Un milagro

Katya sintió las lágrimas empaparle el rostro, su corazón arrugándose de amor por el maravilloso hombre que tenía a su lado.

Ella asintió, mientras le sonreía. Pero aquel momento fue interrumpido cuando su cuerpo se dobló de dolor ante otra contracción.

Sylvana salió silenciosamente en el momento en que Egan sostuvo a Katya por su espalda, permitiendo que ella apretara sus manos. Katya gimió y chilló ante el dolor, sintiendo sus caderas sufrían de espasmos dolorosos.

Egan la miró con desesperación, casi como si deseara poder evitarle todo el dolor que pudiese sentir. Katya esperó pacientemente que el dolor menguara, mientras sentía como el doctor dilataba más su zona para que la bebé pudiese despejarse camino.

Cuando Egan vio al doctor, todo su cuerpo se puso rígido de un brinco y él miró con desdén el involucrado. Katya, aún en medio de la bruma de su dolor, logró captar la situación.

– No vayas a empezar –le advirtió a Egan, éste se hizo el no entendido–. Egan, no…

Egan abrió su boc
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