Al observar al cliente, Radne pensaba sobre cómo cada movimiento que había hecho en su vida había sido una pieza de un complejo juego de ajedrez, donde cada persona era una pieza que podía mover a su antojo. Él estaba allí ahora, buscando respuestas, y aunque él desconocía la historia completa, sabía que tenía el control. Era seguro que día ser a aquel que le hicieron el obsequio los otros tres. Entonces, él había sido con quien su tonta y mojigata sobrina había pasado la noche.Para Radne, la vida era un juego de poder, un entramado de manipulaciones sutiles y decisiones calculadas. Cada victoria, cada paso que tomaba, no era sino una confirmación de su habilidad para manejar a los demás, para tejer una red en la que, tarde o temprano, todos quedaban atrapados. Mientras seguía con la mirada al muchacho, no pudo evitar preguntarse si él también sería una pieza más en su tablero, otro personaje en la historia que ella estaba escribiendo.Radne no sentía compasión ni remordimiento por l
Radne estaba sentada en su elegante oficina, revisando algunos informes, cuando el encuentro reciente con los clientes regresó a su mente. Algo en la manera en que aquel había preguntado por la "mariposa" de hacía cuatro años la había dejado intranquila. Aquella noche, esa misma "mariposa" no era otra que su sobrina, Hellen. La dulce y recatada Hellen había sido, en un giro irónico del destino, una de las inversiones más lucrativas para ella. El recuerdo de cómo la había "vendido" y el dinero que había ganado con su virginidad provocaba en ella una sensación de logro. Hellen había sido ingenua, y su pureza, una ventaja que no había dudado en explotar.Se dispuso a investigar qué había sido de su sobrina. Era extraño cómo, después de todo este tiempo, un cliente importante preguntaba por ella. Se preguntó si podría haber alguna forma de volver a beneficiarse de la situación. Sin embargo, no había tenido contacto con Hellen en años. Después de aquella noche, Hellen había desaparecido de
Mientras Radne se agachaba, Hellen no pudo evitar recordar cómo esta mujer había sido la que la había arrastrado hacia el abismo. Su tía había sido quien le había ofrecido una vía de escape a su desesperación, pero el precio había sido su pureza, su dignidad, y la paz de su conciencia. Había sido madrina quien le había propuesto convertirse en dama de compañía, presentándole la oferta con una fría lógica que no sabía que su remordimiento y su acto la perseguirían para atormentarla. Y ahora, aquí estaba, la misma mujer que la había empujado hacia la oscuridad, mirando a sus hijos con ese mismo calculador interés.—Hellen, ¿cuánto tiempo sin verte, sobrina? ¿Y ellos son tus hijos? —preguntó Radne con sagacidad, mientras sus ojos brillaban en perversidad.Las palabras de Radne resonaron en la mente de Hellen, cargadas de una falsedad que la hizo sentir náuseas. La tía que apenas se había preocupado por ella, que había visto en su vulnerabilidad una oportunidad para obtener beneficios, ah
Hellen estaba en la sala de estar, conversando con su tía de forma tensa y precavida. Sabía que ella había descubierto que los gemelos podrían ser hijos del cliente de aquella vez. Sin embargo, se mantuvo serena hasta que su tía se fue. Sentía cómo cada palabra de Radne se deslizaba por la habitación como una serpiente venenosa, envolviéndola lentamente en una sensación de asfixia. Desde el momento en que su tía abuela había cruzado el umbral de la puerta, un nudo se había instalado en su estómago, apretándose más con cada comentario envenenado que Radne soltaba disfrazado de cortesía. A pesar de todo, Hellen sabía que no podía permitirse mostrar ninguna señal de debilidad. Con los gemelos presentes y su madre observando cada movimiento, tenía que mantenerse firme, actuar como si nada estuviera fuera de lugar.—Gracias, tía Radne —respondió Hellen con una calma que no sentía—. Es un placer recibirte aquí, aunque no lo esperábamos.Las palabras salieron de sus labios con dificultad, ca
