Argus atrapó a Sylvana entre sus brazos y la levantó tan fácil como una hoja de papel. La estrechó fuertemente contra él y en el rostro de Argus se plasmó el alivio absoluto. Sylvana, mientras tanto lucía aturdida, sus mejillas sonrojándose en extremo mientras que con sus enormes ojos verdes miraba alrededor como si aquello no fuese real, sino solo un sueño.Katya miró la escena con sorpresa y cariño. Quizás ambos no eran capaces de decirse que aún se amaban, pero era lindo ver como Argus, tan serio y estoico en su posición, lograba ablandarlo una chica que medía al menos veinte centímetros menos que él y que era una niña en comparación con él.Argus carraspeó, dejando casi de golpe a Sylvana en el suelo. Evitó por completo su mirada, mientras Argus se giraba y buscaba alguna otra cosa en la que concentrarse. Cuando vio a Katya sonriéndole, él se tensó aún más.– ¡Katya! –Carraspeó otra vez–. Señora Caruso, qué bueno que esté bien. Egan estaba preguntando por usted, tuvieron que sedar
Ivan asintió, mientras hacía una mueca. – Esto te dolerá, los de tus hombros se ven un poco peor.Ivan continuó con su trabajo de desinfectarle sus heridas por un par de minutos tan solo. Cuando terminó, procedió a poner algunas vendas para evitar que las heridas se infectaran. Katya se preguntó en su interior cuando dejaría de usar vendas. Tenía que usarlas aún por sus puntos de la apuñalada y ahora por estos raspones.Y Egan, él también las había usado por la herida de bala que se llevó cuando se conocieron y ahora por este accidente. Él seguía dormido aún, pero Katya sabía que él ya estaba consciente pues Ivan había cortado el suministro de analgésicos para él.– Egan estará bien, ¿vale? Deja de preocuparte demás –le reprendió Ivan mientras aseguraba la última venda de Katya. Él no la miraba a los ojos, pues estaba concentrado en lo que hacía–. Solo fueron unos raspones y unos hematomas, no hubo lesiones ni huesos rotos.– Gracias a Dios –dijo Katya en un suspiro. Cuando Ivan se re
A Egan le dieron el alta unas horas después. Era cierto lo que Ivan había dicho. Con apenas unos rasguños, moretones y un poco cojo de una pierna, Egan salió caminando de la clínica.Argus los esperaba en el estacionamiento con el auto de Egan. Al contrario de la última vez que cuando la que le daban el alta era a Katya, Sylvana no estaba por ningún lado. Solo un estoico Argus.– Egan –le dijo Argus, deteniendo a Egan antes de que entrara al auto–. Debo decirle algo antes de que partamos y nos encontremos con su tío. Frederick, el informático, no pude contactarme con él. Le dejé algunos mensajes diciéndole que usted solo quería que revisara algunos archivos, pero no lo pude contactar por ningún medio. Ni siquiera está en su casa ya, señor, la abandonó. El pendrive sigue en mis manos, nadie más lo ha tocado mientras tanto.Egan asintió. – Gracias, Argus.Katya entró en el auto detrás de Egan, ambos se acomodaron juntos para ir cómodos las horas de viaje que les quedaban hasta Sacra Cor
Continuaron viendo las demás fotos, cuando un documento de adopción apareció entre las demás carpetas. Egan la abrió inmediatamente, pero la pantalla arrojó un error inmediatamente. Solicitaba una contraseña para abrirla, así que Egan inventó algunos números que él sabía que su tío utilizaba para cuentas bancarias y demás cosas importantes. Solo que ninguna lo abrió.Katya frunció el ceño. – Qué extraño, ¿por qué algo como esto tendría contraseña?– No lo sé –respondió Egan–. Por eso quería que lo revisara algo que sabía del tema antes. Pero supongo que eso será todo lo que podemos ver.– Hay algo más –Katya señaló la pantalla, donde había aún un documento que ellos no habían visto. Egan lo abrió con curiosidad–. ¿Un acta de nacimiento?Egan se reincorporó en la cama para leerla mejor. En realidad era una foto de un acta de nacimiento que había sido quemada, o al menos ciertas áreas del papel estaban quemadas. No se podía distinguir mucho, pero Egan leyó el nombre de su tío como padre
