Como de costumbre Ikaika se levantó temprano para ir a la oficina, ella es muy responsable con sus compromisos. Jaaziel se quejó al sentir el espacio vacío. —Ika, sabes soy el Jefe, podemos llegar más tarde. —explica sentándose en la cama. —Lo sé, pero es mi naturaleza levantarme temprano y hacer las cosas a esta hora. —Jaaziel niega viendo como esta comienza a secar su cabello. —Vamos a tener que ponernos de acuerdo, porque a mi me gusta dormir un poco más. En Amsterdam lo toleraba porque vi que es tu diario, pero estamos en Roma, acá hacemos como a mi me gusta. la toma de la cintura para estrujar su caseta de acampar en sus nalgas. —Ve a bañarte Jaaziel, en la tarde hablamos de lo que quieres o lo que no quieres. —Jaaziel suspira derrotado. —Bueno, pero que no se diga que no lo intenté. —dice caminando hacia el baño personal de su habitación. Ika sonríe al verlo entrar al baño. Siente que el mundo le da vuelta y tomó asiento sin decirle nada a su novio. Tenía que ir al m
Cinco minutos antesJaaziel mira por la ventana la ciudad, se siente feliz y completo. Había llamado a la Iglesia de Sant'Anna dei Palafrenieri, para separar una entrevista para acordar la fecha del matrimonio, lo haría por todo lo alto, como un hombre que fue criado con buenos principios cristianos. Se amarrará a Ikaika para siempre, por el sacramento del matrimonio. Una unión perpetua, él la ama como nunca pensó amar a ninguna otra mujer. Unos toques en la puerta de su oficina lo sacan de su ensoñación.—¿Se puede? —pregunta Adrian al entrar a la oficina. Jaaziel asiente y camina hasta su escritorio.—Sí, pasa. —lo invita a sentarse frente a su lugar de trabajo.—¿Cómo está todo? —pregunta el recién llegado. —No me puedo quejar, lo tengo todo, una hermosa mujer, una empresa y pronto un hijo. No puedo pedirle más a Dios. —comenta Jaaziel con tranquilidad.—Eso sí es novedad que tú digas eso. —alega Adrian buscando molestar a su amigo. —Mi abuelo me incentivó a hacerlo. —Jaaziel ríe
Ikaika llegó a su apartamento y solo quiso llorar, se encerró en su habitación para desahogar su dolor, solo lo haría esa noche, ya mañana se levantara con nuevos aires, nuevos proyectos en su vida, proyectos en el que un hombre no está incluido, solo su bebé y ella. —¿Señorita puedo ayudarla en algo? —pregunta Jannette al ver a su jefa destruida. —Por favor Jannette, difunde a la portería y los de recepción tanto del edificio como de la oficina que Jaaziel Fusco tiene la entrada prohibida. —Jannette asiente y sale de la habitación dejando a Ika con sus pensamientos y sentimientos encontrados. Nunca ha sido de llorar por nada ni por nadie, pero esta vez se siente vulnerable y considerando que sus hormonas están revueltas es mejor hacerlo, llorar siempre sana las heridas para luego de cerrar ese capítulo de su vida, seguir adelante. Lloró hasta quedarse dormida, su empleada le llevó la cena pero no quiso más que el postre. Al día siguiente se levantó un poco cansada pero debía ir
Ikaika lloró al ver por primera vez a su primogénito. Izkiel era tan parecido a su padre solo que había enredado su color de ojos. Era el bebé más hermoso que había visto en el mundo y era suyo, solo suyo. Acariciaba su cabellera negra mientras lo ve alimentarse de su pecho cuando la puerta es tocada.—¿Se puede? —Ikaika asiente al ver a Giordano junto a Adriana entrar a la habitación privada del hospital.—Claro, Adriana la ayuda con el bebé para recibir la visita.—Ahh, que hermoso. Mira Nonno, es el niño más hermoso que hay sobre la tierra. —A Giordano se le cristalizó su mirada al verlo. Recordó a Jaaziel cuando nació y eso le dio dolor en su corazón. Su nieto no sabe siquiera que tiene un hijo.Desde que Ikaika lo dejó se ha vuelto un alma en pena, él sabe que no lo hizo bien, pero tampoco merece que sea tan infeliz. Se ha enterado de tantas cosas que solo puede sufrir por su nieto, pero no llegó a Amsterdam para remover el pasado, sino para disfrutar y ver a Ikziel, su pequeño r
