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Capítulo Cinco; Damián

El calor abrumador hace que mi ropa se pegue a mi cuerpo. Abro los ojos un poco pero los cierro cuando un agudo sonido atraviesa mis oídos. Llevo las manos a mi cabeza y el dolor aumenta. Parpadeo lentamente y solo veo una ventana sin vidrio y una cama en dónde estoy acostada, mis zapatos han desaparecido al igual que mis anillos y toda la joyería que llevaba puesta.

Me levanto de manera inestable y escucho mucho ruido afuera, son...tiros. Si me asomo posiblemente me toque uno pero si me quedo también es probable que no salga de aquí jamás.

Abro la puerta solo un poco pero nadie se ve, así que salgo tratando de correr pero la tierra caliente y algunas piedras me lastiman los pies. Puedo ver a lo lejos gente y entonces camino para el otro lado pero un hombre horrible me apunta con una pistola.

Yo instintivamente levanto los brazos y ahogo un grito.

—¿Ibas a dar un paseo? Tenía entendido que tú te ibas a quedar aquí mientras nosotros cobramos una jugosa cantidad de dinero por ti.

—Por favor no. Yo puedo darle mucho dinero, se lo juro.

—Se nota que tú solo eres la típica niña de papi, la que usa la tarjeta sin límite pero la mina de oro es papá, y ahí es a dónde queremos llegar.

—Déjenme hablar con él y verán como...

No pude, ni siquiera pude terminar mi oración cuando una bala atraviesa su cabeza. Parte de su sangre queda en mi ropa y yo trato de mantener la compostura pero es demasiado. Levanto la vista y veo al hombre que ha disparado, se guarda la pistola y se acerca hasta mi.

—No voy a hacerte daño, vine a buscarte por qué el señor de Valle me lo pidió. Estás a salvo, Tania. -dice y yo solo puedo asentir mientras mi cuerpo flota y de nuevo todo es oscuro.

***

Mi nariz es la primera en despertar con semejante aroma, abro los ojos y puedo ver qué no estoy más en aquel lugar sucio y feo, sino en una habitación bonita pero no es la de mi hotel.

Me quito la sábana de encima y puedo notar dos cosas; mis pies están vendados y no llevo el mismo vestido con el que salí está mañana.

¿Sebastián habrá venido a cambiar mi ropa? Seguramente debe estar preocupado por mi, solo espero no haber arruinado su reunión de negocios.

La puerta se abre y el hombre que recuerdo haber visto antes de perder de nuevo el conocimiento aparece con una bandeja en sus manos. La deja sobre la mesa y se sienta en una silla frente a mí.

—Me alegra tanto que haya despertado señora del Valle, traje algo de comida caliente y el medicamento que necesita para sus heridas. -señala mis pies-, mi nombre es Damián, y estaré cuidándola mientras el señor del Valle este fuera. –asegura y yo levanto la mirada hacia él sintiéndome algo confundida.

—¿Fuera? ¿Hablas de en su reunión de hoy? –cuestiono y por su expresión intuyo que no.

—El señor Sebastián tuvo que tomar un vuelo de última hora a Alemania para cerrar un trato. Intuyo que estará fuera una o dos semanas.

—¿Semanas? ¡Pero si es nuestra luna de miel! –confieso como si él necesitara saberlo para que Sebastián vuelva.

—No tenía idea, pero lamento que haya tenido que pasar por esto en este momento que debería ser especial. –responde desviando la mirada.

—¿Quién me vistió? –cuestiono y siento una vergüenza repentina al pensar que pudo haber sido él.

—Mi hermana me ayudó con eso, yo solo curé sus heridas y la traje hasta aquí. No tiene nada de que preocuparse.

Asiento aunque no puede verme mientras él hace algo que no puedo ver debido a que está de espaldas a mi.

—¿Cuándo podré ir a mi hotel?

Damián, como recuerdo que se llama, se gira para verme y deja la bandeja en la cama, me i***a a comer con una seña sutil y yo lo hago por qué realmente necesito fuerzas para procesar todo esto.

—De hecho solo debemos esperar a que sus pies mejoren para volver a la ciudad, el señor no quiere que esté más en este lugar, es peligroso.

El trozo de pan que me llevé a la boca se atora en mi garganta al oír eso. No quiero estar en peligro, ni siquiera sé por qué tengo que estar asustada.

—¿Por qué estaría en peligro? No entiendo.

—Su marido es un hombre poderoso y millonario, podrían secuestrarla para pedir un rescate y obviamente él tendría que darles mucho dinero para recuperarla.