Egan se detuvo frente a la puerta de la oficina que su tío utilizaba. Le había dolido como ninguna otra cosa le había dolido antes dejar a Katya en la habitación. Egan sentía la misma presión en el pecho que sintió el día que su madre murió. Katya no estaba muerta, pero Egan sentía que él mismo estaba muriendo. Un acta de nacimiento de una desconocida, un documento de adopción encriptado, la moneda en el bolso de Katya, el correo de colaboración y el misterioso "A". ¿Artem o Argus? Todo era un maldito enredo y Egan estaba a nada de colapsar. Los días posteriores a la muerte de Alyssa, Egan había sufrido de ataques de pánico constantes. Además de las pesadillas, aquellos ataques eran otro motivo por el que Egan estuvo medicado un tiempo. Con el paso de los años, Egan creció y maduró, superó poco a poco la muerte de su madre hasta el punto de no necesitar más pastillas. Sin embargo, aquel día donde Egan estaba a una puerta de descubrir la verdad, él sentía que estaba perdiendo el cont
Elian carraspeó, nervioso.– En el calabozo un día después que ella llegó –respondió Elian, lucía sincero pero Egan se preguntó si aquello era la verdad–. Solamente quise ir a verla porque me sorprendía que hubieses tenido un nuevo prisionero sin decirme antes quién era. Eso era todo.La cabeza de Egan le daba vueltas. – ¿Y esa es la verdad? Porque Farham dijo algo distinto. Dijo que ella era la peor peste que tú habías encontrado. Necesito la verdad, tío, porque en este preciso momento siento que no puedo confiar en nadie, ni siquiera en ti.Elian abrió su boca para responder, pero ninguna respuesta salía de ella. Parecía paralizado, nervioso. ¿Qué estaba ocultando? ¿Era cierto, entonces? Egan no podía confiar en nadie.– Egan, mira, no sé qué significa eso. Pero estoy completamente seguro de nunca haber visto a Katya antes de ese día –Elian frunció su boca–. Bueno, sí, a tu madre. Ellas dos son muy parecidas, pero no tengo nada que ver. Egan, yo no soy el enemigo aquí. Lo es ella. Y
Katya despertó al día siguiente en una cama vacía. No había señales de Egan por ningún lado, pero la almohada a su lado seguía tibia y ella, que recuerde, se había quedado dormida en el suelo, llorando y esperando por Egan.Al parecer había regresado a casa en algún momento y, también, se había despertado antes que ella.Katya decidió levantarse y salir a comer algo. El día estaba nublado, dándole a la casa un aspecto gris. Egan no estaba en ningún lado, pero Argus estaba de pie en su posición estoica fuera de la oficina de él. Katya se encaminó hacia él, pero cuando intentó darle a la perilla, Argus detuvo su mano.– Yo no lo haría, si fuera tú –le advirtió Argus, con una mirada acongojada miraba a Katya con pesar–. Él está muy malhumorado desde ayer y no creo que quieras verlo en su peor faceta.Katya suspiró, bajando su mano en rendición y mirando la puerta con necesidad. Ella quería hablar con él, quizás aclarar lo que hacía sucedido ayer. Pero quizás debía darle su espacio, esper
Katya no sabía si gritar, llorar, romper algo o abrazar a alguien. Probablemente quería hacer todo al mismo tiempo. Pero aunque este bebé era una buena noticia para ella, donde su corazón agitado lanzaba fuegos artificiales y su mirada irradiaba más que el sol. Solo sabía que también significaban más problemas. Si las cosas eran difíciles solo ambos, con un bebé de por medio Egan sufriría un colapso total.Y Katya no sabía como sobrellevar eso.¿Cómo iba a ser posible eso si ellos se cuidaban? No lo habían hecho demasiadas veces, pero tampoco es como que eran inexpertos y no supieron ponerse bien un maldito condón. ¿Ellos habían usado condón?Katya recordó aquella mañana en la que Egan le dio por primera vez un arma, aquella mañana de la parrillada en la fiesta de Egan, donde él le dio un arma por primera vez. Katya había iniciado el contacto físico y ella no se preocupó por protección. ¿Cómo había sido tan tonta? Y, además, solo había sido una vez. ¿Quedó embarazada solo por esa vez?