Katya oía un terrible pitido en sus oídos. Estaba desorientada, su cabeza dolía y no lograba comprender lo que había sucedido. Estaba frío el suelo en donde ella yacía, con el último recuerdo en su memoria de un enorme charco de sangre salpicando por el aire.– ¡No, Sylvana! –Oyó un grito, pero la voz se oía tan lejano que Katya se preguntó si solamente era su mente haciéndole una mala jugada.Katya trató de levantarse, pero incluso abrir los ojos era un enorme esfuerzo que no lograba aún. La luz detrás de sus ojos bailaba, mostrando sombras lejos y cerca de ella.– ¡No, no! ¿Dónde está Katya? –La voz se oía desesperada–. ¡Katya! –Gritaba por ella.– Alyssa… –Katya susurró, pero no era la voz de su hija la que oía–. Egan, Egan…Ella debía despertar. Algo muy malo había ocurrido.De pronto, de una sacudida Katya despertó. Alguien la tenía tomada de los hombros, sosteniéndola para que estuviese de pie. Unos ojos rojos y aterrados la miraban con frenesí, era Argus quién parecía gritarle
Egan caminaba de un lado a otro del pasillo. Lucía frustrado y completamente enojado, amenazaba a quien sea que estuviese del otro lado de la línea en muchos idiomas. Ivan lo miraba desde una distancia prudente para no ser nuevamente el blanco para que Egan descargara su ira una vez más.Pero cuando éste literalmente destruyó su teléfono con su puño y se sentó violentamente sobre una silla de la sala de espera, Ivan no tuvo más remedio que hablar con él.Egan lo miró sin humor, pero Ivan no se dejó intimidar por eso. Teniendo un montón de vendajes en su rostro, pecho y cabeza, caminar por los pasillos de la clínica que le pertenece a tu agresor, literalmente, es indicativo de que no tienes vergüenza.– Lamento interrumpir tu dilema existencial, pero estás asustando a los pacientes –le reprendió Ivan, a lo que Egan ni siquiera expresó una mínima emoción–. Es tu clínica, a ti te conviene que tenga pacientes para obtener ganancias.Egan bufó, poniéndose de pie y plantándose frente a Ivan
La mirada de Egan viajaba hacia todas las direcciones. Él intentaba pensar en algo, quizás la solución a todos sus problemas. Pero la verdad era que estaban hundidos, sin apoyo y con un miembro menos para pelear. Cada vez parecían retroceder más en lugar de avanzar, y aquello frustraba mucho a Egan. Tras gruñir, Egan sacó su teléfono nuevamente, buscando entre sus contactos un número telefónico. – Tengo solamente una persona que creo podría decirnos la ubicación de Elian. Él es quizás el único con quien pueda contar. Pero una vez sepamos dónde pueda estar Elian, debemos movernos por buscar nuevos socios –Egan miró a Argus–. No nos sirve de nada saber dónde está Elian si no podemos atacarlo después. – ¿Y por qué no podríamos? –Intervino Ivan. Ninguno de los presente quería responderle realmente, pero se sentía incómoda la situación simplemente dejándolo fuera de todo cuando en realidad él parecía querer forzar su inclusión en el grupo. Cualquier diría que Ivan parecía querer remedia
Katya iba recostada al vidrio del auto. Argus conducía y Egan iba haciendo varias llamadas junto a Katya en el asiento trasero. Al parecer, su contacto, Frederick, había respondido finalmente. Con un reclamo de por qué Egan lo llamaba cuarenta veces cuando para él era la media noche en América, Egan le dijo que necesitaba localizar cualquier lugar que tuviera relación con la herencia de los Carusos. Desde el más remoto hasta el más visible.Frederick aceptó y dijo que le devolvía la llamada más tarde. Katya simplemente se quedó en silencio, mirando como Egan era un experto en manejar aquellos negocios tan bien. Cuando Egan terminó, le devolvió la mirada a Katya, sonriéndole sin mucho ánimo.– Ven acá –le pidió Egan, acomodando su brazo para que Katya se recostara en él para poder dormir–, soy más cómodo que el vidrio. Eso, y que debemos recuperar algo de energía. No hemos parado ni a pegar un ojo en días. Ni siquiera recuerdo el momento en que salimos de Rusia.Katya suspiró. – Dejé m
