27. El despertar

Hadriel acometía contra su compañera, en tanto la miraba a los ojos. No sabía que sentía su Cenicienta, pero él deliraba, cada vez la asaltaba en el cálido y compacto interior. Se aferraba más a ella, con cada golpe que le propinaba. La besaba con insistencia y gratitud, por permitirle y otorgarle el privilegio de estar con ella. No había tenido la más mínima intención de acabar así con la dama de compañía que habían contratado Arthur para él. Era seguro que era una trampa que le había puesto. Sin embargo, desde que había entrado había estado buscando cuál sería la forma en que el Walker tomara alguna ventaja de esta situación, pero no había podido pensar con claridad desde que había empezado hablar con la mariposa. No se la había propuesto, pero ahora estaban allí, como marido y mujer fundidos, bajo al calor de sus cuerpos, que se derretían con clamor al frotarse. Era maravilloso, todo de su Cenicienta le maravillaba en cuerpo y alma.

Hellen se había puesto ahorcajadas sobre él. Se a
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