Jaaziel despierta agitado, su corazón late fuerte. No puede dejar las cosas así, tenía que estar frente a la puerta de Ikaika por si esta sale pueda interceptarla. No supo cuando se quedó dormido, vio el vaso de whisky en el suelo. Se fue a levantar pero su cabeza lo detuvo. Estaba mareado aun. Debía ir a darse un baño. Miró su teléfono tenía más de veinte llamadas de su chofer y Adrian. Suspiro por lo bajo y decidió ir a darse un baño para luego llamarlos. Debía reconocer que había perdido, que él nunca tuvo el control de nada y que esa mujer volvió a repetir la historia, lo volvió a humillar y esta vez de la manera más ruin y descarada. sin ella saberlo quedó evidenciado su triunfo, el mismo que solo él vería, pues no le dará el gusto a Adrian de mofarse de él toda la vida. Luego del baño decide llamar a su chofer. —Dime. —escucha que este suspira derrotado. —Señor, la señorita salió muy temprano hacia el aeropuerto, lo llame pero no me contestó. —Jaaziel maldijo por lo bajo. Se
Ikaika llegó muerta de cansancio a su apartamento, tiró sus cosas a un lado y fue directamente a la cama, sus ojos se le cerraban por el camino. No durmió en el avión por el coraje que tenía con Jaaziel, pero recordar su cara de frustración la hizo ponerse de mejor humor. Ese hombre no sabe con quién se había metido. Ella podría estar muriendo por dentro y nunca daría su brazo a torcer. Se quedó dormida recordando la noche que había pasado, no podía negar que ese hombre era el mejor amante que había tenido, escucharlo gemir su nombre mientras se corría en su bolsa plástica la hace estremecer. Cerró sus ojos entregándose a los brazos de Morfeo. <— De aquí no sales hasta que no admitas que eres mía Ikaika Zeldenthuis. —dice tirándola a la cama mientras se quita la ropa con premura. Por alguna razón esta no se sintió intimidada en cambio sí caliente. —No sueñes con el momento que vas a volver a entrar en mi. —comenta de la boca para afuera, porque si este es tan osado de abrir sus pi
Ikaika deja la cajita a un lado. Sus nervios se incrementan, no quiere pensar en quién pueda ser. Más bien no quiere saber que la envió, por un momento se vio tentada a abrirla, pero luego se llenó de valor y la guardó en su escritorio. Cerró sus ojos para meditar, no podía pensar en ese mal hombre. Jaaziel Fusco no merece ningún pensamiento de ella. Volvió a su trabajo dispuesta a comenzar a crear su próxima colección, es muy prematuro pero es como único no piensa en lo que pasó en Roma. Aún se reprocha el haber bajado la guardia. El día concurre con tranquilidad, olvidó por completo el regalo y salió como de costumbre a las cuatro de la tarde. Baja hasta la recepción del edificio cuando lo ve parado en la puerta. Blanqueo sus ojos al ver que este le sonreía como si nada hubiera pasado. —Ikai … esta cambió el rumbo de sus pasos pero Jaaziel logró tomarla del brazo. —Suéltame. —pide entre dientes en un tono amenazante.—No hasta que hablemos. —dice este e Ikaika niega. —Ni en tus
Jaaziel mira a todos lados que no venga gente. Lo mejor de ese edificio es que las personas no se la andan paseando por el recibidor. Ya le dio una buena tajada al guardia para que este no diga nada, sus planes estaban corriendo como él esperaba. Ikaika bajaría y él se la llevaría lejos hasta que logré convencerla de ser pareja. Con ella todo es más difícil. No es llegar y decirle cariño, mi abuelo quiere un bisnieto y quiero que seas tú quien se lo de, o belleza te doy una cantidad de dólares si tienes un hijo para hacer feliz a mi nonno. ¡No! Con su hermoso ángel tiene que jugar al Don Juan. Tiene que hacerse el enamorado para lograr tener un hijo con ella y luego pasaría manutención pues aún es muy joven para atarse a una sola mujer. Jaaziel mira su reloj de muñeca. Habían pasado más de veinte minutos y nada. Mira al guardia quien se encoge de hombros haciéndose el desentendido. —Dame la llave para subir. —El hombre niega. —Usted me pagó para que no diga nada cuando se la l
