Molestia

Egan estaba tan acostumbrado a ignorar a sus guardaespaldas, que confundido y sin notar la camilla extra en la habitación, simplemente se cruzó de brazos frente a Katya. Su rostro era sereno y aliviado, como el de alguien que huye de la policía y sale victorioso.

Katya esperaba que aquello fuese solo su imaginación.

Pero entretenida entre sus pensamientos y la hermosa vista de la camisa blanca de Egan que se estiraba sobre sus anchos hombros y sus bíceps, Katya olvidó por un momento cuál era la pregunta que Egan había dicho al entrar.

Él debía haber supuesto que Katya estaba enojada y por ello decidió entrar sin su chaqueta. Egan comenzaba a descubrir que la debilidad de Katya eran los hombros y bíceps de Egan. De vez en cuando, las raras oportunidades que tenía de ver su abdomen y pecho, pues también la dejaba algo mareada la vista de él sin camiseta. Pero nada como la sensación de los hombros de Egan bajo sus palmas.

Aquello era lo único que Katya no lamentó de aquel día que casi se
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