Argus, Sylvana e Ivan conducían en completo silencio en la carretera. Sylvana iba sonándose la nariz en el asiento trasero, mientras miraba a Argus por el espejo retrovisor. Ivan, por su parte, iba tan tieso como una momia en el copiloto. La tensión dentro del auto había creado una atmósfera tan pesada que Argus sentía que se asfixiaba, pero sentía un poco de calma en su corazón sabiendo que Sylvana estaba con él y, por ende, estaba a salvo.– Oiga… –Inició Ivan, pero Sylvana le dio un puño directo en la nariz antes de que continuara.– ¡Te callas o te tiro del auto! –Le amenazó.Sin embargo, Ivan era persistente. Se llevó sus manos a la nariz para detener la hemorragia.– ¿Creen que yo soy feliz con esto que sucedió? –La voz de Ivan se rompió repentinamente. Quizás era por Katya o por su nariz rota, Argus era algo malo con los sentimientos, aunque conocía bien la culpabilidad: siempre la veía en el rostro de Egan–. Ella era mi amiga, también. Y estaba embarazada, por el amor de Dios.
Elian estaba en la terraza, en el segundo piso del club donde El Nido siempre se reunía. No había nadie más en ella que Egan y el mismo Elian, además de todos su guardias por supuesto. Pero Elian se sentía tan feliz, tan contento de haber cumplido su cometido, que por primera vez en su vida sintió ganas de orar, hacer una plegaria en agradecimiento.Él no era muy diestro en eso, pero hizo su mejor esfuerzo juntando sus dos manos y elevando su mirada al cielo poco estrellado de ese atardecer. Miró las nubes, miró el sol y Elian respiró profundamente el aire fresco de esa casi noche.– Oh, Eros –dijo Elian–. Oh, mi hermanito. Finalmente he vengado tu nombre. He hecho pagar a Artem todo lo que nos hizo, todo lo que sufrimos a causa de él y de tu esposa. Ella debe estar revolcándose en el infierno junto a su hija con Artem –Elian rio, triunfante–. Pero lo que no sabes, hermano mayor, es que tu hijo ahora trabaja para mí. Es irónico, ¿cierto? Cuando estábamos vivo, yo debía hacer cualquier
Katya intentaba respirar, controlar cada respiración. Ella apretaba fuertemente la mano de Argus, quien valientemente se había ofrecido a quedarse con Katya mientras Sylvana le buscaba algo de beber.Las contracciones de Katya eran cada vez más fuertes. Al inicio, quizás las primeras tres horas, solo fueron dolores que con contener la respiración tres segundos, se iban. Pero al pasar el rato, Katya tenía que gritar para aliviar algo de su dolor. Y ni siquiera lo aliviaba por completo, no, solo una proporción pequeña. Gritar era más un desahogo que una solución a su dolor. Pero apretarle los dedos a Argus tampoco era menos satisfactorio.El pobre ni siquiera se quejaba de que Katya le estuviese destripando las manos. En su lugar sostenía a Katya cuando aparecían sus contracciones cada vez más frecuentes, más largas y muchos más dolorosas. Katya estaba sudando, Sylvana le ayudaba secándole el sudor y las lágrimas, y le daba un poco de agua de vez en cuando.Pero, honestamente, ni siquie
– Es increíble.– Sé que es poco creíble –se adelantó Katya–, pero tienes que creernos: Elian solo me confesó eso porque estaba completamente seguro que yo moriría. Entonces, debe ser cierto.– No digo que sea increíble porque no les crea –aclaró Argus–. Digo que es increíble porque yo sabía que Alyssa tuvo una aventura con Artem cuando estaba recién casada con Eros. El guardián de Artem me lo dijo, un día cuando nos encontramos sin saber quién era el otro.Sylvana jadeó. Casi parecía que ella quería creer que no era cierto, pero al parecer todas las piezas calzaban en su lugar.Argus miró con desconcierto a Katya. – Y justo descubren que Alyssa tuvo una hija con Artem, el mismo día que descubres que tú eres hija biológica de él –Argus miró con la boca abierta de la sorpresa a la mujer acostada en la camilla–. Katya, ¿eres tú esa Alessia Caruso?Katya no respondió, porque no hubo necesidad. Argus se echó hacia atrás como si lo hubiese empujado, restregándose su mano por el rostro y el
