Katya despertó al día siguiente en una cama vacía. No había señales de Egan por ningún lado, pero la almohada a su lado seguía tibia y ella, que recuerde, se había quedado dormida en el suelo, llorando y esperando por Egan.Al parecer había regresado a casa en algún momento y, también, se había despertado antes que ella.Katya decidió levantarse y salir a comer algo. El día estaba nublado, dándole a la casa un aspecto gris. Egan no estaba en ningún lado, pero Argus estaba de pie en su posición estoica fuera de la oficina de él. Katya se encaminó hacia él, pero cuando intentó darle a la perilla, Argus detuvo su mano.– Yo no lo haría, si fuera tú –le advirtió Argus, con una mirada acongojada miraba a Katya con pesar–. Él está muy malhumorado desde ayer y no creo que quieras verlo en su peor faceta.Katya suspiró, bajando su mano en rendición y mirando la puerta con necesidad. Ella quería hablar con él, quizás aclarar lo que hacía sucedido ayer. Pero quizás debía darle su espacio, esper
Katya no sabía si gritar, llorar, romper algo o abrazar a alguien. Probablemente quería hacer todo al mismo tiempo. Pero aunque este bebé era una buena noticia para ella, donde su corazón agitado lanzaba fuegos artificiales y su mirada irradiaba más que el sol. Solo sabía que también significaban más problemas. Si las cosas eran difíciles solo ambos, con un bebé de por medio Egan sufriría un colapso total.Y Katya no sabía como sobrellevar eso.¿Cómo iba a ser posible eso si ellos se cuidaban? No lo habían hecho demasiadas veces, pero tampoco es como que eran inexpertos y no supieron ponerse bien un maldito condón. ¿Ellos habían usado condón?Katya recordó aquella mañana en la que Egan le dio por primera vez un arma, aquella mañana de la parrillada en la fiesta de Egan, donde él le dio un arma por primera vez. Katya había iniciado el contacto físico y ella no se preocupó por protección. ¿Cómo había sido tan tonta? Y, además, solo había sido una vez. ¿Quedó embarazada solo por esa vez?
La llamada se cortó y Katya corrió fuera del baño. Egan venía en camino y ella debía huir, a donde fuese y sin importar qué dejaba atrás. Egan simplemente no podía enterarse que ella estaba embarazada. ¿Y si por venganza le hacía abortar a su bebé?No, ni arriesgarse. Katya no permitiría que eso sucediera.Ella volvió hacia el laboratorio, donde Ivan seguía combinando cosas y examinando otras. Cuando vio a Katya agitada, se levantó de golpe y se acercó a ella en dos grandes zancadas.– ¿Katya?– Tengo que irme.Ivan abrió sus ojos, confundido. – ¿Qué?– Me voy de aquí y necesito que me cubras. Me iré lejos, muy lejos.Katya no podía volver a Sacra Corona ese día.**Egan estaba llegando a la clínica, literalmente el auto volando sobre el asfalto. Debieron haber roto muchas normas de tránsito para hacer un camino de 40 minutos en 15, no es como que a Egan le importara mucho. Sobre todo, porque valió la pena cuando Egan bajaba del auto con su pistola en mano y Katya iba saliendo por las
Katya había necesitado desde hace mucho decir todo eso, quizás aún tenía más cosas acumuladas, pero por los momentos eso era todo lo que necesitaba soltar. Parecía que había sido un globo muy lleno, que solo había necesitado soltar un poco de aire para recuperarse.Egan la miraba con una extraña sonrisa triste, casi aliviado en realidad. – Me hace sentir bien que aún está ahí esa Katya que amo –ella miró hacia otro lado, eso era solo la forma de Egan de hacerla sentir, de ablandarla para que ella volviese a caer en sus brazos y lo siguiera como un perrito faldero hasta su casa–. Por todo eso que sientes he venido: para que hablemos y lleguemos a un acuerdo. No pienso darte el divorcio ni acabar con el contrato, ¿de acuerdo? No estoy dispuesto a renunciar a ti. Eres mía y yo soy tuyo; así es como las cosas deben ser.Katya gimió.– Egan, esto no es sobre ti –Katya quería gritar, quería golpear algo–. Piensa por una vez que esto le hará bien a alguien que no seas tú. Por favor, solo déj