Lo dudo por un momento. ¿Realmente Sebastián daría toda su fortuna de ser necesario para salvarme?

—Dudo mucho que Sebastián sea capaz de renunciar a su fortuna por mi. –murmuro por lo bajo.

—Si necesita algo llámeme, estaré al pendiente. -dice antes de caminar hacia la puerta.

—Damian, –lo detengo y él se gira para verme–, mis cosas, mi bolsa y todo eso, no están, ¿Verdad?

—Lo lamento, pero no. Mi prioridad era usted, lo demás creo que sale sobrando.

—Por supuesto, no quiero sonar superficial, es solo que ellos se llevaron mi teléfono y...mis hermanas y yo hablamos todo el tiempo.

—Le conseguiré uno, ¿Está bien? No le prometo uno como el que tenía pero funcionará.

—Gracias.

Damián se da media vuelta de nuevo pero se detiene, saca su teléfono del pantalón y me lo extiende.

—Puede llamarlas desde ahí, solo sea precavida, no tengo idea si su familia sabe sobre lo sucedido.

—¿Sebastián no les avisó?

—Realmente no lo sé, yo solo recibí la llamada de mi hermana.

—¿Puedes explicarme cómo es eso? -le pido y Damián suspira.

—Mi hermana trabaja para Sebastián desde hace años, él tiene un hotel aquí, en el que te estabas quedando. Ella maneja todo desde este lugar, él sabía sobre mi por qué mi hermana le había pedido trabajo para mí, pero no sé había presentado la oportunidad, hasta hoy.

—¿Que quieres decir exactamente con eso?

—Que a partir de este día yo seré tu guardaespaldas. –confiesa y yo me siento levemente sorprendida–, ahora iré a preparar todo para nuestro viaje, si necesita algo no dude en llamarme.

Ahora sí sale de la habitación y yo apenas puedo creer que ni haya venido ni se haya tomado el tiempo de avisarle a mi familia que estaba en problemas. ¿Qué tal si hubiese muerto? ¿Les iba a avisar cuando estuviese muerta?

Siento un nudo en la garganta por qué definitivamente esto no es lo que soñé, ni siquiera sé acerca ni un poco a mi vida soñada después de casarme, nada es color de rosa y ni siquiera me siento feliz.

***

—¿De qué carajos quieres excusarlo Tania? Lo que sucedió no fue cualquier cosa, ¿Qué tal si hubieses muerto? ¿Nos iba a avisar cuando ya te estuvieran enterrando a tres metros bajo tierra?

—No Sarah, quizás solo se le pasó hacerlo, estaba muy angustiado.

—Bueno, por lo menos estuvo contigo cuando despertaste. No me quiero imaginar el impacto que hubieses tenido si despiertas sola después de un momento como ese.

Mentirle a ella es malo, mentirme a mi misma es peor y no sé que está más mal en todo esto, si venderle una imagen falsa a mi hermana de Sebastián o aferrarme a verlo así.

—Por favor no vayas a decirle nada a mamá o a Lila.

—Entiendo que quieras ocultarlo de mamá, pero, ¿por qué de Lila?

—Lila no se lleva muy bien con Sebastián, no quisiera que ella pensara mal de él por esta situación.

—De acuerdo, solo por qué sé cómo es Lila, pero en algún momento vas a tener que decirles lo que pasó, no quiero ocultar nada.

—Si, cuando sea el momento les diré.

—Cuidate Tania, cualquier cosa llámame o pídele a Sebastián que lo haga.

—Si Sarah, lo haré.

—Te amo hermanita. –dice y me hace recordar cuando solía cuidarme a cada momento.

—Tambien te amo Sarah.

Cuelgo la llamada y marco el número de Lila después de tragarme el nudo en mi garganta, ella me conoce mejor que Sarah y sabrá que algo no anda bien.

—¡Tania! Tienes que enseñarme todas las fotos que has tomado. Dime por favor que ya viste la bioluminiscencia.

—Lamento decirte que no. Mi teléfono cayó a la playa justo cuando tomaba una foto de mis pies y una ola se lo llevó.

—¿Qué? ¿Cómo es eso posible? –cuestiina y se ríe–, me niego a creer que eres así de torpe.

—Tenia las manos ocupadas.

—¿Estás llamado se tu nuevo teléfono?

—No, es el teléfono de...mi guardaespaldas, aún no tengo uno nuevo.

—Ahora veo por qué me marca como número privado. Consigue uno enseguida y toma muchas fotos Tania por favor. Muero de ganas por ver las playas.

—Le diré a Damián que...

—Ah, Damián. –responde en tono coqueto.

