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El hombre que yo amo.
El hombre que yo amo.
Por: Alexandra Figueroa
Capítulo Uno; Diferente

—Y por el poder que me fue otorgado por dios, yo los declaro marido y mujer, Sebastián, puedes besar a la novia.

Sebastián levanta el velo que cubre mi rostro, sonrío nerviosa y el acaricia mi mejilla tranquilizandome, acerca sus labios a los míos y me besa sellando nuestra unión.

Todos en la iglesia aplauden encantados con la escena. Este es el matrimonio más esperado en diez años y ahora que fue posible no pueden evitar sentir esa emoción que hace tiempo no se sentía en la familia de los Rivera Real, mi familia.

Sebastián aleja sus labios de los míos y toma mi mano haciendo la caminata obligatoria por el pasillo de la iglesia hasta la salida en donde nos espera un precioso coche que nos llevará a nuestra recepción. Una fiesta que promete estar no solo en boca de todos, sino en oídos y ojos ya que es la boda del año.

El empresario millonario, soltero codiciado, Sebastián Del Valle Montoya, se casó con nada más y nada menos que la hija de Augusto Rivera, otro hombre poderoso y asquerosamente rico. Lo cual significa una fortuna asegurada para, incluso, los hijos de sus nietos. Sin contar que la sociedad de empresas será arrasadora para la competencia.

—Mi vida muchas felicidades. Ahora que ambos han unido sus vidas ante dios, quiero que sepan que el amor todo lo puede y todo lo soporta. Sé que mi hija será la esposa que necesitas Sebastián.

—Y por supuesto yo seré el hombre que ella merece. –asegura y mi madre no puede evitar llorar con nostalgia.

—Deseo de corazón que sean felices.

—Gracias mamá.

Mi madre me abraza y siento la mano de Sebastián tomarme del brazo de manera sutil. Mi madre lo siente y se disculpa.

—Lo siento, Tania es mi única hija y verla en este día es...

—No se preocupe señora Rivera, Tania esta en las mejores manos. Me tiene tan enamorado. –asegura acariciando mi nariz–, ya no sé que sería de mi vida sin ella.

—No nos equivocamos al elegirte para que fueras su esposo. No puede haber hombre mejor que tú. –asegura ella y Sebastián se alza el cuello pavoneandose de la situación.

—Lo sé, suegra.

Mi nombre es Tania Rivera Real, hija menor de Augusto Rivera y Marjorie Real y hoy es mi boda.

Cabe mencionar que yo no lo elegí, nuestros padres nos comprometieron apenas nacimos, creí que nadie hacia eso ya a estás alturas del siglo pero me equivoqué.

Lo ví muchas veces durante mi crecimiento, sobre todo en la adolescencia, mi hermana decía que él quería ver si las tetas me habían crecido por qué no quería una tabla como esposa, entonces me esforcé por lucir bonita para él. Hice ejercicio y cuidé mi alimentación, hice de todo para gustarle.

Hace apenas medio año nos volvimos a encontrar y solo fue para hacer la petición de mano de manera correcta. Me puso un costoso anillo en mi dedo y nuestras familias fueron felices.

Mi madre y la madre de Sebastián planearon todo referente a la boda, yo solo tuve que medirme el vestido y estar lista para lo que seguía. No tuve que preocuparme por nada.

***

—Aún no entiendo por qué estás haciendo esto Tania. –murmura mi hermana llegando a mi lado.

—Por la familia. –respondo como si fuese obvio.

—¿Y qué hay de tu felicidad Tania?

—Soy feliz hermana.

—¡Pero ni siquiera sabes nada de ese tipo! ¿Cómo puedes ser feliz con eso?

—Tenemos todo el tiempo del mundo para conocernos. Mamá dice que...

—Mamá es una mujer chapada a la antigua Tania. Es de esas mujeres que piensa que está bien que un hombre la humille y le ponga el cuerno con la secretaria que tiene la edad de nuestra hermana mayor. Y todavía se culpa a si misma por no ser suficiente para él.

—Yo no permitiré que...

—Tania es hora de irnos. Estoy cansado y mañana debo tomar un avión a primera hora de la mañana. –anuncia Sebastián tomando mi mano.

