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Nuestra hija no tiene tiempo

Las rejas de la casa de Artem se abrieron y él los dirigió a los cuatros por un lado de su casa. La rodearon, logrando apenas visualizar un poco del interior a través de las ventanas. Era una bonita casa victoriana de color gris ceniza, su techo era clásico, con algunas tejas para decorarlo y plantas bien recortadas.

Artem se dirigió hasta un patio con piscina en la parte trasera de su casa. Se sentó en una mesa con una enorme sombrilla playera, invitándole a los demás a sentarse con él.

Ivan, que se había mantenido en silencio todo el camino, se sentó junto a Katya. Egan no dudó en tomar el asiento a su lado. Sin embargo, Argus ni siquiera hizo el intento de sentarse, sino que se quedó de pie detrás de ellos, con los brazos cruzados y una postura completamente defensiva.

– Me quedaré de pie –ni siquiera fue una pregunta, fue una declaración–, desde aquí puedo ver todos los ángulos.

Katya se preguntó por qué Argus seguía tan inseguro respecto a Artem, pero lo notó unos segundos despué
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