Jazziel

Ikaika deja la cajita a un lado. Sus nervios se incrementan, no quiere pensar en quién pueda ser. Más bien no quiere saber que la envió, por un momento se vio tentada a abrirla, pero luego se llenó de valor y la guardó en su escritorio. Cerró sus ojos para meditar, no podía pensar en ese mal hombre. Jaaziel Fusco no merece ningún pensamiento de ella. Volvió a su trabajo dispuesta a comenzar a crear su próxima colección, es muy prematuro pero es como único no piensa en lo que pasó en Roma. Aún se reprocha el haber bajado la guardia.

El día concurre con tranquilidad, olvidó por completo el regalo y salió como de costumbre a las cuatro de la tarde. Baja hasta la recepción del edificio cuando lo ve parado en la puerta. Blanqueo sus ojos al ver que este le sonreía como si nada hubiera pasado.

—Ikai … esta cambió el rumbo de sus pasos pero Jaaziel logró tomarla del brazo.

—Suéltame. —pide entre dientes en un tono amenazante.

—No hasta que hablemos. —dice este e Ikaika niega.

—Ni en tus
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