Vlad había estado todo el día pensando en Samantha, no se la podía sacar de la cabeza. La intrusa se metía en su cerebro, entre los valores bursátiles y los planes de desarrollo, empujando a un lado sus valiosos estratagemas empresariales. Quizás tendría que descontarle del sueldo por distraerlo, aunque, hasta el momento, no le había significado pérdidas económicas. Debía estar atento a las cifras, no podía acabar obsesionado.Entre los recuerdos inútiles que conservaba, recordaba haber leído que, en promedio, los hombres tenían diecinueve pensamientos sexuales al día. Eran las tres de la tarde y ya llevaba seis. Bien, seguía estando dentro de la norma. Sumó uno más cuando, caminando hacia el ascensor, una ejecutiva se aplastó el dedo con un cajón y se quejó. Un quejido de Sam le resonó en la cabeza. Le siguió una punzada en la entrepierna, así de instantáneo, así de potentes eran sus ideas, así de indebidas. Subió al ascensor. Había tres empleados más allí. Lo saludaron. Hablaban s
—Permiso... tengo que ir al baño —fue lo primero que Sam dijo desde que Evan llegara al horroroso almuerzo planeado por Vlad Sarkov.Evan la siguió con la mirada hasta perderla de vista en la escalera, al final del pasillo. —Entonces, Vlad ¿Quieres que hagamos un trío con Samy? Eso sería llevar nuestra amistad a otro nivel. La pícara sonrisita de Evan le revolvía el estómago. —¿Lo harías? —le preguntó Vlad, con la mirada oscura. —Peores cosas hemos hecho juntos, ya sabes, malvadas travesuras. Hacer algo romántico como tener sexo sería diferente. Me preocuparía que acabaras enamorándote de mí. Vlad rio. Era una risa algo macabra. Desde que Evan llegó notó algo raro en su mirada, una furia solapada. Parecía que Vlad estuviera sentado en el cráter de un volcán a punto de hacer erupción. —Eres un bufón, Evan. Sus palabras eran una pequeña dosis de su ira. Era bueno que fuera liberando su sentir de a poco, nadie quería una explosión de lo que él guardaba. —De todos modos, no creo q
Tomken Sarkov acababa de recibir una de las mejores noticias de su vida: su hijo Vlad era heterosexual. Sin embargo, algo agriaba la felicidad que debía tenerlo dando brincos de alegría. Volvió a fijar la vista en las indecentes marcas plasmadas en el cuello de Sam.*La enrojecida marca en el blanco cuello de la muchacha fue lo primero en captar su atención, no la radiante sonrisa que era una invitación, no la seductora mirada capaz de convertir a los hombres en esclavos, ni el grácil cuerpo enfundado en una camisa de hombre, no, él le miraba el cuello. —Hola, linda. Estoy buscando a Caín —le dijo él, con esa sonrisa cautivadora tan propia de los Sarkovs. Ella la reconoció al instante y lo dejó pasar. —Está algo indispuesto ahora, pero supongo que a usted no puedo decirle que no, búsquelo en la sala. La lujosa casa que Caín rentaba y que usaba en ocasiones, guardaba evidencias de la escandalosa fiesta que allí había ocurrido. Su hijo estaba en el sofá, preparando en la mesa frente
Sam estaba arrodillada frente al sagrado altar, con devoto respeto. Había aprovechado que no tenía nada que hacer durante la mañana para arrancarse un momento a la iglesia. Necesitaba desesperadamente encontrarse a sí misma porque se había perdido. Entre el incidente del baño y luego los jugueteos de su jefe con el antifaz, ya no sabía lo que sentía. Se debatía entre el desprecio y la indiferencia, entre la repugnancia y el deseo.—Soy una pecadora —le susurró a las estatuas, con la cabeza gacha—, y no me refiero a una fan de Caín, eso es algo que me llena de orgullo. Creo que soy una pecadora de verdad. Inhaló profundamente y miró con disimulo a su alrededor. Nadie más había allí, así que continuó. —Creo que he caído en las garras de Vlad Sarkov y me estoy convirtiendo en un monstruo igual que él. Ayúdame a encontrar la luz en toda esta oscuridad. En el sacrosanto silencio de la iglesia, una mano se posó en su hombro y Sam gritó. —Dios me ha enviado para ayudarte, hija mía. Era
En su oficina en empresas Sarkov, Vlad oía el reporte que le leía Elisa. Era el análisis de productividad. Había aumentado en un once porciento en tres meses, eso era sensacional. ¿La razón? La implementación de cursos de perfeccionamiento para sus empleados. Asistir era obligatorio. Las clases eran en horario laboral, lo que le valió las críticas de ciertos grupos.—¡Y los ineptos del departamento de análisis de riesgos decían que nos traería pérdidas! —exclamó Vlad. —Incluso considerando los incentivos monetarios que se le dieron a los participantes fue una ganancia —agregó Elisa. —Quiero que les envíes el reporte por correo a cada uno. Y que hagas pegar copias en los murales. Quiero que estén hasta en el baño, para que no haya lugar de la empresa donde puedan estar sin lamentar su error. —Sí, amo Vlad. —Y los quiero a todos inscritos en los próximos cursos. —Cuente con eso. Vlad se reclinó en su silla, con una sonrisa victoriosa. —La educación es la clave de todo ¿No, Elisa?
