En camino

Argus, Sylvana e Ivan conducían en completo silencio en la carretera. Sylvana iba sonándose la nariz en el asiento trasero, mientras miraba a Argus por el espejo retrovisor. Ivan, por su parte, iba tan tieso como una momia en el copiloto. La tensión dentro del auto había creado una atmósfera tan pesada que Argus sentía que se asfixiaba, pero sentía un poco de calma en su corazón sabiendo que Sylvana estaba con él y, por ende, estaba a salvo.

– Oiga… –Inició Ivan, pero Sylvana le dio un puño directo en la nariz antes de que continuara.

– ¡Te callas o te tiro del auto! –Le amenazó.

Sin embargo, Ivan era persistente. Se llevó sus manos a la nariz para detener la hemorragia.

– ¿Creen que yo soy feliz con esto que sucedió? –La voz de Ivan se rompió repentinamente. Quizás era por Katya o por su nariz rota, Argus era algo malo con los sentimientos, aunque conocía bien la culpabilidad: siempre la veía en el rostro de Egan–. Ella era mi amiga, también. Y estaba embarazada, por el amor de Dios.
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