—¡No me he despedido de nadie!

—Ni siquiera notarán que no estás. Todos ellos vienen solo para hablar de lo costoso que fue todo esto y ya. Murmuraran que posiblemente estés embarazada y por eso nos tuvimos que casar o algo así y te juzgarán de ser una chica fácil.

—Mide tus palabras imbécil. –espeta mi hermana con furia.

—¿Quien es ella? –cuestiona Sebastián mirando con desden a Lila.

—Es mi hermana, Sebastián.

—Vaya familia la que te cargas. Es hora de irnos, entre más lejos estés de las malas influencias será mejor. –asegura llevándome entre la gente hasta la salida.

Una vez allí siento el frío golpear mis brazos. Es demasiado tarde y el clima es implicable en esta época, incluso puedo ver algo de nieve.

—¡Está nevando! –señalo con emoción.

—Eso no nos conviene no seas tonta Tania.

Mi ceño se frunce al oírlo hablar así de mi y parece que se da cuenta del error. Pero contrario a lo que creí que haría que era disculparse, solo me señala el coche frente a mí.

Tragandome el nudo en la garganta me subo al coche sin chistar.

No es lo que yo esperaba para el día de mi boda, Sebastián fue lindo conmigo desde el inicio, no entiendo por qué ahora actúa así.

—¿Hice algo para molestarte? –le pregunto y lo veo sonreír un poco.

—Tania, tú no podrías hacer nada para molestarme, eres todo lo que está bien en el mundo. Eres bonita, callada, obediente, no haces preguntas tontas, además tienes una voz suave, eres todo lo que una mujer debe ser, callada, obediente y bonita.

Siento mis mejillas calentarse por qué es extraña la manera en la que lo dice pero aún así logra hacerme sentir enamorada.

—¿Te gusto así?

Él suspira y asiente.

—Calladita te ves mucho más bonita. –dice y acaricia mi mejilla.

Miro hacia la calle la nieve caer, me gusta esta época del año, me gusta la nieve y la posibilidad de dormir abrazada de Sebastián.

Sebastián es un hombre muy guapo, piel muy clara, ojos azules y facciones finas, cabello buen peinado y dorado, su cuerpo es delgado y atlético, todo en él es perfecto, absolutamente todo.

El coche se detiene y observo la enorme casa en la que viviré a partir de hoy. Es preciosa. Hay mucho espacio, tanto que ya me imaginé todo el jardín lleno de juguetes, dos perros y tres hijos, corriendo por el pasto mientras Sebastián y yo hacemos picnic.

El chófer se aclara la garganta y yo dejo de soñar despierta, veo a Sebastián alejarse hacia la entrada sin mi, abro la puerta del coche y salgo caminando lo más rápido que puedo, pero él es más rápido, entra a la casa y una punzada de decepción me atraviesa el alma y me detiene.

Creí que él me cargaría hasta la entrada y luego subiriamos a nuestra habitación y me haría el amor.

—¿Qué haces ahí? Está nevando. –señala desde adentro y yo sonrío cuando lo veo caminar hacia mi.

—Solo estaba viendo lo bonito que es este lugar.

—¿En medio de una nevada? ¡Qué tontería!

Me toma de la mano y me lleva al interior de la casa, al instante el calor de la chimenea me abraza, el cambio de temperatura es muy notable.

Sebastián camina hacia las escaleras y se detiene a medio camino, me mira y me hace una seña para que lo siga. Yo lo hago encantada.

Una vez que llegué hasta la habitación, puedo ver cómo se quita el saco y lo deja sobre la cama, camina hacia lo que supongo es el armario y yo espero paciente a la orilla de la cama.

Cuando él sale lo veo vestir un traje menos formal pero elegante.

—¿Podrías ayudarme con el cierre de mi vestido? –le pido y sin decir nada de acerca a mí y me gira bajando el cierre.

Yo espero ansiosa un beso, una caricia sobre mi piel pero no llega, me giro hacia él y fijo la mirada en la suya.

Acerco mis labios a los suyos pero no lo beso, siento sus manos sobre mis hombros y la tela del vestido se desliza por mi cuerpo.