*—Mira ésta, Vlad ¿No es una belleza?Vlad, de trece años, miró de reojo la foto que Evan tenía en su teléfono. —Búscate una novia y deja de ver porno en la escuela. —¡Vamos! Las chicas de nuestra edad no se verán así en unos cuatro o cinco años, no puedo esperar tanto. —Podrías infiltrarte en la fiesta de los de último año. Maximov podría presentarte a alguna de sus amigas, es popular con las chicas. —Tal vez debería aprender a tocar la guitarra también, a las chicas les gustan los músicos ¿No? Vlad se encogió de hombros. Estaba leyendo un libro que había sugerido uno de sus maestros para profundizar en los contenidos. No creyó que sería tan interesante. —¿Leyendo en el receso? ¿A quién quieres engañar? —Maximov llegó y le sacudió el cabello. —Soy guapo y aplicado, un milagro de la naturaleza —dijo Vlad. Maximov rio y se sentó junto a ellos. —Evan quiere aprender a tocar la guitarra para ligar con chicas mayores —le contó Vlad. Evan lo miraba con ilusión. —Eso no te bastar
"La esperanza renace desde el fondo del abismo", así se llamaba la pintura que Sam llevaba varios minutos contemplando, cámara en mano en su último trabajo como fotógrafa en la galería. Tal vez su ojo artístico no estuviera tan bien entrenado como para encontrar la esperanza o el abismo en el montón de manchas de colores, que parecían haber sido desparramadas con furia sobre el lienzo. La esperanza renaciendo desde el fondo de un abismo era para ella, en las actuales circunstancias, sentirse a gusto descansando entre los brazos de Vlad Sarkov. Debía reconocer el talento del artista porque la pintura le producía una sensación igual de incomprensible.El evento acabó, fue por su paga y, cuando iba de salida, una mano le aferró el hombro. Se volvió, espantada, lista para ver al demonio. Resultó ser una mujer mucho más cercana al paraíso.—¡Eva! ¡Qué sorpresa!—¡Sam, qué alegría verte! La vida de adultas nos ha alejado bastante. ¿Te mudaste de ciudad?—De momento. Estoy aquí por trabajo.
—Vlad había estado tranquilo, pero ahora se está volviendo errático ¿Qué puede ver en esa chiquilla espantosa? —decía Anya, saliendo de la cama. La horrorosa cena que habían tenido la noche anterior con la invitada de su hijo seguía revolviéndole el estómago. Qué feliz había sido cuando supo que llevaría a una invitada. Una patada en el vientre, eso resultó ser su invitada. —No le des más importancia de la que tiene, Vlad está explorando. Déjalo que juegue con esa perrita, le hará bien relajarse. —No la quiero en mi casa. Además, es una Gálvez-Zambrano, si Vlad la... si la "accidenta", estaremos en problemas. Su familia no se quedará tranquila. —Probablemente la invitó para molestarte y lo logró, olvídala y ven aquí, ratoncita, todavía es temprano. —Espero que Samantha haga mejor su trabajo, ya le hice una advertencia —dijo ella, volviendo a la cama. —Yo también lo hice. Esa muchacha debe tener nervios de acero para no haberse lanzado todavía por la ventana —dijo Tomken, riendo