– Yo no soy tu hija –se negó a creer Katya–. El documento de nacimiento decía que tú eras el padre de Alessia Caruso, pero yo no soy tu hija. No tiene sentido lo que dices.Elian rió, sacando un cigarro de una cajetilla dentro de su bolsillo. Esperó que uno de sus guardias lo encendiera por él, para luego darle una larga y lenta calada. Le tiró a Katya el humo en la cara con burla.Katya muchas veces tuvo la impresión de que hubiese sido una gran amiga de la infancia de Sylvana, por lo bien que se llevaban. Pero de una amiga de la infancia a una hermana de sangre, había un mundo completamente diferente.Además, ¿no había demostrado Elian que Artem era su padre? Katya recordó que el nombre de la madre en el documento de nacimiento de Alessia estaba quemado.Y Elian, acababa de quemar el documento de adopción de Egan.– Yo debí haber sido tu padre –Elian tenía los puños apretados y la mandíbula floja, mientras sostenía entre sus dientes el cigarrillo. Su rostro se veía desfigurado de la
Katya bajó su rostro, intentando ocultar de los demás los sollozos que la invadían. El pesar encima de su corazón hacía cada vez más difícil el poder respirar. Egan se veía igual de afectado por esta noticia. Su rostro serio y usualmente fuera de emociones de forma controlada, en ese momento estaba lleno de aturdimiento, confusión e incredulidad.– ¿Cómo conseguiste esto? –Egan preguntó, su lado racional siempre intentaba darle sentido a las cosas.La única ocasión en la que no pidió datos de más para hacer un juicio, fue la vez que ocasionó que Katya se fuera de su casa por más de tres meses. Él no quería volver a repetir eso, no quería a Katya fuera de su vida nunca más. Lo que era peor, estaba basado en el hecho de que Elian había sido quien llevó a Egan a toda esa confusión sobre Katya. Y allí estaba, una vez más, haciéndolo otra vez.– Le pedí a Boris que investigara a Katya cuando la vi llegar a casa –Elian se encogió de hombros mientras Egan examinaba su rostro, cada gesto y ca
Sylvana le dedicó una sonrisa al guardaespaldas, para después caminar con paso seguro y un rostro enojado hasta que Egan.– ¡Estás loco de remate si harás esto en verdad! –Sylvana se atravesó entre Katya y Egan, extendiendo sus brazos como cuando era una niña y no permitía a Egan ver la televisión–. ¡Egan Alessandro Caruso, te lo advierto…!– ¡Sylvana! –Rugió Elian–. Vete de aquí, esto no te incumbe.Egan miró con severidad a su prima. – Sé que eso que tienes en tu mano es la belladona, dámela.Sylvana apartó el pequeño frasco lejos del alcance de Egan.– Tendrás que quitármelo tú mismo si lo quieres –Sylvana desvió su mirada hacia su padre–. Vi a Boris con esto y lo noqueé de inmediato. No permitiré que le den esto a Katya, y mucho menos si está embarazada.Katya sintió las lágrimas calientes derramarse por sus mejillas. Al fin alguien que entendía y era razonable.Egan, sin embargo, era más alto y atlético que su prima. En un parpadeo, arrebató el frasco de su mano y lo sostuvo. ¿En
Argus, Sylvana e Ivan conducían en completo silencio en la carretera. Sylvana iba sonándose la nariz en el asiento trasero, mientras miraba a Argus por el espejo retrovisor. Ivan, por su parte, iba tan tieso como una momia en el copiloto. La tensión dentro del auto había creado una atmósfera tan pesada que Argus sentía que se asfixiaba, pero sentía un poco de calma en su corazón sabiendo que Sylvana estaba con él y, por ende, estaba a salvo.– Oiga… –Inició Ivan, pero Sylvana le dio un puño directo en la nariz antes de que continuara.– ¡Te callas o te tiro del auto! –Le amenazó.Sin embargo, Ivan era persistente. Se llevó sus manos a la nariz para detener la hemorragia.– ¿Creen que yo soy feliz con esto que sucedió? –La voz de Ivan se rompió repentinamente. Quizás era por Katya o por su nariz rota, Argus era algo malo con los sentimientos, aunque conocía bien la culpabilidad: siempre la veía en el rostro de Egan–. Ella era mi amiga, también. Y estaba embarazada, por el amor de Dios.