Katya sintió las lágrimas empaparle el rostro, su corazón arrugándose de amor por el maravilloso hombre que tenía a su lado.Ella asintió, mientras le sonreía. Pero aquel momento fue interrumpido cuando su cuerpo se dobló de dolor ante otra contracción.Sylvana salió silenciosamente en el momento en que Egan sostuvo a Katya por su espalda, permitiendo que ella apretara sus manos. Katya gimió y chilló ante el dolor, sintiendo sus caderas sufrían de espasmos dolorosos.Egan la miró con desesperación, casi como si deseara poder evitarle todo el dolor que pudiese sentir. Katya esperó pacientemente que el dolor menguara, mientras sentía como el doctor dilataba más su zona para que la bebé pudiese despejarse camino.Cuando Egan vio al doctor, todo su cuerpo se puso rígido de un brinco y él miró con desdén el involucrado. Katya, aún en medio de la bruma de su dolor, logró captar la situación.– No vayas a empezar –le advirtió a Egan, éste se hizo el no entendido–. Egan, no…Egan abrió su boc
Katya estaba durmiendo en la camilla de su habitación, Egan la había estado observando por horas. La pequeña niña recién nacida estaba en una incubadora junto a la cama de Katya, dormida, con los puños apretados y sus extremidades abiertas. Una enfermera constantemente venía a chequearla y tomarle sus signos. Sylvana y Argus estaban en la cafetería.Egan tenía todo controlado, estaba en paz y feliz porque al final todo había salido bien.Acababa de terminar unas llamadas, solicitando más seguridad para Katya y para Alyssa. Él sabía que su tío aún creía que ellas estaban muertas, pero necesitaría toda la protección posible de ahora en más. Y él no era de escatimar cuando se trataba de la seguridad de la mujer que amaba. Aunque ahora esa seguridad, además de aumentar aún más, se dividiría también entre la mujer que amaba y el pequeño ser al que le había dado vida.Katya se removió en su camilla, gruñendo ante los puntos de sutura. Egan se levantó de su mueble y se encaminó hasta que Kat
Sylvana estaba a punto de romperse a llorar, pero Egan tenía ya una bebé en brazos que si también la soltaba, ella se echaría a gritar y haría un terrible escándalo. Egan deseó poder ser un poco de consuelo para su prima, pero supuso que tendría que conformarse con poder ofrecerle ayuda en lugar de consuelo.– Eso no tiene sentido –dijo Egan–. ¿Por qué Elian me mandaría a buscar por todo el mundo unos archivos que él no quería que encontrara?Sylvana se encogió de hombros.– No lo sé. Solo sé, y aunque no quiero culpar a Katya, que él está así de trastornado desde que ella llegó –y Egan estaba completamente de acuerdo–. Él jamás hubiese mandado a alguien que la apuñalara solo para poder saber si es hija de otro mafioso. Ella tiene algún efecto en padre que lo hace comportarse tan irracional.De pronto, un bombillo se encendió dentro de la mente de Egan.– ¿Qué tiene Katya que pueda provocar eso?Sylvana se encogió de hombros. Porque, muy cierto, Katya había sido solo una desconocido pa
Egan obtuvo su respuesta una hora después. Argus le había contado todo lo que Katya le había dicho, cómo se relacionaba con lo que Frederick le había contado sobre Boris y ahora algunas cosas de las que había dicho Ivan cobraban sentido.Egan estaba sin aliento, respirando más por costumbre que por necesidad y, por supuesto, completamente desolado sobre lo que había oído. Lo que más le tenía preocupado era saber que él en realidad no tenía sangre Caruso.Argus miraba a su amigo con preocupación. Egan, antes de ser un Don o un mafioso siquiera, había sido su amigo de la infancia. Habían crecido y jugado juntos, con un par de años de diferencia, pero Argus siempre tomó en serio a Egan aunque fuese más pequeño en edad.Pero en ese momento, viéndolo ocultar lo roto que se debía sentir por dentro, Argus creyó ver al Egan que conoció cuando su madre había muerto. Perdido, solo, vacío. Solo esperaba que no volviera a caer verdaderamente en ese agujero.– ¿Katya lo sabe? –Preguntó Egan.– Eli