162. La preparación

Hellen le agradeció por los chocolates. Al estar en la sala de estar, recordó su antiguo anhelo que no había podido cumplir por estar cuidando a su madre y a sus hijos. Pero su madre ya estaba curada y los niños ya estaban más grandes.

—Quisiera abrir una tienda de dulces —comentó Hellen ante el obsequio que le había dado. Había cruel y dura con él, pero eso era lo menos que deseaba. Si Hadriel se iba de su vida, caería en la oscuridad. Era su ángel, su luz—. Allí venderé pasteles, bebidas y helados. Así otras personas comerían algo dulce en medio de su tristeza, dolor o angustia.

Hadriel sintió que algo dentro de él se agitaba. Sus palabras despertaron un recuerdo enterrado, un eco del pasado que lo tomó por sorpresa. Era un deja vú, una sensación inquietante que lo transportó de vuelta a un momento similar, pero con otra mujer, una mujer que él había conocido bajo circunstancias muy diferentes. Su mariposa, su Cenicienta, había compartido ese mismo sueño con él hace cuatro años. La
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