Jaaziel sale a toda prisa del hospital donde está su abuelo sin saber que mientras él baja por un ascensor Ika y su hijo suben a ver al patriarca de la familia. Adriana al verla salir del elevador, sonríe. Su abuelo estará muy feliz al ver al pequeño Ikziel.—¿Cómo está el pequeño mas hermoso? —pregunta tomando al pelinegro de ojos azules en sus brazos. Cada día se parecía más a su padre, solo que con la mirada de Ikaika.—Está cansado, pero se portó muy bien en el avión.—contesta una orgullosa madre. El chiquitín estuvo viendo películas de muñecos, pues Ikaika estaba terminando un trabajo que tenía que salir para la próxima temporada.—Que bueno. —Adriana lo hace mirarla—. Con que andas ganando te un regalo de la tía Adriana. —El nene sonríe y aplaude feliz entendiendo a la pelinegra.—¿Cómo está el abuelo? —pregunta Ikaika, mirando hacia la puerta de la habitación.—No te voy a mentir, el médico nos dice que está muy mal, él habla poco, él aún está consciente, pero hasta él reconoce
Jaaziel entró siguiendo a Ikaika quien le arrebataba a Ikziel de los brazos de Adriana. —Lo siento Giordano, no puedo seguir aquí. —dice Ika aguantando sus lágrimas. —¿Qué pasó, mi niña? —Ikaika mira a Jaaziel entrar y no dice nada. —No pasó nada, solo que el niño está cansado, tiene que descansar. —se excusa pero Jaaziel no la deja irse. —No, no vas a salir de aquí hasta que yo no conozca a mi hijo. —Ikaika lo enfrenta. —Te dije que no es tu hijo, es solo mio. —contestó apretando los dientes. Giordano miró la escena con dolor. Sus muchachos no pueden seguir así. Ellos se aman y Ikziel será quien los una. —Ikaika. —La llama Adriana con voz fuerte. Sí, entendía que Jaaziel había hecho mal, pero llevaba más de un año sufriendo por su brutalidad. Ya es hora que al menos le deje conocer al niño. —Adriana, no, él no … —Ika siente como una lágrima traicionera rueda por su mejilla y la limpia con frialdad. — Él sí, sabes que nunca lo he defendido, pero no pienses en mi primo, hazlo
Ikaika cierra sus ojos al sentir su aroma. Ese hombre la pone tan nerviosa pero debe tomar el control del asunto. —Aléjate Jaaziel. —pide tratando que su voz se escuche contundente. —¿Y si no quiero? —Jaaziel sonríe al sentirla estremecer por su cercanía. No todo estaba perdido, ella aún lo ama. —No me hagas odiarte más.—Jaaziel va a decir algo pero en ese momento el niño comienza a llorar y Jaaziel se aleja para que Ikaika vaya a ver al niño. —Ya mi amor, mamá está aquí.—dice tomándolo en brazos—. ¿Tienes hambre? —pregunta al ver que su bebé busca su teta—. Te voy a pedir que me regales privacidad.—Jaaziel niega. —Quiero ver que alimentes bien a nuestro hijo. —Ikaika blanquea sus ojos, ese hombre no cambia. Sin pudor alguno se desabrocha su camisa y le da de comer a su hijo. A Jaaziel le da hambre pero de la mujer que tiene a su hijo en brazos. Envidia a su pequeño, sintió un tirón en su pantalón y decidió marcharse, eso de quedarse no era una buena idea. Salió pa
Ikaika se levantó como de costumbre muy temprano, necesitaba pensar, relajarse, aún se sentía muy culpable por todo lo que había pasado. Su culpa por la muerte de Giordano no la dejó descansar, pasó a ver a su hijo que dormía plácidamente en su cuna y le encargó mucho a la empleada que vela su sueño que en cuanto despertara la llame. Salió a caminar por los alrededores como acostumbra en su país. Se puso los audífonos con música para correr un poco y despejarse, alrededor de una hora volvió a la casa yendo directo a darse un refrescante baño y volver a pasar donde su hijo. Se sentía menos pesada de carga. Ikziel despertó en el momento en que ella entraba a la habitación por segunda vez en ese día. —Esta bien, yo lo atiendo. —dice con una sonrisa y la empleada asiente y sale de la habitación a descansar. Ikaika le dio de comer a su hijo, sus senos aún producen mucha leche materna, lo bañó y arregló para volver hasta la funeraria pero en ese momento entra Jaaziel a la habitación