de la muy asustada muchacha.Él llevó con impulso las manos a su rostro, mientras continuaba gruñendo alto, como si la humanidad de él hubiese fuese fugitiva en aquel instante, como si se tratase de una bestia encolerizada.Apenas un corto vistazo le echó Adalia a Derek antes de salir por completo del baño y lo que vio, solidificó su ya asustado corazón; la furia se distinguía tan viva en sus expresiones que parecía humana, algunos vidrios habían lastimado con profundidad el rostro de aquel hombre; hileras un tanto gruesas de sangre se escurrían por ese largo y sumamente enfurecido rostro, mientras, él avanzaba sin poder caminar con precisión ninguna, debido a que en su recorrido se encontraba con vidrios los cuales aplastaba con sus pies sin darse cuenta, solo cuando sent
Adalia cerró la puerta principal de un violento portazo y echó a correr lejos de la casa, como alma que lleva el diablo; sus enclenques pies se tropezaban y su cuerpo hacía constante amague de caerse cada vez que se movía hacia adelante, pero no podía parar, ni siquiera se detuvo a mirar un segundo atrás la ventaja que mantenía sobre él o si era que tenía ventaja alguna, jamás en su vida había corrido tan rápido como lo hacía en ese momento.En los mismos instantes en los que se alejó de la casa, empezó a sentir algo húmedo deslizándose con premura por todo su cuerpo, gotas… eran gotas… su cabello se derrumbó en cascadas por sus delgados hombros y se aglutinó a su cuerpo, al igual que su ropa se adhirió a ella como si se tratase de una segunda piel, sintió más dificultoso y deslizadizo el caminar; sin frenar su carrera, alzó su rostro y se dio cuenta de que estaba lloviendo, una llovizna débil.Lluvia… aquella sensación, aquel olor… aquella libertad que sentía, pese a qu