Egan balbuceante

Argus atrapó a Sylvana entre sus brazos y la levantó tan fácil como una hoja de papel. La estrechó fuertemente contra él y en el rostro de Argus se plasmó el alivio absoluto. Sylvana, mientras tanto lucía aturdida, sus mejillas sonrojándose en extremo mientras que con sus enormes ojos verdes miraba alrededor como si aquello no fuese real, sino solo un sueño.

Katya miró la escena con sorpresa y cariño. Quizás ambos no eran capaces de decirse que aún se amaban, pero era lindo ver como Argus, tan serio y estoico en su posición, lograba ablandarlo una chica que medía al menos veinte centímetros menos que él y que era una niña en comparación con él.

Argus carraspeó, dejando casi de golpe a Sylvana en el suelo. Evitó por completo su mirada, mientras Argus se giraba y buscaba alguna otra cosa en la que concentrarse. Cuando vio a Katya sonriéndole, él se tensó aún más.

– ¡Katya! –Carraspeó otra vez–. Señora Caruso, qué bueno que esté bien. Egan estaba preguntando por usted, tuvieron que sedar
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