Jaaziel sale del camarote donde deja a Ikaika encerrada para tomar algo de aire, esa mujer le vuela las neuronas como solo abrir su boca. Se siente dolido, sus palabras son puñaladas que esta usa para acabar con el poco razonamiento que tiene. Sube hasta donde está el capitán. — ¿Pasa algo señor Fusco? —pregunta el hombre poniendo el timón en piloto automático, ya están bastante mar adentro es casi imposible que si ella salte sobreviva en las aguas hasta llegar a tierra. —Esa mujer me exaspera. —comenta totalmente frustrado. —¿Puedo saber por qué la ha traído? —pregunta el hombre interesado. Jaaziel lo mira con intensidad. Con alguien debe hablar para sacarse eso que siente. Si se lo cuenta a Adrian este solo se burlara de él. —Necesito conquistar a esa mujer. Sé que la cagué al hacer una apuesta con mi amigo de que la llevaría a la cama, pero aunque me cueste reconocerlo me enamore de ella. Es única, ella es la mujer que me ata a una casa. La amo, pero ella no me cree, ella solo
Jaaziel cerró sus ojos y se imaginó lamiendo sus pezones erectos por encima de ese top y gruñó por lo bajo esa mujer lo tiene loco de deseo, ella es perfecta en todos los aspectos y lo dejó con una necesidad absurda de probar su cuerpo como tanto desea. Su miembro latiente tira de su pantalón, trata de disimular su excitación, pues en ese momento no le conviene que ella se de cuenta.—Muero de hambre. —dice Ikaika sacándolo de sus oscuros pensamientos. —Ven cariño. —le señala la puerta donde pasan al comedor. Hala la silla para que Ika se siente, ya estaba todo servido, solo faltaban ellos. — Se ve todo delicioso. —dice con inocencia mientras Jaaziel tenía unos pensamientos cochambrosos. —Bon appetit. —dijo guiñandole un ojo. Desearía que ella fuera el plato principal, pero sería precavido, los puntos que había acumulado no los puede perder en un segundo de debilidad. Desayunaron en paz, ninguno dijo una palabra. Cuando terminaron, Jaaziel la invitó a la sala de la cabaña. Tenían q
A cuatro días para el desfile Jaaziel quiere dar un paso. Debe admitir que ha comenzado a sentir cosas muy fuertes por la rubia de hielo. El aún no se explica cómo es que esa mujer puede aguantar los deseos que es evidente que le tiene, pero más se sorprende que no haya buscado otra mujer para cubrir ese campo. Se ha dado cuenta que ninguna otra le provoca tanto como lo hace Ikaika Esa mujer lo tiene hechizado y sin él darse cuenta se ha vuelto fiel a ella a pesar de que no ha querido volver a acostarse con él. Han ido a l cine, ido a cenar, a tomar café, compartido opiniones sobre sus trabajos pero nada de sexo. Eso a pesar de frustrarlo, le hace temer más, pues ya no se ve lejos de la hermosa mujer. En ese momento va camino a buscarla para llevarla a cenar por cuarta vez solo que será totalmente diferente. Esta vez separó un local solo para ellos, donde habla un saxofonista interpretando canciones románticas, habrá un mesero para servir y una decoración digna para su propósito.
Jaaziel no aguanta más y habla. —Ika, por favor, di algo. —pide poniendo ojitos de gato con botas. —Jaaziel yo no sé, ¿No es muy prematuro? —pregunta Ikaika dudosa, su corazón le gritaba un enorme sí, pero ella es una mujer muy racional. Jaaziel se pone de pie para tomar su rostro entre sus manos. —Amor, yo siento que nos conocemos de toda la vida. Te amo, te deseo y te necesito a mi lado, no puedo quedarme aquí para siempre, pero si quiero llevarte conmigo para nunca volver a separarme de ti. Te amo Ika y te juro que voy a hacerte feliz. —Ikaika cierra sus ojos en el momento que Jaaziel roza sus labios. —Acepto, pero no quiero que nos casemos rápido, al menos unos seis meses a un año, que nos conozcamos bien. —Jaaziel asiente satisfecho. No importa si tiene que esperar un año o un siglo después que esa mujer sea suya. —Claro, como desees, yo vengo y tú vas. Solo quiero saber que eres completamente mía. Sus labios se adueñan de los de ella y como puede pone el anillo de compromi