Sus labios se acercan a los míos y me besa despacio, toma mis manos y me ayuda a salir del vestido mientras aún nos besamos.

Siento sus manos sobre mi trasero y gimo sobre sus labios, estoy nerviosa, no voy a negarlo, antes de Sebastián no estuve con nadie mas por qué ya estaba prometida a él, tenía que mantenerme virgen para este momento a pesar de que Sarah, mi hermana mayor, me advirtió que no era recomendable. Me dijo que conociera mi cuerpo antes y que aprovechara a tener experiencias antes de casarme, pero yo no quería traicionar a Sebastián de ninguna manera.

Siento el frío abrazarme y lo veo levantarse de encima mío. No se quita la ropa como imaginé que lo haría, solo se limita a peinarse y tomar una caja de la comoda.

—¿Eres virgen? –cuestiona y yo asiento perpleja de su pregunta–, eso es nuevo, no había estado mujeres de tu edad que aún mantuvieran su virginidad.

—¿Hablas de...que les hiciste el amor a otras mujeres antes que a mí? –le pregunto y hasta pena me da hacerlo.

—Por supuesto, sino como iba a aprender a follar.

—¿Me harás el amor está noche? Me estuve reservando para ti y este día.

—De hecho tengo que estar en el aeropuerto en quince minutos, –confiesa mirando su reloj–, y no creo que quieras que la primera vez sea en menos de diez minutos aunque por mi no habría problema.

Yo, tapo mi media desnudez con las manos y lo veo sonreír pero no de manera tierna, sino como quien mira a un cachorro perdido.

—¿Te irás? ¿Qué hay de nuestra noche de bodas? ¿Y la luna de miel?

—Tengo negocios importantes que deben solucionarse de inmediato, –dice y se acerca a mi–, vendré en dos o tres días, ¿De acuerdo? –besa mis labios de manera tierna y el frío que me abrazó minutos atrás desaparece con su calidez.

—¿Puedo ir contigo?

—No Tania, ahora eres mi esposa y tu único deber es estar en casa, dando órdenes y preparando todo para mí llegada. Sé que serás buena manejando tu nuevo hogar.

—Si, me esforzaré mucho para que sea un buen lugar para ti. ¿Puedo tomar decisiones que crea pertinentes?

—Claro que si, es tu casa y si alguien se opone házmelo saber, puedes cambiar los muebles, el color de las paredes, demoler el jardín y hacerlo de nuevo, todo es tuyo. –me deja claro y yo sonrío feliz y complacida.

—Espero que vuelvas pronto, más rápido de lo que esperas. Estaré esperando por ti.

—Mientras eso sucede, arregla tu problema, –me pide entregándome la caja, la abro y puedo ver un consolador en su interior.

—¿Problema?

—Uno menor, no quiero verte sufrir el día que decida estar entre tus piernas, deja de ser excitante y no quiero eso, realmente deseo hacerlo contigo. –termina por decir antes de dejar un beso sobre mis labios y salir de la habitación.

La puerta se vuelve a abrir y solo asoma la cabeza un poco.

—Hay mucha ropa bonita para ti en el armario de lado izquierdo, es todo tuyo. –me guiña un ojo y vuelve a desaparecer.

Yo aún perpleja y semidesnuda camino hasta la orilla de la cama y me siento. Las lágrimas comienzan a picar en mis ojos y ese maldito nudo en la garganta se hace más grande con cada respiración que doy.

Me quito las zapatillas y las medias, dejo la caja sobre la cama y camino hasta el armario de él, observo su ropa y la acaricio. Toda huele a su perfume, tomo una pijama de su armario y camino hasta el que supongo es el baño, preparo la tina y busco todo lo que necesito para darme un baño.

Sebastián pensó en todo para mí, ese detalle me hace sentir menos triste. Debo entender que es un hombre de negocios y que esos viajes serán constantes. Así como mi padre.

Las palabras de Lila se cuelan en mi reciente buen humor, no soy como mi madre, yo soy diferente y se lo voy a demostrar.

Empiezaserán constantes. Así como mi padre.

Las palabras de Lila se cuelan en mi reciente buen humor, no soy como mi madre, yo soy diferente y se lo voy a demostrar.

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