Los pensamientos de Hadriel se arremolinaron en su mente, oscilando entre la lógica y la emoción. Sabía que aceptar esa oferta podría significar reabrir viejas heridas, tanto para él como para Hellen. Sin embargo, también sentía una necesidad casi desesperada de cerrar ese capítulo de su vida, de obtener una especie de cierre que le permitiera seguir adelante. Su mente analizaba las posibles consecuencias, las ramificaciones de lo que Radne estaba sugiriendo. Por un lado, había el riesgo de destruir la paz que Hellen había encontrado. Por otro lado, la posibilidad de finalmente entender qué había sucedido después de aquella noche, de saber si ella alguna vez había pensado en él, si esa noche había significado algo para ella como lo había hecho para él.Hadriel apretó la mandíbula, sintiendo cómo el peso de la decisión recaía sobre sus hombros. Finalmente, con un suspiro que reflejaba tanto resignación como determinación, giró lentamente sobre sus talones y miró a Radne a los ojos, tra
Hellen percibió como el suelo parecía desvanecerse bajo sus pies mientras las palabras de su tía resonaban en su mente como golpes implacables. El ambiente de la sala de estar, una vez familiar y seguro, se transformó en un escenario opresivo, donde cada rincón parecía cerrarse sobre ella, aprisionándola en una trampa de su pasado.Radne, sentada con esa arrogancia característica y un destello de malicia en sus ojos, era el recordatorio viviente de las sombras que Hellen había intentado dejar atrás, de ese capítulo oscuro que creía haber enterrado bajo capas de una nueva vida.El simple hecho de que su madrina hubiera mencionado "ese trabajo" hizo que su estómago se revolviera. La mención de lo que había hecho hace cuatro años despertó en ella una avalancha de recuerdos dolorosos, una ola de culpa y vergüenza que la envolvía por completo. Había logrado construir una vida lejos de ese mundo, una vida en la que era esposa y madre, una vida en la que creía haber encontrado algo de paz. P
Al encender el vehículo, su mente voló automáticamente hacia Hadriel. Él era su lugar seguro, el único que la había hecho sentir amada y protegida. Con él, había encontrado un refugio, una paz que nunca creyó posible. Pero ahora, esa paz se veía amenazada por la sombra de su tía Radne y el miedo de perder todo lo que había construido con Hadriel la consumía. Mientras conducía hacia la empresa de él, seguía dándole vueltas a las mismas preguntas: ¿Qué pasaría si Hadriel descubría la verdad? ¿Cómo reaccionaría si supiera que la mujer a la que amaba había sido una dama de compañía, que había vendido su virginidad y, peor aún, que los gemelos habían sido productos de un acto de servicio sexual?El trayecto hacia la empresa se hizo en silencio, con su corazón martilleando en su pecho. No sabía qué iba a decirle a Hadriel, solo sabía que necesitaba verlo, estar cerca de él, sentir su presencia reconfortante. Era como si el simple hecho de estar en la misma habitación con él pudiera aliviar
Hadriel cerró los ojos por un momento, permitiéndose disfrutar de la sensación de tenerla tan cerca, de poder ofrecerle algo de paz en medio del caos que claramente estaba viviendo. No necesitaba que Hellen le dijera lo que estaba pasando; sabía que cuando estuviera lista, lo haría. Hasta entonces, todo lo que podía hacer era sostenerla, ser su apoyo incondicional, y esperar que eso fuera suficiente para aliviar el peso que ella llevaba.El silencio en la oficina era pesado, pero no incómodo. Era un silencio cargado de emociones no expresadas, de una conexión profunda que no necesitaba palabras. Hadriel deseó poder hacer más por ella, deseó poder borrar cualquier sombra que se cerniera sobre su felicidad. Pero por ahora, la abrazó con todo el amor y la protección que podía ofrecer, decidido a ser el refugio que Hellen necesitaba.—¿Qué sucede? —preguntó Hadriel. Le limpio las lágrimas a Hellen con la yema de sus pulgares de manera suave—. ¿Pasó algo malo?—No… Es solo que, estoy en mi