Con un asentimiento, Egan salió de la sala hacia el pasillo solo para encontrar que estaba desierto. Las luces parpadeaban y el silencio reinaba. Katya salió detrás de Egan al tiempo que él subía su arma para tener en el blanco a cualquier cosa que se moviera. Caminaron así por el pasillo, hasta que tuvieron que cruzar hacia la recepción en la entrada.La puerta de vidrio estaba hecha añicos, la recepción llena de agujeros de balas y, aunque no había ningún cadáver a la vista, Katya juró ver algunas manchas de sangre en el suelo.Katya levantó su mirada de los daños de la clínica, justo cuando sintió algo raro en su espalda. Al girarse, la figura de un hombre estaba a unos cuantos metros de ellos. Era Artem, de pie con todo su ejército respaldándolo y su arma apuntando a Katya.Ella jadeó de la sorpresa, lo que alertó inmediatamente a Egan. Él se giró como un rayo, llevando a Katya directamente sobre su espalda. Ella no lo veía correcto. Artem la quería era a ella, no a Egan. Él no po
3 meses después...– ¡Doctora Katya, doctora Katya! –Una pequeña vocecita gritó–. Doctora Katya, ábrame por favor.Katya no pudo evitar reír. Se levantó de su escritorio pidiéndole disculpa a su joven paciente. Katya se dirigió hacia la puerta de su consultorio y la abrió. Del otro lado, una pequeña niña de quizás unos seis años le esperaba con las manos abiertas en ofrenda. En ellas había una pequeña galleta con forma de árbol de navidad. La nena miraba a Katya con sus enormes ojos azules, las trencitas le rebotan mientras ella brincaba de la emoción.– Hola, Kira. –La saludó Katya, mientras sostenía la puerta abierta para que la niña entrara.– Doctora, aquí le manda la hermana Tasya –dijo Kira, dejando la galleta en las manos de Katya. Ella lo aceptó con una sonrisa, mientras veía como Kira miraba todo el consultorio a su alrededor, incluyendo al niño acostado en la camilla–. Hola, Jasha.El pequeño varón giró sus ojos mientras fijaba su mirada en el techo. – ¿Qué haces aquí, Kira?
– Dame una semana más, por favor –suplicó el pobre hombre–. Señor Caruso, tenga piedad.Egan simplemente levantó una ceja, mirando al prisionero desde su asiento. Egan había liberado uno a uno los prisioneros de su calabozo subterráneo. Con los que tenía cosas pendientes, intentaba solucionarlos; con los que tenía fallas graves, simplemente los exiliaba de la mafia Caruso.Egan se apretó la nariz y suspiró. ¿Qué hubiese querido Katya que él hiciera si hubiese estado aquí? Ella sin duda le hubiese dicho que tuviese clemencia. – Veinticuatro horas, solo veinticuatro para que saldes tu deuda. El resto irá al banco de favores.Egan miró con repugnancia al hombre sentado frente a él. Sucio, desnutrido y completamente desquiciado. Y pensar que Katya estuvo unos días encerrada en esa prisión. Ella no se lo merecía; estos tipos, por el contrario, probablemente sí.– ¡Gracias, muchas gracias, señor Caruso! –Algunos de esos hombres llevaban encerrados allí desde que el padre de Egan seguía vivo
Egan duró tres días para poder localizar a Artem, y cuando lo hizo no fue por una reunión privada que lo encontró. De hecho, ni siquiera fue en privado. Artem estaba ese día en la playa con sus nietos, tenía hombres custodiándolos por todos los lados. Estos hombres estaban camuflados como personas normales, pero Egan podía notar sus posturas tensas, los auriculares en sus oídos y sus armas escondidas. Boris le advirtió a Egan que no lo abordara como si nada, pues en Bari ninguno de los dos podía hacer demasiado. Así que Egan tomó la decisión más arriesgada que tomaría en su vida: le sacó las balas a su pistola FN y se bajó del auto sin escuchar las indicaciones de su guardaespaldas. La playa estaba tranquila, casi desolada en medio de aquel atardecer. Las olas suaves rompían en la orilla bajo los tobillos de los nietos de Artem. Eran dos niños pequeños más el anciano, y los tres reían por igual huyendo de la espuma del mar. Egan escuchó un ruido metálico, captó un movimiento en su v