Matthew abrió la computadora de su escritorio con la mayor rapidez que sus extremidades se lo permitieron, se sentó en un golpe brusco, dejó salir el aire que, paradójicamente, lo estaba sofocando, tecleó con desesperación “Víctima sobrevivió al asesino de la madrugada” en el buscador, para luego darle a enviar, mirando de manera impaciente todas las noticias que ahí salían.
Frunció sus labios, supo que tendría que desplazarse más a lo profundo si quería encontrar lo que buscaba, puesto que lo que quería encontrar no era una noticia reciente, era una noticia un tanto polvorienta de hacía unos años atrás, por lo que era probable que los primeros resultados no arrojaran aquello que él buscaba. Se desplazó hasta el fondo, deslizándose y deslizándose, no se detendría hasta encontrar un encabezado que lo conven
Mantuvo una breve conversación con su secretaria, aunque la mayoría de sus respuestas eran monosílabas que solo buscaban zanjar aquella conversación. En aquel momento se encontraba sentado en su escritorio, con una taza llena de café a su lado, y con sus manos ocupadas en desenvolver el papel con la letra de su hijo Derek sobre él. Estaba harto de las incógnitas sin respuestas, de las informaciones a medias. Quería tomar aquel papel y desgarrarlo en tantos pequeños trozos que nadie jamás pueda volver a reconstruirlo, luego quemarlo y arrojar las cenizas al lugar más aislado de aquel país. Tal vez terminaría haciendo exactamente aquello, pero una vez terminase de leer el contenido y respondiese a su inquietud principal, así que sin demasiados preámbulos, empezó a leer la parte final de aquellos escritos de Derek.«Siete días han transcurrido desde que la
Llantos de antiguos amantes y familiares se hacían escuchar, unos mucho más descontrolados que otros. “Se metía en asuntos ilegales, por eso terminó así”, pensaban la mayoría de los presentes, al mismo compás, tanto así, que esos pensamientos parecían dejarse escuchar ante el mórbido silencio que envolvía aquel funeral, que, de vez en cuanto se hallaba roto por un lamento quejumbroso.Chad abrazó a la hermana de Kenzo, depositó un beso en su frente, la muchacha temblaba como si estuviese a punto de ser víctima de un frenético ataque de pánico, sus extremidades se movían sin su consentimiento, su voz se hallaba rota, con esfuerzo podría susurrar algunos lamentos. Él no sabía como consolarla, no sabía que palabras debería o no debería de decir, por lo que solo la abrazaba, no quería decir algo inadecu
Parecía estar desarrollando un fetiche con sus labios, mucho más profundo del que ya tenía. No podía dejar de observarlos, de tocarlos… de besarlos, podría pasar horas solo besándolos, enrojeciéndolos, tocándolos con las yemas de sus dedos, tan suaves como acariciar a una nube. En aquel momento, los besaba de manera lenta y apasionada, arrojados ambos sobre la cama, él la besaba, ella se movía apenas, ambos se encontraban con ropa, él no quería tocar su cuerpo, solo sus labios, aquellos que lo traían loco desde hacía unos días.—Te amo demasiado —le susurró Derek al oído—. Mucho más de lo que puedes lograr imaginar. Mucho más de lo que he amado jamás a nadie, mucho más de lo que alguna vez volveré a amar a alguien.Ella tragó saliva, sabía que él esperaba una respuesta por
La lluvia se deslizaba por las ventanas de vidrio, la oscuridad arropaba con su manto a toda la ciudad y el frío penetraba los huesos de todos los que no se encontraban lo suficientemente abrigados como para enfrentarlo.Adalia llevaba un grueso abrigo puesto, a pesar de esto, temblaba como si estuviese por completo desnudo, sus labios estaban secos y empezaban a adquirir un color azul, como el de la muerte arropando a un cuerpo, sus dedos temblaban de una manera exagerada, apenas los sentía, sus uñas estaban moradas, su rostro más pálido de lo que de por sí era, jamás había estado presente ante un frío con tal magnitud como aquel. Por otro lado, Derek llevaba una camisa sin mangas y un pantalón holgado hasta las rodillas, aquel frío destructor no parecía afectarle, no parecía importarle.¿Cómo el frío atacaría a quien ya era frío por dent
