Y allí estaba él. Su cabello, tan sedoso que incluso desde la distancia se podía apreciar su sublime textura, lo había cortado unos pocos centímetros, ya no rozaba hasta el final de su cuello, ahora apenas tocaba su nariz y lo había teñido de negro por completo, estaba mucho más delgado que hace un par de meses, aunque no se notaba demacrado, solo delgado, no obstante, de manera irónica se veía musculoso al mismo tiempo, complicado describirlo a un simple y corto vistazo. Y estaba ahí... él estaba ahí, parado en la ventana, indicándole a Adalia que se acercara... el solo verlo desató en la muchacha una lluvia de sensaciones que no se creía capaz de describir, algunas eran incluso nuevas.
Ella sintió un nerviosismo desconcertante asaltando cada una de sus extremidades, dispersándose con gran premura. Se sujetó de las escaleras, pues en ese momento no fue dueña de sí misma y creyó que iba a caer de un horroroso nerviosismo que la agarrotó de manera imprevista
Él solo dejó salir un suspiro. Reflexionó por unos segundos, causando que su rostro se contorsionara, pero pronto volvió a la normalidad.—Oh... —Chaddiel sonrió con falsedad y peinó hacia atrás un mechón de su cabello. —Y... ¿supongo no está en casa? Digo, creo que me dijiste que estabas sola o algo, no lo recuerdo bien.—No... él salió... al... al trabajo, él trabaja en una... empresa —su palabras estaban llenas de un considerable e inexplicable nerviosismo, hablar de él la ponía tan nerviosa y menos si él no estaba, lo cual no solía ocurrir con mucha asiduidad, de hecho en aquellos meses no había hablado con otra persona que no fuese con Derek, él la mantenía en completo encierro, un encierro que casi cruzaba el límite de lo físico, ni con la sirvienta le permit&iac
Adalia subió las escaleras corriendo, el dolor en todo su cuerpo de manera evidente no le permitió correr a una gran velocidad durante mucho tiempo.Cuando iba a terminar de subir el ultimo escalón sufrió un desliz del cual trató de incorporarse lo más rápido que toda la situación se lo permitió.Su rostro estaba empezando a inflamarse, síntoma evidente de lágrimas, mordía sus labios mientras corría, al mismo tiempo temblaba como una pequeña niña asustada, creyó caerse, al menos unos cuatro veces en aquella corta trayectoria, finalmente llegó a la puerta de la habitación, sus manos resbalosas a causa del sudor fueron a parar al picaporte el cual intentaba abrir con desesperación, su batalla por abrir el picaporte se complicaba a causa de las lágrimas que nublaban por completo su vista, pero finalmente logró hacerlo.Una vez el paso disponible, ella ingresó a la habitación y cerró la puerta de un gran empujón que resonó, se sentía sofocada, de todas las ventan
Dóciles, blandos como pluma de ángel, así eran los labios de ella, salpicados de aquel fascinante e hipnotizante matiz rosado que parecía calcar perfectamente la naturaleza de la más rosácea y húmeda flor. Sus labios eran deliciosos, placenteros, era grato para él poder besarlos, dulces como el más particular chocolate, una vez Chad se adhirió a estos, dudó en aquel instante tener la fuerza de voluntad que se requería para dejarlos ir. Ella cargaba sobre sus hombros un peso masivo, la tensión parecía estar estrangulando su delgado cuello, pero aquel beso logró marchitar poco a poco la tensión de su mente, aquel beso logró entre todos sus traumáticos recuerdos, apaciguar su miedo. Los dedos de Chad, se sentían como suaves plumas acariciando el cabello color mazorca de la muchacha, masajearon su cráneo con una lentitud placentera, relajándo
