Capítulo 50.

Y allí estaba él. Su cabello, tan sedoso que incluso desde la distancia se podía apreciar su sublime textura, lo había cortado unos pocos centímetros, ya no rozaba hasta el final de su cuello, ahora apenas tocaba su nariz y lo había teñido de negro por completo, estaba mucho más delgado que hace un par de meses, aunque no se notaba demacrado, solo delgado, no obstante, de manera irónica se veía musculoso al mismo tiempo, complicado describirlo a un simple y corto vistazo. Y estaba ahí... él estaba ahí, parado en la ventana, indicándole a Adalia que se acercara... el solo verlo desató en la muchacha una lluvia de sensaciones que no se creía capaz de describir, algunas eran incluso nuevas.

Ella sintió un nerviosismo desconcertante asaltando cada una de sus extremidades, dispersándose con gran premura. Se sujetó de las escaleras, pues en ese momento no fue dueña de sí misma y creyó que iba a caer de un horroroso nerviosismo que la agarrotó de manera imprevista

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