Él tragó saliva. Apagó de manera brusca la televisión. Giró su cuerpo hacia Adalia. Lucía enojado, pero de un segundo a otro su expresión se suavizó, lo cual, en lugar de transmitirle calma a Adalia, llenó su corazón del más corrompedor desasosiego.Derek la tomó por la cintura, sentándola sobre él. Ella sintió un violento frío atravesarla la columna, tenía un muy mal presentimiento. Sentir los labios de Derek sobre los suyos solo la alteró más, la saliva no pasó por su garganta, se sentía genuinamente nerviosa, la expresión de Derek indicaba lo peor, y era que, cuando Derek se encontraba calmado, algo andaba mal, mal para ella, por supuesto.—Él está bien —le respondió—. Tu padre se encuentra bien.Mentiras. Se podían casi palpar en el aire.—¿Y
La había cargado entre sus brazos, luego de haberla obligado a tragarse unas drogas para dormir, el vómito que descansaba a un costado del sofá revelaba los esfuerzos de Adalia por evitar que esa pastilla llegara a su organismo, la ropa mojada y los cojines también húmedos eran una evidencia más. Ahora ella se encontraba sobre sus brazos, desmayada, libre por un par de segundos del infierno en el que se había convertido su vida. Cuando llegó a la habitación, dejó el fino cuerpo de Adalia sobre la cama, colocó una sábana sobre sus extremidades, tan débiles que parecía ser solo necesario un simple suspiro para partirlas. Se acostó al lado de ella, llevó la punta de su dedo hacia los labios de Adalia, acariciándolos con suavidad. Irónico era el hecho de que los dedos que la acariciaban con tanto empeño y delicadeza, eran los mismos que le sacaban gritos de dolor. Acarició el cabello de la muchacha, con delicadeza, amaba su cabello tanto que no se encargaba de ocultarlo. Podría
La sirvienta era quien solía administrarle los alimentos a ambos, pues Adalia escaso conocimiento tenía en el área de la cocina y Derek ninguno. Él pedía para ella ensaladas, jugos sin azúcar, cocteles de frutas… nada con grasa, nada de carne, nada de carbohidratos. A pesar de ver lo delgada que se tornaba Adalia, no pedía nada que pudiese ayudarla a subir de peso, la rubia no comprendía la razón, no lo cuestionaba tampoco.En aquel momento, ella se encontraba desayunando, él no le permitía hacerlo por su propia cuenta, llevaba la comida hacia la boca de la rubia, de manera lenta, como si se tratase de un bebé, pero ella estaba ciertamente acostumbrada a aquel comportamiento absurdo, y mientras comía, su mirada estaba perdida en la nada. Su mente, como lo acostumbrado, era un constante parloteo perseverante, pensaba en demasiadas cosas a la vez, y era irónico, pues sus ojo
Se estremeció de inmediato al escucharlo hablar de aquella manera, aunque aquella fría sensación no nació en ella a raíz de sus palabras, si no de lo que se podía leer bajo estas, si no de la oscuridad de la que se caló su mirada al decirlo.—No l-le hagas nada a mi mad-dre… p-por f-favor… por favor… por… por… por… favor… Derek… —le imploró girándose hacia él, no le gustaba humillarse rogándole por cosas, pero tarde o temprano siempre terminaba haciéndolo. Él la miró con soberbia, amaba verla asustada, temblorosa, tartamudeando a causa de él.—¿Qué te hace pensar que no le he hecho nada?La mirada de Adalia se convirtió en hielo, pero rápidamente se derritió dejando salir gruesas lágrimas que resbalaron hasta su esbelto y tan lastimado cuello. N