Katya se zafó del agarre de Egan y, sin decir nada, se encaminó hasta que Artem. Cuando estuvo tras él, dejó caer la prueba de paternidad en la arena. Artem apenas y giró su rostro para ver la hoja a su lado. Parecía indiferente al principio, pero cuando la leyó durante unos segundos, él levantó su rostro hacia Katya con sorpresa.– ¿Tú? –Le preguntó a Katya–. Eso no tiene sentido, ¿cómo…? –Y en su rostro, Artem llegó él mismo a la conclusión. Sus mejillas arrugadas se tiñeron de rojo–. Claro que eres tú. En un mundo con 7 billones de habitantes, tienes que ser tú mi hija perdida.Katya suspiró, sentándose en la arena junto a Artem y perdiendo su mirada en el horizonte también. Notó cierto olor a alcohol en Artem pero ella no preguntó sobre eso.– Eso significa entonces que lo aceptas. Así, sin más.Artem se encogió de hombros. – No soy un santo, debo admitirlo. Y Alyssa Ferrara era realmente hermosa y candente. La vi embarazada, pero si el hijo era mío, de Elian o de Eros, no me podí
Katya sintió la esperanza florecer en su pecho. Con cada paso que daba, cada aliado que conseguía y cada cosa nueva que sabía sobre sus ancestros, Katya estaba más cerca de conseguir a su hija y de saber quién era realmente Katya Koslov. ¿O ya debía empezar a adoptar algún otro nombre?Bueno, no le hacía mucha ilusión llamarse Alessia. Pero su hija se llamaba Alyssa, lo cual era similar y a Katya no le molestaba en lo absoluto. Pero pasar a pensar que la madre de su esposo, en realidad era la de ella. Bueno, aquello era la locura personificada.– La flota, lo dudo –respondió Katya, Artem bufó–. Pero cualquier otra cosa que puedas ofrecerme para encontrar a mi bebé, estaré eternamente agradecida contigo.Artem dio dos pasos hacia Katya, cerrando el espacio entre ellos. Katya creyó por un momento que él la abrazaría y, entonces, saltaría algo que le dijese: sí, ¡sin duda, él es tu padre! Pero Artem se detuvo a medio camino, señalando a Katya con su dedo.– Eso es algo que jamás, pero ja
Katya se sintió enrojecer, su corazón latía con emoción. Ella nunca había tenido un padre, más allá del esposo de su madre Olena que murió muy joven. Y escuchar la forma en que Artem estaba tan dispuesto a sacrificarse y defender a Katya, la hacía sentir... La hacía sentir… era un sentimiento indescriptible.De alguna forma, Katya supuso que así debía sentirse el amor de un padre: vulnerable, frágil y seguro al mismo tiempo. Amada por alguien a quien le importaba.Ser amada por Egan era un cosa completamente fuera de este mundo, que hacía que Katya se sintiera como una reina: poderosa y dueña de todo en cuanto tocaba.Pero ser amada por Artem, se sentía natural, cálido y puro. A Katya le hizo incluso sentir sus ojos cristalizarse al ver la incondicionalidad tan repentina pero genuina de Artem.– ¿Cómo garantizamos que estás de nuestro lado y que esto no es una trampa? –Como siempre, el guardián Argus. Él aún se veía afectado por la muerte de Sylvana, pero volvía a ser el viejo guardiá
Las rejas de la casa de Artem se abrieron y él los dirigió a los cuatros por un lado de su casa. La rodearon, logrando apenas visualizar un poco del interior a través de las ventanas. Era una bonita casa victoriana de color gris ceniza, su techo era clásico, con algunas tejas para decorarlo y plantas bien recortadas.Artem se dirigió hasta un patio con piscina en la parte trasera de su casa. Se sentó en una mesa con una enorme sombrilla playera, invitándole a los demás a sentarse con él.Ivan, que se había mantenido en silencio todo el camino, se sentó junto a Katya. Egan no dudó en tomar el asiento a su lado. Sin embargo, Argus ni siquiera hizo el intento de sentarse, sino que se quedó de pie detrás de ellos, con los brazos cruzados y una postura completamente defensiva.– Me quedaré de pie –ni siquiera fue una pregunta, fue una declaración–, desde aquí puedo ver todos los ángulos.Katya se preguntó por qué Argus seguía tan inseguro respecto a Artem, pero lo notó unos segundos despué