Elian estaba en la terraza, en el segundo piso del club donde El Nido siempre se reunía. No había nadie más en ella que Egan y el mismo Elian, además de todos su guardias por supuesto. Pero Elian se sentía tan feliz, tan contento de haber cumplido su cometido, que por primera vez en su vida sintió ganas de orar, hacer una plegaria en agradecimiento.Él no era muy diestro en eso, pero hizo su mejor esfuerzo juntando sus dos manos y elevando su mirada al cielo poco estrellado de ese atardecer. Miró las nubes, miró el sol y Elian respiró profundamente el aire fresco de esa casi noche.– Oh, Eros –dijo Elian–. Oh, mi hermanito. Finalmente he vengado tu nombre. He hecho pagar a Artem todo lo que nos hizo, todo lo que sufrimos a causa de él y de tu esposa. Ella debe estar revolcándose en el infierno junto a su hija con Artem –Elian rio, triunfante–. Pero lo que no sabes, hermano mayor, es que tu hijo ahora trabaja para mí. Es irónico, ¿cierto? Cuando estábamos vivo, yo debía hacer cualquier
Katya intentaba respirar, controlar cada respiración. Ella apretaba fuertemente la mano de Argus, quien valientemente se había ofrecido a quedarse con Katya mientras Sylvana le buscaba algo de beber.Las contracciones de Katya eran cada vez más fuertes. Al inicio, quizás las primeras tres horas, solo fueron dolores que con contener la respiración tres segundos, se iban. Pero al pasar el rato, Katya tenía que gritar para aliviar algo de su dolor. Y ni siquiera lo aliviaba por completo, no, solo una proporción pequeña. Gritar era más un desahogo que una solución a su dolor. Pero apretarle los dedos a Argus tampoco era menos satisfactorio.El pobre ni siquiera se quejaba de que Katya le estuviese destripando las manos. En su lugar sostenía a Katya cuando aparecían sus contracciones cada vez más frecuentes, más largas y muchos más dolorosas. Katya estaba sudando, Sylvana le ayudaba secándole el sudor y las lágrimas, y le daba un poco de agua de vez en cuando.Pero, honestamente, ni siquie
– Es increíble.– Sé que es poco creíble –se adelantó Katya–, pero tienes que creernos: Elian solo me confesó eso porque estaba completamente seguro que yo moriría. Entonces, debe ser cierto.– No digo que sea increíble porque no les crea –aclaró Argus–. Digo que es increíble porque yo sabía que Alyssa tuvo una aventura con Artem cuando estaba recién casada con Eros. El guardián de Artem me lo dijo, un día cuando nos encontramos sin saber quién era el otro.Sylvana jadeó. Casi parecía que ella quería creer que no era cierto, pero al parecer todas las piezas calzaban en su lugar.Argus miró con desconcierto a Katya. – Y justo descubren que Alyssa tuvo una hija con Artem, el mismo día que descubres que tú eres hija biológica de él –Argus miró con la boca abierta de la sorpresa a la mujer acostada en la camilla–. Katya, ¿eres tú esa Alessia Caruso?Katya no respondió, porque no hubo necesidad. Argus se echó hacia atrás como si lo hubiese empujado, restregándose su mano por el rostro y el
Katya sintió las lágrimas empaparle el rostro, su corazón arrugándose de amor por el maravilloso hombre que tenía a su lado.Ella asintió, mientras le sonreía. Pero aquel momento fue interrumpido cuando su cuerpo se dobló de dolor ante otra contracción.Sylvana salió silenciosamente en el momento en que Egan sostuvo a Katya por su espalda, permitiendo que ella apretara sus manos. Katya gimió y chilló ante el dolor, sintiendo sus caderas sufrían de espasmos dolorosos.Egan la miró con desesperación, casi como si deseara poder evitarle todo el dolor que pudiese sentir. Katya esperó pacientemente que el dolor menguara, mientras sentía como el doctor dilataba más su zona para que la bebé pudiese despejarse camino.Cuando Egan vio al doctor, todo su cuerpo se puso rígido de un brinco y él miró con desdén el involucrado. Katya, aún en medio de la bruma de su dolor, logró captar la situación.– No vayas a empezar –le advirtió a Egan, éste se hizo el no entendido–. Egan, no…Egan abrió su boc