La muchacha rubia mordió su labio inferior, formando un hilarante aspaviento con estos. Su cadera dolía, no era un dolor garrafal hasta el punto en el que resultaba inaguantable, pero si le aguijoneaba de vez en cuando: se había alejado de una manera en exceso violenta de él, se había golpeado a sí misma, había sido imprevisto, incluso para ella; él la observaba raro, con un sabor de duda reposando sobre su mirada, ella podía casi apostar que, de no tratarse de Chad, de tratarse de otra persona, la hubiese estado mirando como si ella fuese una enferma mental o algo similar, pues Adalia no podía negarse que estaba avergonzada de sus propios actos. Pese a esto, no era capaz de doblegarlos, los traumas tenían mucho más peso que ella. Los traumas pesaban mucho más que sus insuficientes recuerdos felices.—¿Estás... segura de qué estás bien? —ins
Adalia tragó saliva muy pesadamente, los ojos dilatados de Chad, expectantes por estar al corriente de que diría ella, parecían acuchillarla al pasar de cada segundo; y aunque estaba muy fuera de contexto aquel pensamiento, en un instante ella notó que la mirada del muchacho era bastante recóndita, aunque no en un sentido pavoroso o conminatorio, era... solo recóndita, como el mar en estado de calma.—La r-razón por l-la q-que... t-te alejé de m-mi es porque... b-bueno... tú... tú sabes que tengo un n-novio, ¿c-cierto? —Chad asintió con irrisorio entusiasmo. Se acomodó en su lugar y siguió con sus profundos orbes descansados sobre la menuda muchacha frente a él. —P-Pues... s-sabes... las parejas... él y yo c-como cualquier p-pareja normal... tú sabes...Inmediatamente escuchó aquello, Chad delineó en su rostro una
Ella lanzó un atronador lamento.—Fu-ue en un m-momento d-de desesperac-cion el aborto y m-me siento c-como un monstruo p-por ello —comentó ella. Mentirle de manera tan sínica a Chad la estaba consumiendo. Se sentía un asco de persona, porque sabía que él era sumamente sensible a ese tipo de temas, debido a que, largos años atrás, la madre de Chad había tenido un aborto que casi le había costado la vida; cada segundo, Adalia se sentía más y más miserable por mentirle con algo así. Era como confesarle a alguien cual es tu punto débil y que ese alguien empiece a pellizcarte justo en aquella zona, justo así se sentía ella, así sentía Adalia que estaba haciendo con Chad.—No... no eres un monstruo... yo... no... no sé la razón por la que lo hiciste, pero debes de tener una, sé que no eres una
La mirada de Adalia dio un raudo desplazamiento a la ventana que quedaba a su mano derecha, su corazón se plegó con tanto miedo que lo sintió casi detonar dentro de su pecho: la ventana estaba totalmente quebrada, del todo destrozada, tanto así que debía de ser muy fidedigna la excusa que Adalia contase como para que Derek en verdad le creyese y no la masacrara allí mismo a golpes.Por un momento, maldijo a Chad entre vagos pensamientos, después, a los breves segundos, se arrepintió por hacerlo; aunque él tenía, de hecho, la culpa de la inquietud que en aquel instante la acongojaba, no era posible para ella arrojarle más peso a Chad encima, y menos con la mentira que le había contado, solo intentó esclarecer sus pensamientos y sacar a Chad de ellos.Permaneció unos cuantos segundos paralizada en medio de la recamara, pues su mente estaba tan desordenada que no
Adalia se posicionó avivadamente de pie, tomó unas cuantas joyas de las muchas que permanecían arrojadas con desbarajuste sobre el deslizadizo suelo, las sujetó entre sus manos, cubiertas de una robusta capa de sudor, corrió lo más rápido que la situación se lo permitió en dirección al baño y una vez ahí, abrió el retrete y arrojó las joyas de Derek, asegurándose de que estas se desaparecieran por completo de su campo de visión: aquello era parte de su plan, lo único que en aquel momento su mente consiguió idear era fingir un robo, decir que unos hombres habían entrado por la ventana a robar, y debido a aquel acontecimiento era que esta se encontraba rota con tanta violencia; aquella fue la única idea que franqueó por los constreñidos pasadizos de su angustiada mente, lo único que tal vez, esperaba ella, pudiese justificar a