—Mi guardaespaldas. –le recalco.

—Asi que, tu guardaespaldas, ¿es lindo?

—¡Lila! No puedo responder a eso.

—¿Por qué no? ¿Acaso no está guapo o es que eres ciega?

—Soy casada.

—Pero no ciega, además no te estoy pidiendo que hagas algo con...¿Cómo dices que se llama?

—Damián.

—No te estoy pidiendo que hagas nada con él, solo quiero saber si es lindo.

—Te refieres a su manera de ser, ¿Cierto?

—No Tania, quiero saber si es sensual. Si tiene músculos firmes y cara preciosa, ¿Tiene barba?

—Si y un tatuaje en los nudillos o eso creo. No alcancé a ver bien.

—Suena a qué es uno de esos chicos malos y terminarás liada con él teniendo sexo en el baño se un bar.

—¡Lila! Deja de decir barbaridades, recuerda que...

—Soy casada. –imita una voz de fastidio que me hace reír–, ya lo sé aburrida, déjame divertirme un poco. Quizás escriba algo sobre eso, la esposa rica tiene amoríos con el chófer, guardaespaldas, jardinero o cualquier otro hombre que trabaja para el insulso esposo bonito. ¿Suena tentador?

—No puedo esperar para volver a leer algo tuyo Lila, no lo habías hecho desde que Ashton se fue.

—Él era mi musa, Tania, hasta que papá lo alejó de mi y muriera.

—De nosotras, Lila. Recuerda también que Ashton era nuestro hermano.

—Era más mío que de ustedes y no lo tomes a mal, sabes a lo que me refiero.

—Lo sé, y es por eso que debes empezar a vivir de nuevo, por él. Por qué estoy segura que él odiaría verte así, tanto como yo odio verte triste.

—Pero ya no más, ahora escribiré sobre las aventuras de Tania y su chófer.

—Guardaespaldas. –la corrijo y me arrepiento al instante por qué sé que lo hizo a propósito.

—¡Ja! Eso fue fácil, gracias por llamarme, extrañaba tu voz rara de niña pequeña y mimada.

—Te amo Lila.

—Yo también te amo Tania.

Cuelgo la llamada y abrazo el teléfono a mi pecho. Amo a mis hermanas, pero no puedo decir que por igual y no es que ame más a una que a otra, es solo que Sarah es más...como yo pero con algo de Lila, está muy apegada a las reglas de la sociedad y muy enfocada en el matrimonio perfecto, pero a su vez está en contra de los embarazos y traer niños al mundo, tal y como Lila.

Digamos que Sarah es una combinación de nosotras dos, y es por eso que no recurro a ella cuando se trata de romper las reglas, sino a Lila quien siempre tiene un consejo con mala influencia escondida mientras que Sarah hará lo que dicte la sociedad pero con algunas restricciones, algo irónica si opinión dividida.

—¿Puedo pasar? –pregunta una voz masculina trayendome de vuelta al presente.

—Sí, adelante.

Damián entra con un teléfono en la mano pero debo destacar que no fue lo primero que ví sino toda esa tinta sobre su piel, desde su antebrazo hasta la muñeca en ambos brazos y en su cuello puedo ver aún más.

No puede tener solo un tatuaje como le dije a Lila, por lo menos tiene muchos más. La pregunta de mi loca hermana se cuela frente a mis ojos, ¿Es lindo? Sin miedo a equivocarme voy a decir que...

—¿Está usted bien? –cuestiona frente a mí y ni siquiera supe en qué momento caminó desde la puerta hasta la cama.

—Eh...si, lo siento.

—Le decía que conseguí este teléfono, era de mi hermana pero no lo usará más. Puede hacer uso de él mientras esperamos a que sus pies se recuperen.

—Gracias Damián, de verdad agradezco que estés haciendo esto por mi.

—Es mi trabajo. –responde mientras quita la venda de mis pies–, dejaré que esto respire y vendré más tarde a ponerlas de nuevo.

Mientras él lo hace, voy repasando cada centímetro de su rostro, tiene restos de barba, lleva tinta desde el inicio de su cuello y quién sabe que tan profundo, sus ojos pueden parecer grises pero en realidad son azules, espesas pestañas y una nariz perfecta, mis ojos van hasta sus labios que se abren y se mueven mientras me...ven.

—Creo que la dejaré descansar, si necesita algo mi número personal está anotado en los contactos, que descanse.

Damián sale de la habitación sin siquiera dejarme decir ni pío. ¿Será que lo estuve mirando tanto que lo incomodé?

—Ay no, que vergüenza.

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